Desconcierto, preocupación, rabia e indignación son solo algunas de las palabras que se repiten al conversar en este primer día de octubre con los vecinos de distintos barrios de la ciudad de Madrid. Independientemente de cuál sean las circunstancias en las que vivan actualmente, con restricciones de movilidad o sin ellas, en lo que coinciden es en una crítica muy rotunda hacia la gestión política tras el enfrentamiento que protagonizan el Ejecutivo central y el autonómico a cuenta de las nuevas medidas para frenar el COVID-19 en la región.
Tal es el "mareo", que muchos madrileños desconocen aún que el Ministerio de Sanidad ha dado un plazo de 48 horas al Gobierno liderado por Isabel Díaz Ayuso. Sin embargo, una cosa sí tienen muy clara algunos: la clase política demuestra no estar “a la altura” en un momento crítico.
Así lo subraya José, un joven con el que RTVE.es ha conversado a la entrada de la floristería en la que trabaja, ubicada en el barrio de Legazpi, donde, de momento, no existe ninguna limitación de la movilidad.
“Claro que hay que tomar medidas, pero hay que saber cuáles tomar y llegar a acuerdos. No puede ser que cada gobierno (en referencia al de Madrid y al de España) tire para un lado. Lo están haciendo fatal todos. Hace falta que dejen de marearnos ya y tomen medidas justas y consensuadas, que piensen en la salud de la gente y todos vayan a una. Parece que seguimos con la eterna pelea de la izquierda y la derecha y da igual que muera gente”, lamenta José, que considera que la gestión de la segunda ola en la región es “un despropósito”.
Él sigue sin entender por qué, hasta ahora, solo se ha limitado la movilidad de los “barrios humildes” y no se ha aplicado un criterio común y fundamentado. Su propia experiencia le hace pensar que las primeras medidas tomadas son "absurdas" porque él vive en Carabanchel, uno de los barrios donde la movilidad está limitada, y tiene que desplazarse cada día en transporte público a ese barrio en el que sí hay libertad para moverse.
“No podría venir aquí para tomarme una copa pero sí para servirla. No tienen ningún sentido. Es normal que el Gobierno central quiera intervenir porque lo de Madrid es increíble”, opina.
Se sienten "abandonados a su suerte"
Maite, una vecina del distrito de Usera, que sí está entre los que han sido “confinados”, es aún más rotunda con su crítica a la gestión de la pandemia en la región. Ella dice que los madrileños “están perdidos” y “abandonados a su suerte”.
“La gente común estamos dispuesta hacer muchos esfuerzos y sacrificios pero es desazonador ver que en plena crisis sanitaria se vacían los centros de atención médica y casi se vacían los hospitales mientras la señora responsable se pavonea como si estuviera de fiesta y aplaude los hospitales", señala esta mujer, que considera que la presidenta de la comunidad y el alcalde de la capital son “la pareja del ‘vamos a hacer’” que finalmente “no hace nada”.
“Deberían ir de la mano y no hacen más que complicar la situación“
A Miguel Ángel, un vecino del centro de Madrid, lo que más le enfada, dice, es el “enfrentamiento” entre el Ministerio de Sanidad y el Gobierno regional y cree que todos los dirigentes deberían dejar a un lado sus discrepancias en beneficio de una sociedad cada vez más "quemada".
"Ya no se trata de que seas de un partido u otro sino de que piensen, sin más, en los ciudadanos. Deberían ir de la mano y no hacen más que complicar la situación", apunta Miguel Ángel, convencido de que hay que tomar medidas “ya” porque “los hospitales están cada vez más saturados” y los datos no hacen más que empeorar.
"Ayuso a este paso acabará en los tribunales y no tiene sentido. Si las medidas se tienen que aplicar para que mejoremos pues tendrán que aplicarse nos fastidien o no", opina.
Piden claridad: "Primero decían una cosa y ahora la otra. Es agotador"
En líneas generales, lo que piden los vecinos consultados en diferentes barrios de Madrid es entendimiento político y claridad con los ciudadanos, que a primera hora de este jueves no sabían todavía qué medidas se van a tomar y cómo les afectarán.
“Está siendo un lío. Primero decían una cosa y ahora la otra. Es agotador. La presidenta parece que lo que quiere es llevar la contraria”, dice Esperanza, que regenta un pequeño comercio en la capital y que camina por un parque junto a Claudia, quien ve necesario un “encierro controlado” y extendido a todo Madrid y no solo a unas zonas determinadas.
No se trata, dice esta última mujer, de que “no se pueda salir para nada” sino de que limiten las reuniones, los encuentros en los parques y el ocio para frenar la expansión sin que la economía salga muy damnificada.
De esto último duda María. Ella es camarera en una cafetería del centro de Madrid y no tiene nada claro que las nuevas restricciones sean oportunas. Sabe que la salud es lo primero, pero teme que el sector de la hostelería se vea golpeado nuevamente.
