En España, la transmisión del coronavirus se reduce, la población vacunada aumenta y muchos se preguntan si ya ha llegado el momento de levantar todas las restricciones por la pandemia. Algunas comunidades autónomas como Madrid o Navarra, ya dan pasos en esa dirección, mientras los epidemiólogos —contrarios a marcar un ‘día de la libertad’— piden una vuelta a la normalidad “progresiva y sin prisa”.
Ahora, es necesario conjugar las ganas con la cautela. “Hay que entender el hartazgo de la población, que ya es mucho, y las dificultades económicas de algunos sectores”, afirma Óscar Zurriaga, especialista en medicina preventiva y salud pública de la Universidad de Valencia, que reconoce que algunas limitaciones ya han dejado de ser útiles. “El principal escudo que tenemos en este momento son las vacunas, pero todavía deberíamos hacer lo que la prudencia nos dice. Que no sea dejarlo todo y seguir como a principios del 2020”.
“Si nos precipitamos podría pasarnos como a Gran Bretaña”, valora el epidemiólogo Joan Caylà. Tras el freedom day el 19 de julio, la incidencia británica ha dado un salto y se mantienen en niveles altos, muy por encima de España y otros países de la Unión Europea.
“Una normalidad entre comillas”
“Grosso modo, parece bastante razonable que comencemos a levantar medidas”, señala el doctor Antonio Gutiérrez, epidemiólogo en el Hospital Universitario de Valme, en Sevilla. No obstante, el investigador considera que “dada la naturaleza del virus” y otros factores como el inicio de curso, no deberían abandonarse todas las precauciones. Es conveniente una valoración “por zonas” y situaciones.
“No me parece del todo descabellado que se permita la asistencia a partidos de fútbol, con los niveles de vacunación en los que nos encontramos y sabiendo que una persona vacunada tiene menos probabilidades de contagiar a otra”, afirma. En cambio, en muchos centros de salud se mantiene la atención telefónica por “un principio de prudencia”, para evitar exponer a la población más frágil. Poco a poco y si la tendencia no cambia, esos protocolos también podrán aligerarse.
Caylà, más reticente, sugiere introducir el certificado COVID europeo de vacunación para entrar a eventos o discotecas, como paso previo a una vuelta a la normalidad y siguiendo el ejemplo de Dinamarca. “Estas personas, si llegaran a tener COVID, sería mucho menos grave porque están vacunados. Y ayudaría a que la gente joven se vacunara, como se ha visto en Francia”, argumenta, sobre una medida que ya se ha tomado en Galicia y Baleares. Mientras tanto, pide realizar un seguimiento constante de la situación epidemiológica en España y otros países.
Porque los expertos no creen que ya esté todo hecho. Xavier Querol, investigador del CSIC y experto en calidad del aire, juzga que no hay que dejar de prestar atención a las mutaciones del virus y que debemos ser especialmente cautos al aliviar las restricciones en los lugares donde hay menos población vacunada, como en los colegios. “Es una normalidad entre comillas”, afirma el científico que ha asesorado a la Generalitat Valenciana en su toma de decisiones durante la pandemia.
Finalmente, Zurriaga recuerda la importancia de continuar usando la mascarilla en espacios cerrados y de mantener la distancia de seguridad. “Durante bastantes momentos de esta pandemia, han sido lo único que hemos tenido y han funcionado”, afirma.
La pandemia no ha acabado
La posibilidad de que los contagios vuelvan a subir en otoño, formando una sexta ola, está también sobre la mesa de los epidemiólogos, aunque con matices. “Si ocurre va a ser mucho más leve que la quinta, que ya ha sido mucho más leve que la anterior”, dice el doctor Gutiérrez, porque la población ya está mayoritariamente vacunada con las dos dosis.
“Cayla: "Una sexta ola con 500 o 1.000 muertes sería un desastre, son muertes evitables"“
“El 25 % de la población no está correctamente vacunada todavía, varios millones de personas”, replica, en cambio, Joan Cayla, que concede que una nueva ola sería más leve que la anterior. "En la quinta, el exceso de mortalidad que ha calculado el Ministerio está en torno 9.000 muertes. Una sexta con 500 o 1.000 sería un desastre, porque son muertes evitables”.
