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Cómo evitar otra pandemia: la solución está en el aire

SOFÍA SOLER
8 min.

"Hace más de 100 años, la gente aceptaba las enfermedades transmitidas por el agua como algo normal. Actualmente, aceptamos los resfriados y la gripe como algo normal". Pero, ¿y si eso pudiera cambiar? "Si tratamos nuestro aire como tratamos el agua potable, podemos reducir en gran medida las infecciones respiratorias y los costes asociados". Y tal vez, así, evitar una nueva pandemia como la del coronavirus.

La catedrática de Ingeniería civil y medioambiental, experta en la transmisión aérea de virus, Linsey Marr, resumía así el artículo publicado en la revista Science que firma junto a 38 científicos de más de una decena de países, entre ellos España. En él, reclaman un "cambio de paradigma" en la prevención de enfermedades que se transmiten por el aire, con medidas muy concretas sobre la ventilación y la calidad del aire que respiramos en interiores.

Si no actuamos, dentro de cinco o diez años llegará otra pandemia y diremos: no hemos hecho nada, no aprendimos la lección

“Si no actuamos, dentro de cinco o diez años llegará otra pandemia y diremos: no hemos hecho nada, no aprendimos la lección”, advierte a RTVE.es José Luis Jiménez, profesor de química de la Universidad de Colorado, en Estados Unidos, y otro de los firmantes.

La vida en interiores

"Muchas personas pasamos la mayor parte de nuestro tiempo en interiores. Te levantas por la mañana después de haber estado durmiendo en casa, coges el metro o el autobús, llegas a la oficina...”. Xavier Querol, investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC), también autor del artículo, describe cómo pasamos entre "el 80 y el 90 %" de nuestro día a día en interiores, porque a la rutina laboral se le suma el tiempo en cafeterías, bares, tiendas o supermercados.

Después de más un año aprendiendo sobre el coronavirus y con la experiencia de otros virus respiratorios en el pasado, la comunidad científica hoy asume que los espacios cerrados son el escenario de la mayoría de los contagios. Sin embargo, el proceso ha sido lento. Hasta marzo de 2021, la Organización Mundial de la Salud (OMS) no publicó una guía de ventilación de interiores y fue el mes pasado cuando subrayó, por primera vez sin rodeos, la transmisión por aerosoles del coronavirus. “Eso ya es darle importancia”, celebra Querol.

“La gripe del invierno es como una pequeña pandemia todos los años"

Pero, ¿por qué tan tarde? “Porque por vía aire cuesta más de demostrar”, nos explica. “El agua ves que tiene mala calidad con el sabor, el olor o color. La bebes y te pones enfermo. Pero con el aire es mucho más difícil”. Ahora, con esto probado y asumido, el siguiente paso es mejorar de forma sistemática cómo medimos, ventilamos y filtramos el aire de los interiores para eliminar los patógenos. “Y no solamente para el COVID, sino para otras infecciones respiratorias”, añade el investigador del CSIC.

Jiménez, desde Colorado, coincide en este punto. “La gripe del invierno es como una pequeña pandemia todos los años. Se muere mucha gente. Y esto es algo que también se puede mejorar mucho. Igual que los catarros. No puede ser que nuestros hijos vayan a la escuela y siempre vuelvan con un catarro cada dos semanas”, insiste. “Cuando nos dimos cuenta de que el cólera se transmitía por el agua se tomaron medidas. Ahora, que nos hemos dado cuenta, tenemos que tomar medidas”.

Medidas sencillas para respirar mejor

Igual que hoy asumimos que el agua que sale de los grifos no nos va a poner enfermos, conseguir una buena calidad del aire “no es tan difícil ni tiene que ser tan caro”, señala José Luis Jiménez. Se puede resumir en cuatro pasos: medir el CO₂ de las estancias, ventilar siempre que sea posible, filtrar el aire cuando sea necesario y -solo en casos concretos- recurrir a tecnologías más avanzadas y costosas, como la luz ultravioleta.

“Desde luego es un coste muy pequeño comparado con el que ha tenido, por ejemplo, la pandemia de coronavirus para la economía española y la salud”, valora. En las escuelas de Taiwán, por ejemplo, hay un medidor de CO₂, visible para todos, como si fuera un reloj.

