En el Centro de Salud de San Fermín (Usera), situado en una de las áreas sanitarias de mayor incidencia de COVID-19 de Madrid, los aplausos a los sanitarios no se han extinguido del todo. Cada jueves por la tarde, asociaciones vecinales acuden a su entrada para defender con pancartas y palmas la sanidad pública y la atención primaria. Los médicos del centro confirman el problema: “Todos los días quedan pacientes por atender y llamadas por hacer”.
La segunda ola, asimétrica en su impacto en España, saturó la atención primaria desde agosto, pero en octubre afecta, en mayor o menor medida, a toda la cadena del circuito de diagnósticos: médico de cabecera, especialistas, pruebas diagnósticas y, por último, quirófano. El tamaño del tapón no se puede conocer: no existen cifras oficiales ni por parte del Ministerio de Sanidad ni por parte de las consejerías autonómicas desde el inicio de la pandemia.
“Nadie quiere publicarlos porque van a ser terroríficos”, vaticina Antonio Cabrera, secretario general de la Federación de Sanidad de CC.OO. “Si el año pasado, con el 100% de funcionamiento, incrementamos en 400.000 personas la lista de espera quirúrgica, este año, según nuestros cálculos, hemos superado el millón”.
Las sociedades médicas por su parte muestran su preocupación por un efecto de acumulación: al crecimiento de pacientes de COVID-19 hay que sumar el seguimiento que todavía hay que realizar a los que superaron la primera ola con secuelas, la nueva temporada de enfermedades respiratorias y el resto de patologías habituales ¿Estamos preparados?
Atención primaria: un cuello de botella en el inicio
Aunque, en general, la presión asistencial difiere según la comunidad, la fotografía de la atención primaria es muy parecida en todos los territorios desde el momento que asumieron las labores de rastreo de la pandemia. “La Comunidad Valenciana, por ejemplo, contrató 300 rastreadores específicos y está dando mejor respuesta, pero en general la situación es dramática”, denuncia Cabrera.
Amnistía Internacional ha elaborado un informe sobre la Comunidad de Madrid que pone cifras al embotellamiento: entre 45 y 100 pacientes diarios, médicos que reciben entre 210 y 230 llamadas al día, listas de espera para una consulta de dos semanas, o reducción a la mitad del tiempo de atención de cada paciente.
La actual huelga de atención primaria en Cataluña pone de relieve un factor agravante: las renuncias de profesionales asfixiados en un sector precario. "Hemos pedido que se elimine la tasa de reposición para que los contratos sean interinos aunque sean de un año", dice Cabrera.
Especialistas: telemedicina de guerrilla
María, 70 años, vive en Madrid capital y arrastra fuertes dolencias en la espalda. Su contacto con el médico de cabecera es telefónico y en abril le dieron cita con el traumatólogo para diciembre, pero ante la insistencia de las molestias sopesó acudir a la sanidad privada. “Ni siquiera fue una solución: no me daban cita antes de mes y medio”, detalla.
Los retrasos en la derivación hacia los especialistas preocupan mucho a la Asociación Española contra el Cáncer, que todavía está en fase de recopilación de datos del impacto. “Cada día mueren 300 personas de cáncer en España: no podemos permitirnos retrasos en los diagnósticos”, alertan. La Sociedad Española de Oncología calcula que se han detectado solo un 20% de los casos que tenían que haberse diagnósticado. Cabrera añade: “nos preocupan muchísimo las personas con pluripatología, que requieren un seguimiento continuo: vamos a empeorar mucho en datos de salud porque ese seguimiento se está haciendo vía telefónica”.
En la primera ola, fueron llamativos los retrasos en los diagnósticos cardiacos, infartos incluidos, ante el miedo al virus. Superada esa fase, se añaden ahora los miles de enfermos de covid que pasaron por la fase aguda de la enfermedad y necesitan seguimiento, como los que experimentaron grados de inflamación moderados o importantes del corazón.
“"Hemos forzado la telemedicina pero no se ha alcanzado el nivel óptimo de una prestación de calidad"“
“La lista de espera ha aumentado indudablemente, a excepción de CC.AA. como Galicia, Asturias o Cantabria”, ilustra el doctor Ángel Cequier, presidente de la Sociedad Española de Cardiología. “En Madrid desde hace cuatro semanas han tenido que interrumpir mucha de la labor asistencial no covid”.
Manuel Castellanos, paciente en varias especialidades, enumera en RNE su rosario de anulaciones. "Tenía un médico de retina en mayo y lo anularon, también dos citas de digestivos, con el endocrino me anularon dos citas y me la hicieron por teléfono, y el cardiólogo igual".
“El problema es que quedan remanentes de la primera ola y estamos viendo que enfermedades y patologías no covid están experimentando consecuencias importantes", opina Cequier. “Es una segunda ola de menos ingresos hospitalarios, pero aumenta la complejidad de pacientes crónicos que no están ingresados y necesitan seguimientos más estrechos”.
En ese sentido la telemedicina ha sido una solución de guerrilla. “En un momento como el actual, con mucho virus, forzamos la telemedicina, pero globalmente no se ha alcanzado el nivel óptimo de una prestación de calidad con la telemedicina en España”, piensa Cequier. “Ha sido muy positiva y ha venido para quedarse pero su prestación es muy diferente en unas áreas y otras”.
