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Visita del papa a Lesbos

La situación mejora en Lesbos pero las ONG critican la falta la solidaridad de la UE

  • Los refugiados alojados en la isla griega tienen mejores condiciones que hace cinco años

  • El número de llegadas se ha reducido y los procesos de asilo se han acelerado

RTVE.es
8 min.

El papa Francisco está este domingo a la isla griega de Lesbos, lugar de llegada para miles de migrantes que llegan a través de Turquía con la esperanza de ser admitidos en la Unión Europea. Francisco vuelve cinco años después de la visita sorpresa tras la que llevó a Roma a doce refugiados sirios en su avión oficial.

El papa Francisco ha visitado este domingo la isla griega de Lesbos, donde se ha reunido con los más de 3.000 refugiados detenidos en el campo de Moria. Allí ha lanzado un mensaje de esperanza y les ha dicho que "no están solos". A su vuelta a Roma se ha llevado a una docena de refugiados, que serán cuidados por el Vaticano.

La situación a día de hoy es muy diferente y ha mejorado ostensiblemente, según representantes de las ONG presentes en Lesbos con los que ha podido hablar RTVE.es. Sin embargo, el problema de fondo sigue siendo el mismo: la UE no ofrece una respuesta unitaria ni rutas seguras para acoger a los refugiados, muchos de los cuales huyen de conflictos violentos, como los de Afganistán, Somalia o Siria.

El agujero negro de Moria

Cuando Francisco aterrizó en Lesbos, miles de personas esperaban con la esperanza de pasar al continente. Durante la crisis de los refugiados de 2015, desencadenada por la guerra civil siria, la isla se convirtió en un lugar de desembarco de quienes querían encontrar un lugar seguro y seguir camino hacia el oeste, hacia Alemania. Los habitantes se volcaron entonces para prestar ayuda.

Pero las fronteras se cerraron y miles de personas se quedaron varadas. La crisis motivó la adopción en la UE del protocolo de Dublín, por el que los refugiados deben pedir asilo en el primer país comunitario que pisan. Los socios acordaron un reparto de los que se encontraban en Italia y Grecia, pero dicho reparto nunca ha llegado a completarse.

Con el paso del tiempo, en el campo de refugiados de Moria, en Lesbos, preparado para 3.000 personas, llegaron a concentrarse 20.000, incluyendo familias enteras con niños, en condiciones insalubres. En septiembre de 2020 un incendio destruyó el campo, donde en ese momento malvivían 13.000 personas confinadas por la pandemia del coronavirus.

Los refugiados fueron entonces trasladados a un nuevo centro de internamiento, el de Kara Tepe, puesto en pie a toda prisa en terrenos del ayuntamiento de la capital de la isla, Mytilene. Un equipo del programa En Portada de TVE visitó la zona hace un año y recabó los testimonios de los migrantes, que se quejaban de las malas condiciones de alojamiento y comida.

"No hay duchas ni agua corriente, las mujeres nos lavamos en el mar", relataba Safyeh, refugiada afgana, que había cruzado el Egeo con su hija y su marido. "Creo que Europa nos convierte en un ejemplo para los que en adelante quieran venir de sus países. Para que vean que se convertirán en gente sin hogar. Europa quiere que muramos aquí enfermos y deprimidos", se lamentaba Karim Naziri, también llegado de Afganistán.

En Portada - La jaula de Lesbos - ver ahora

Lesbos, hoy: mejores condiciones y menos población

El centro de recepción de Kara Tepe cerró el pasado mayo y se abrió el de Mavrovouni, situado muy cerca, y con mejores condiciones. La UE acordó el año pasado financiar la construcción de este tipo de centros en Grecia.

"Hay un esfuerzo continuo para mejorar las instalaciones, tanto de alojamiento como sanitarias o de electricidad - explica Theodoros Alexellis, del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) - Hay tiendas familiares, otras comunales con separaciones, hay unidades de alojamiento, que son mejores que tiendas, y alojamientos prefabricados, lo que llamamos contenedores. El campo es aceptable como solución temporal pero no permanente, porque las tiendas no son adecuadas a largo plazo". "Tomamos nota del gran avance en la construcción del campo, pero pedimos más rapidez, porque el invierno está encima y no podemos tener a la gente en tiendas, aunque sabemos que es complicado", añade.

El gobierno griego ha prometido la construcción de unas nuevas instalaciones antes de finales de 2022.

Además, la población se ha reducido drásticamente: actualmente, en la isla hay unos 2.500 migrantes, y 2.250 de ellos viven en Mavrovouni.

"Las autoridades griegas han acelerado mucho la gestión de las solicitudes de asilo - reconoce Alexellis - A la mayoría se les ha reconocido el estatus de refugiado y se han marchado por sus medios. A unos pocos se les rechazó y han regresado a sus países voluntariamente. Y un pequeño porcentaje, menos de lo que nos gustaría, han sido reubicados a otros países de la UE".