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Las medidas pueden ser aún más simples, como favorecer las actividades al aire libre, donde las enfermedades respiratorias se contagian peor, con espacios a disposición en escuelas y oficinas. En cambio, Jiménez desaconseja los sistemas químicos para “matar el virus en el aire”, porque son perjudiciales para nuestra salud.

Un nuevo enfoque de la calidad del aire no puede abordarse sin reparar en la contaminación, algo que afecta a los métodos que se utilicen, pero también al diseño de las medidas. “El cambio climático es un problema más gordo que la COVID, no podemos permitirnos derrochar energía, sobre todo, mientras la saquemos todavía de combustibles fósiles”, apunta el químico de la Universidad de Colorado.

Por su parte, Querol propone tener en cuenta el tráfico de los alrededores de los colegios, por ejemplo, a la hora de definir de dónde viene la ventilación, si se necesitan filtros o no para evitar respirar el aire más contaminado. “Haciendo una pequeña inversión adicional cuando se construye un edifico público, podemos evitar muchos costes”, coincide.

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Un cambio de paradigma

“La arquitectura y las ciudades responden a las pandemias”, señaló la reputada arquitecta Beatriz Colomina, en una entrevista para Informe Semanal, pese a reconocer que “en cuanto pasa la pandemia, nos olvidamos”. Por eso mismo, el grupo de investigadores que firma el artículo en Science cree que este es el momento propicio para un cambio de paradigma.

Ponen como ejemplo la reforma impulsada en 1842 por Edwin Chadwick tras una epidemia de cólera. Su ‘Sanitary Report’ constató la responsabilidad de los gobiernos en la salubridad de la ciudad y sentó las bases para organizar el alcantarillado y el suministro de agua en Reino Unido y, luego, en todo el mundo.

“A nivel nacional, cada uno de nosotros hemos intentado arrimar el hombro para que nuestros políticos tuvieran más fundamentos a la hora de tomar decisiones. Hicimos una guía para ventilar escuelas, que luego se aplicó de manera muy generalizada. Hicimos informes para ver cómo se tenía que ventilar en el transporte público”, reivindica Querol, que asesora al president de la Generalitat Valenciana. Para él, su labor es la de aportar evidencias, pero a los políticos les corresponde actuar.

De la ciencia a la política

Precisamente, el error que supone no trasladar el conocimiento científico a la acción política es una de las advertencias del informe recién publicado de un equipo de investigadores independientes sobre la respuesta a la pandemia de coronavirus. "La catástrofe se podía haber evitado", concluyeron, con reproches tanto hacia la Organización Mundial de la Salud como hacia los Gobiernos nacionales.

“Las recomendaciones fueron completamente ignoradas”, remachó una de las autoras, la española Helena Legido-Quikly, experta en Salud Pública de la Universidad de Singapur, en una entrevista en el Telediario, sobre esa brecha entre las advertencias en los últimos años de los científicos y la falta de preparación de los sistemas sanitarios globales. El resultado es hoy conocido: los sistemas de vigilancia de la OMS fueron demasiado lentos, la mayoría de los países perdieron un “valioso” tiempo en febrero con su inacción y, entre todos, demostraron la ausencia de liderazgo a nivel internacional.

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Por ello, el grupo ‘COVID-19: Haz que sea la última pandemia’ pide dotar a la OMS de los poderes necesarios para investigar los brotes que preocupen, “de forma rápida y con garantías de acceso”, para que pueda informar al mundo con la mayor premura. Pero su actuación quedará en balde si no se cuenta con mecanismos internacionales de financiación para vacunas, diagnósticos, terapias y fortalecimiento de los sistemas de salud, que deberían impulsar sobre todo los países del G7.

“Las pandemias suponen una amenaza potencial para la humanidad y deben ser elevadas al más alto nivel”, advierten sobre la necesaria conciencia del riesgo.

“Los políticos necesitan que la sociedad les empuje”, concluye, por su parte, Jiménez, reconociendo su parte como científico. “Yo nunca había sido un activista, pero nos tenemos que convertir todos un poco en activistas. Sin pausa y sin prisa, tenemos que seguir insistiendo, insistiendo, insistiendo y no dejar que se olviden”. El objetivo: que este año de pandemia nos haya enseñado el camino de la prevención de muchas enfermedades respiratorias.

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