Por todo ello, pide que “políticos y ciudadanos no asumamos que la pandemia se ha acabado” ni banalicemos las cifras. “Si me hubieras dicho hace dos años que tenemos una enfermedad infecciosa que ha ocasionado 18 muertes diarias en España, te habría dicho que es imposible, que eso sería en un país en vías de desarrollo…”.
La coherencia y las expectativas de la desescalada
“Prudencia, por un lado, y coherencia, por el otro”. Zurriaga resume las dos claves de esta nueva fase de la pandemia. Los expertos insisten en la importancia de que se comprenda bien el objetivo de las medidas para garantizar su cumplimiento y no contribuir a la fatiga social y psicológica.
En este punto, no es raro encontrar que mientras se relajan los límites de muchas actividades, otras continúan inamovibles. “Una reunión de padres en el colegio, en vez de hacerse en una sala pequeña, puede hacerse en una sala grande. Se pueden respetar aforos y mantener las distancias”, ilustra, en contraposición a encuentros online o limitados a la madre o el padre. Asimismo, Zurriaga subraya la responsabilidad de cada uno en todo esto, porque la autoridad sanitaria “no lo puede regular absolutamente todo”.
En esta ocasión, los expertos ponen el foco en el factor “humano” y social de la desescalada. “La gente lo necesita”, en palabras del doctor Gutiérrez. Sin embargo, la reapertura ha llegado, incluso, antes de lo que la sociedad esperaba, según una encuesta realizada en enero por el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA-CSIC) sobre las expectativas de los ciudadanos.
“Esto debería debilitar las opiniones más críticas, incluidas las percepciones de agravio entre unos sectores y otros, a la hora de eliminar las restricciones vigentes”, concluye Regina Lafuente, socióloga investigadora de IESA-CSIC, quien recuerda el “alto cumplimiento” de las medidas hasta ahora por parte de la población española.
De acuerdo con el sondeo, “un 39 % afirmaba que las reuniones con familiares y amigos estarían limitadas durante todo el año 2021, y en torno al 20 % que sería necesario las restricciones de movilidad y el toque de queda”. Para más 22 % de los encuestados harían falta más de 4 años para volver a vida social tal y como la entendemos antes de la pandemia. Quizás ahora, diez meses después y dadas las coberturas vacunales, las respuestas serían distintas.
Medidas para quedarse: la ventilación y mejor calidad del aire
Pero no todas las medidas y cambios venidos con el COVID deben desterrarse cuando la situación epidemiológica mejore, según Xavier Querol. “Es una oportunidad única para potenciar más el transporte público y el transporte activo, andando, con bici o con patinete”, reivindica el investigador del CSIC, que junto a 38 científicos de todo el mundo firmó un artículo en la revista Science para reclamar un "cambio de paradigma" en el control de la calidad del aire que respiramos.
Así, Querol subraya la necesidad una buena ventilación de colegios, casas y oficinas para “reducir los riesgos de transmisión, no solo del SARS-CoV-2, sino de la gripe, el sarampión y otras historias que también se transmiten por aerosoles”. El objetivo: mejorar el aire, la salud y la vida tanto en exteriores como en interiores.
Renfe y la pandemia
La propuesta del investigador Xavier Querol contrasta con la realidad. Los maquinistas de Renfe han convocado una huelga, con paros varios días de este mes de octubre, para reclamar que se vuelva a la misma circulación y frecuencia que antes de la pandemia. Acusan a la dirección usar “la excusa del COVID” para hacer recortes.
“No entendemos con los indicadores de movilidad que tenemos a día de hoy no se hayan restablecido, con el perjuicio que conlleva para los usuarios y la incomunicación de ciertas zonas del territorio”, afirmó Diego Martín, del Sindicato Español de Maquinistas y Ayudantes Ferroviarios (SEMAF) en una entrevista en el Canal 24 Horas, en el primer día de paros, este jueves. El portavoz exigió los suficientes “recursos para esa vuelta a la normalidad” y denunció que las plantillas habían quedado “mermadas”.
Renfe tiene 637 trabajadores menos al cierre de 2020 que en el año 2019, cuando alcanzó los 15.053 trabajadores, según el informe de responsabilidad social y gobierno corporativo de la empresa pública, que daba cuenta de un año “difícil” por las restricciones a la movilidad. Se ha reducido el personal de administración, conducción, departamento comercial y talleres, pero no la estructura de dirección que ha pasado de 893 a 947 personas: 54 más.