Para Christian León Herrero, de 24 años, el confinamiento fue el inicio de su coronafobia, una patología que le llevó a desarrollar diversas obsesiones. “No dejaba que mi madre se me acercase, no le dejaba darme un abrazo”, cuenta. Desde entonces su condición ha mejorado hasta disiparse y habla en pasado de ella, pero todavía conserva algunos “tics”: “En el mes de diciembre, aunque no tenía miedo, me hice 16 o 17 test de antígenos.
Durante los meses de aislamiento, León evitó salir de casa, pero su madre, trabajadora esencial, debía hacerlo habitualmente: “Tenía verdadera obsesión con que trajera el virus de fuera. Parecía un guardia esperando a que llegara a la puerta para decirle que se quitase los zapatos”. Fue cuando llegó el momento de pisar la calle cuando notó “que algo fallaba”. Si quedaba con algún amigo, luego pasaba días preguntándose si podía estar contagiado y tenía la sensación de que “podía ser de ese pequeño porcentaje de jóvenes que acababa en la UCI”.
“Un miedo excesivo a contraer la enfermedad“
La coronafobia no está incluida en el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, pero lleva dos años en las consultas de los profesionales, como recuerda la psicóloga Julia Pascual. “Se da cuando una persona siente un miedo excesivo a contraer la enfermedad que le lleva a realizar una serie de soluciones para calmar su ansiedad”, como evitar salir de casa o no utilizar el transporte público. Estas soluciones al principio parecen funcionar, sin embargo, “a medida que las va usando, se construye la patología”.
“Pueden llegar a superar esa ansiedad y a tener ataques de pánicos, es decir, a bloquearse totalmente”, añade. Por su parte, el presidente de la Asociación Nacional de Psicólogos en Acción de España (ANPSA), Ismael Issa, la define como un terror “que sobrepasa los umbrales de lo que la sociedad considera como normal y que paraliza y cambia nuestra vida”.
Miedo a contagiarse, a no poder respirar o a infectar a los demás
Pascual, de acuerdo con su experiencia en consulta, identifica tres tipos de coronafobia, que pueden darse a en una misma persona: aquellos que tienen miedo a la muerte por coronavirus y por ello temen contagiarse, quiénes sufren terror de contagiar a otros y aquellos que sienten auténtico pánico ante la idea de “no poder respirar”.
Según la psicóloga, es una patología que la presentan más las mujeres y que afecta principalmente a una franja de edad de entre 27 y 50 años. No obstante, los adolescentes también presentan coronofobia habitualmente, señala, pues la presión y responsabilidad que sienten por no infectar a sus mayores les hace mella. “Empiezan a desarrollar un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) por el miedo a contagiar a sus abuelos”, sugiere.
Asimismo, la probabilidad de experimentarla es mayor si la persona presenta previamente trastornos como el TOC o la hipocondría. Es el caso de Laura Res, una administrativa de 37 años que contó en el TVE que ya había vivido episodios de ansiedad. También es el de la profesora de educación infantil Lorena García, para quien “el ritual de la mascarilla ha supuesto una salvación”, y el de la esteticista Marta (nombre ficticio), que se identifica con patrones hipocondríacos.
Esta condición también puede estar generada por experiencias traumáticas pasadas. “Durante la Gripe A tuve una neumonía unilateral, estuve bastantes días ingresado al borde de la UCI”, narra León sobre su miedo al contagio.
Evitar relaciones sociales y los espacios cerrados: síntomas de la coronafobia
Entre los síntomas o actitudes que caracterizan a la coronafobia, Pascual menciona el evitar situaciones sociales por miedo a contagiarse, “sobre todo si se experimentan ataques de pánico”, y el terror a los espacios cerrados. “Hay personas que todavía no van al supermercado y que son incapaces de coger un autobús”, explica, y añade: “Evitar situaciones que pueden ponernos en riesgo puede ser funcional, pero en exceso y durante demasiado tiempo construye un trastorno”.
“Salía muy poco y, si lo hacía luego tenía crisis de ansiedad“
“Salía muy poco y, si lo hacía, luego tenía crisis de ansiedad y estaba varios días pensando que estaba infectado”, cuenta León. Entonces relacionaba “la falta de aire” con un posible contagio, una experiencia que también comparte Laura: “Me costaba respirar. Todos los días tenía ganas de salir corriendo a urgencias”. “Dejé de interactuar con la gente, he perdido amistades y capacidades para relacionarme”, cuenta.
Marta, igualmente, ha visto mermadas sus relaciones. Desde el inicio de la pandemia no ha entrado en el interior de un restaurante y todavía sufre al recoger a su hijo del colegio. “Cuando veo muchas madres juntas me da miedo y evito este tipo de situaciones”, comenta a RTVE.es. Por ello, apenas sale de casa, “solo con el círculo más cercano”. Además, cuando sabe que alguien de su entorno se ha contagiado, le cuesta recuperar el contacto con esa persona aunque haya superado la infección.
“Utilizo gel hidroalcohólico hasta dentro de mi propia casa”
Otra de las formas de gestionar la coronafobia es el control. Según la psicóloga, este puede identificarse, por ejemplo, en la precaución rígida de llevar siempre puestas dos mascarillas y “cuando esa persona no es capaz de salir de casa e ir a trabajar porque una de las mascarillas se ha roto”. El abuso del lavado de manos que puede incluso generar heridas también es un síntoma, señalan tanto Issa como Pascual. León, por parte, explica que conserva ese hábito: “Utilizo gel hidroalcohólico hasta dentro de mi propia casa”.
Para Lorena García la mascarilla es su manera de control, su salvación. Donde puede usarla es el lugar en el que se siente más “segura”. Además, la desinfección de la compra, el descalzarse antes de entrar en casa y quitarse inmediatamente toda la ropa al llegar de la calle son otras de las formas en las que se manifiesta su coronafobia.
De acuerdo con el psicólogo Ismael Issa, esta condición no va en aumento, pero sí es más visible. Con el paso del tiempo, “la gente cada vez está siendo más consciente de que tiene un problema”. El presidente de ANPSA señala que este trastorno puede variar en su intensidad en función de la situación de la pandemia. “Cuando los contagios bajan a lo mejor me relajo un poco, pero cuando viene otra ola empiezo otra vez con los nervios y con el miedo”, añade Marta.
La flexibilidad, “lo más importante para no caer en la coronafobia”
Según Pascual, “lo más importante para evitar caer en la coronafobia es la flexibilidad”. Una opinión que comparte Issa, quien apuesta por "intentar llevar una vida cotidiana dentro de la nueva normalidad", sin poner en riesgo la salud, pero sin obsesionarse hasta el punto de causarse un gran sufrimiento.
En caso de sospechar que se padece esta patología, ambos profesionales de la salud mental recomiendan buscar ayuda psicológica, pues en algunos casos puede llegar a ser necesaria. Laura Res es una de las pacientes de ANPSA que sintió esta necesidad tras haber estado "dos años sin vivir". Tras la terapia, ahora tiene ganas "de volver a salir a la calle y de volver a vivir".
"Sigo teniéndole mucho respeto, pero no es tan catastrófico como pensé", explica en TVE.