También se han reducido las llegadas. En lo que va de año han arribado a las playas de Lesbos 1.500 personas, mientras que 8.200 han abandonado la isla. Son cifras muy inferiores a las de 2020, cuando desembarcaron más de 15.000 personas, y 2019, cuando el total superó las 74.000. Provienen de países como Afganistán, Somalia, Congo, Irak o Siria.

Detrás de esta reducción en las llegadas ACNUR detecta, entre otros factores, una mayor vigilancia de la frontera greco-turca, pero también un aumento de las expulsiones irregulares (en las que no se da la oportunidad a los migrantes de pedir asilo, lo que se ha dado en llamar "devoluciones en caliente"). Desde comienzos de 2020 se han producido unos 450 incidentes de este tipo, según Alexellis.

Además, Grecia ha reconocido unilateralmente a Turquía como "país seguro" para migrantes de Afganistán, Somalia, Bangladesh y Pakistán, que se suman a los de Siria, por lo que muchos son enviados de vuelta a suelo turco para que soliciten asilo allí.

Restricción de movimientos y traumas

Augusto Cezar Meneguim, de Médicos Sin Fronteras (MSF), reconoce las mejoras en Mavrovouni pero destaca que los movimientos de los migrantes están muy limitados por las autoridades y la Policía. "Hay controles en las entradas y restricción de movimientos, no pueden salir", explica a RTVE.es.

Asegura que en las otras islas del Egeo en las que también hay campos (Kios, Cos, Leros y Samos), la situación es incluso más restrictiva, "casi como una prisión". "Hay una tendencia a cerrar los campos, a la securitización y a las restricciones", asegura, y la excusa ha sido la vigilancia epidemiológica por el coronavirus.

MSF tiene dos proyectos en la isla: uno de salud mental, y otro de atención a la salud reproductiva y la vacunación. Entre los migrantes son habituales las dolencias como estrés postraumático y depresiones.

"El proceso de migración es muy traumático - explica Meneguim - Hay que tener en cuenta que dejaron su país por una razón, y que el viaje es largo, pueden tardar un año. Cuando llegan finalmente a Europa, en lugar de apoyo, se encuentran este acoso, como si hubieran cometido un delito, y tienen que esperar un proceso largo, un tiempo que tiene un fuerte impacto en su salud mental".

Falta de solidaridad de la UE

ACNUR insiste en hacer un llamamiento a Grecia y a todos los países de la UE para garantizar un sistema seguro de acogida y asilo. "La solidaridad y el apoyo de la UE debería ser más previsible y permanente", lamenta Alexellis.

Según datos de ACNUR, hasta el 19 de octubre de 2021 tan solo 4.463 migrantes habían sido reubicados desde Grecia, entre ellos un centenar en España y casi 3.000 en Alemania.

La formulación de una política común de migración y asilo es una de las asignaturas pendientes de Bruselas. En 2020, la Comisión renunció al sistema de cuotas obligatorias de recepción, al que se oponían varios países (encabezados por Polonia y Hungría) y que ha provocado una grave división del bloque. En su lugar, apuesta por acelerar las expulsiones y por el refuerzo de fronteras a través de la agencia Frontex.

Niños sin escolarizar

Según ACNUR, un tercio de la población migrante actualmente en Lesbos son niños. Solo 150 van a la escuela. En Mavrovouni están a punto de terminarse unas instalaciones que al menos reciban algún tipo de educación no formal. 

Jennifer Zuppiroli, experta en Infancia Migrante y Refugiada de Save the Children-España, visitó la isla el pasado agosto, cuando la población del campo era mayor, de unas 5.000 personas. "En los campamentos de muy alta capacidad es difícil mantener unas condiciones dignas de acogida, no reúnen las condiciones mínimas", se lamenta. 

La experta confirma que en Mavrovouni "los niños no tiene escolarización normalizada, dentro del campo van a cursos organizados por la ONG". 

Zuppiroli advierte también de la mayor vulnerabilidad de las niñas en campos tan grandes en los que conviven con adultos. "La seguridad del campo ha mejorado mucho, pero es difícil tener seguridad dentro de las tiendas en todo momento". 

La ONG pide cambios en el protocolo de Dublín, que obliga a los refugiados a regresar al primer país de entrada en la UE para solicitar allí el asilo, lo que provoca retenciones en los puntos de acceso, situados en su mayoría en el Sur.

"Debieran existir mecanismos obligatorios de corresponsabilidad entre los estados de la UE para un reparto entre países", considera Zuppiroli. "Estamos hablando de un número irrisorio". 

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