Pruebas diagnósticas: demoras en Madrid y Barcelona
Carlos, 46 años, es enfermo de esclerosis múltiple del tipo recurrente-remitente desde 2014. Todos los años le realizan una resonancia magnética y un análisis en los que a veces detectaron nuevas lesiones cerebrales que hicieron cambiar la medicación. Pero en 2020 todavía está a la espera.
"He tenido cosas que consultar con mi neurólogo y no me han atendido”, explica. “Mi caso no es gravísimo porque no he tenido un brote de esclerosis en estos años, pero siento un abandono total por parte de la sanidad y soy un enfermo crónico. Me parece bien que se aumenten los esfuerzos para la COVID pero no se puede desatender el resto de enfermedades".
Los técnicos de pruebas, tercer peldaño del circuito, claves para un diagnóstico preciso, trabajan a destajo para recuperar la carga atrasada mientras ven acercarse la nueva ola. “Donde antes hacían 10 resonancias, ahora tienen que hacer 15. El volumen de trabajo ha aumentado y existe miedo a que la segunda ola pare el trabajo y no se pueda recuperar el retraso acumulado desde marzo”, explica María Jesús Suárez, presidenta de la Asociación Española de Técnicos en Radiología, Radioterapia y Medicina Nuclear”.
Las informaciones en este nivel también divergen según la autonomía. “En el País Vasco lo llevamos mejor, aunque se ha generado cierta demora, pero Madrid y Barcelona están sufriendo verdaderos retrasos”.¿Llegan tarde los pacientes a las pruebas diagnósticas? “Sí, porque les atienden tarde en atención primaria, cuesta más que los deriven al especialista y, cuando llegan al escáner o mamografía, se ve cierta demora: la pandemia pasa factura en todos los aspectos”. También advierte de los peligros de la telemedicina. “Se ve en el cáncer de mama: en un bulto de nueva aparición, como no tienen consulta presencial, se gestiona todo con la explicación del paciente".
“"Cuesta más que deriven al paciente al especialista y, cuando llegan al escáner o mamografía, se ve cierta demora"“
En ocasiones, la solución ha pasado por recuperar los retrasos –ya fuera en pacientes oncológicos o pendientes de una prótesis- a costa de la propia seguridad. “Los jefes de servicio de rayos X han querido recuperar el atraso y en verano había un caos en el que no se distinguía entre circuito limpio y sucio: todo valía porque había que sacar el trabajo adelante. La seguridad ha sido un problema y lo sigue siendo: en el Hospital Ramón y Cajal (Madrid) un técnico de rayos tiene una mascarilla quirúrgica para toda la semana”.
Quirófano: retrasos en operaciones benignas
Marco, malagueño de 20 años, se lesionó practicando deporte en agosto. La resonancia llegó rápido y el diagnóstico también: rotura de menisco. “Me dijeron que me ponían como preferente pero no sé nada más. Físicamente es doloroso, pero también es duro no tener información”. Pedro Jurado espera una operación de vesícula: "En la espera se me produjo una hernia, ahora son ya dos operaciones, pero sigo en la lista de espera".
Las cirugías, último escalón del atasco, pasaron de cero a cien en la desescalada, pero todavía no han recuperado la normalidad. “Ahora estamos estabilizados, en una meseta, con números que nos preocupan porque no sabemos la evolución, pero no hay crecimiento”, define Salvador Morales Conde, presidente de la Asociación Española de Cirujanos. Algunos hospitales, como el 12 de Octubre de Madrid o el Hospital del Mar en Barcelona, sí han tenido que cerrar quirófanos ante el crecimiento de pacientes de COVID-19.
¿Todavía colean retrasos de la primera ola en la mesa de quirófano? “Sí, de hecho, algunas CC.AA. como Andalucía han hecho un plan de choque con programas de horas extras por las tardes para recuperar pacientes”, explica Morales, que ejerce en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla.
“"En los quirófanos se priorizan pacientes cuya calidad de vida ser vería afectada si se retrasa la cirugía más de tres meses"“
Sin incidencias en las operaciones oncológicas y urgentes, el matiz está en las operaciones benignas. “Hay hospitales que están realizando todas y otros donde se hace lo benigno prioritario: pacientes cuya calidad de vida ser vería afectada si se retrasa la cirugía más de tres meses”, define. Para la programación se atiende a los criterios de los equipos multidisciplinares de los hospitales y a las recomendaciones de las sociedades científicas nacionales e internacionales sobre cómo priorizar a los pacientes.
Morales dice que el temor continúa pero, a diferencia de la primera ola, han aprendido a trabajar con seguridad. Puntualmente, llegan pacientes graves con retraso. “Un paciente me comentaba que sangraba durante el confinamiento, pero se hizo la colonoscopia tarde y ha llegado con el cáncer más avanzado, pero en este caso no ha sido falta de recursos sino miedo al virus”.
¿Soluciones? Para los sindicatos, más plantilla. “Ya era insuficiente antes de la pandemia y ahora hay que adecuarla a una nueva realidad. Harían falta 62.000 profesionales (entre ellos 14.000 médicos y 15.000 enfermeras) y, sobre todo, en atención primaria, que es donde está el mayor colapso”, desgrana Cabrera.
Porque todos coinciden en que incertidumbre es la mejor definición para la situación. “No tenemos la bola mágica para saber qué va a pasar con la COVID -dice Morales- pero ni como cirujano ni como ciudadano esperaba que la segunda ola llegase tan pronto”.