“He perdido ya un trabajo y ahora he tenido que coger dos empleos como camarera a la vez. Estoy sin dormir”, dice. Su mayor miedo es que tras aplicarse las restricciones la gente “ya no salga para nada” y ella vuelva a perder su trabajo.
"Que cierren todo Madrid"
Alejandro, que trabaja en una pequeña frutería ubicada en la calle Embajadores, lo ve de manera distinta. Él sí cree que las medidas son necesarias y pide “que cierren todo Madrid”.
“Yo vivo en una zona que está ya confinada y mis padres también, pero trabajo aquí donde no hay restricciones. ¿Qué lógica tiene, si vas saltando de unos barrios a otros?”, se pregunta el joven, que admite estar preocupado.
“Ya estamos bajando mucho la venta. A esta hora antes teníamos mucha gente y ahora estamos vacíos. Se nota que la gente ya se corta y me imagino que luego será peor. Pero preferimos parar ahora, que todavía podemos aguantar, antes que hacerlo más adelante, cuando sea peor, porque podemos acabar en la ruina”, añade.
La indignación crece cada día en los barrios con restricciones
Aunque las sensaciones que describen los ciudadanos en los distintos barrios son comunes, el grado de indignación que se percibe es aún mayor en el caso de las zonas en las que ya se han aplicado restricciones a la movilidad. La experiencia que relatan los vecinos de estos barrios sirve, además, para anticipar las situaciones que podrían darse en otros puntos de la Comunidad de Madrid una vez que se extiendan las limitaciones.
Desde las 00:00 horas del pasado lunes 21 de septiembre, una parte del barrio de San Andrés, en el distrito de Villaverde, comenzó a aplicar las restricciones impuestas por la Comunidad de Madrid para frenar los contagios de coronavirus. Era una de las 37 zonas básicas de salud que superaban los mil contagios por 100.000 habitantes.
“El ciudadano está en un pozo, cayendo al vacío”, explica Esther, la enfermera del CEIP San Carlos. “Vivo en Leganés y desde que comenzaron las restricciones no he visto a la policía nada más que un día en la rotonda de entrada a Villaverde por el polígono”, denuncia esta sanitaria que estuvo en IFEMA y que, por las tardes, trabaja en un centro de salud en Móstoles. “No se está haciendo seguimiento del confinamiento por la autoridad, y como la gente no ha visto movimiento de policía o de guardia civil o de quien corresponda… pues sigue haciendo vida normal”, explica Esther. “Si ellos no se lo toman en serio, nosotros tampoco”, concluye esta sanitaria mientras pone hielo en la frente y consuela a un niño que viene lesionado del patio.
"Me parece que todo sigue igual"
“Yo no he notado nada, me parece que todo sigue igual”, corrobora Ana, jefa de estudios del centro de educación infantil y primaria ubicado en la zona restringida del barrio de San Andrés. “Vivo en Alcocer y trabajo en San Andrés, aunque paso la mayor parte del tiempo en la Ciudad de los Ángeles. Como está todo junto, pues no he notado nada”.
“El miedo es lo único que hace que la gente se corte un poco”, apunta Antonio, ordenanza municipal. “Yo vivo en El Espinillo, pero todos los días vengo a San Andrés a trabajar y, como mis padres viven aquí, me estoy quedando algunos días en su casa a dormir para no tener que cambiar de zona”, explica mientras se coloca la mascarilla con cuidado. “Los que somos más aprensivos vemos que hay gente que no tiene el cuidado que debería, pero no puedes hacer nada”, sigue contando al tiempo que saluda a vecinos que van y vienen por la acera del barrio.
“Sí que se nota más policía, pero van en coche; apenas si hay controles“
“Sí que se nota más policía, pero van en coche; apenas si hay controles”, coincide con el resto de entrevistados. “Aunque también es cierto que a mi hermano le pararon el otro día y se pusieron un poco bordes con él. Y eso que vive en una calle que no está restringida”, argumenta Antonio.
No es fácil conocer qué calles de San Andrés están restringidas y cuáles no. El distrito de Villaverde, con 149.000 habitantes y un 19% de inmigración, cuenta con siete zonas básicas de salud. Cuatro “confinadas” y tres en la “nueva normalidad”.
““Al que se le ocurrió lo de ‘confinar’ por barrios debía de ser un becario”“
“Al que se le ocurrió lo de ‘confinar’ por barrios debía de ser un becario”, se disculpa Carlos tras el mostrador de su tienda de confecciones. “Esto es un auténtico lío”, apunta Gema desde el otro lado del local mientras atiende a la única clienta que hay en ese momento. “Nosotros hemos notado menos clientela, pero no sabemos si es por las restricciones o porque también coincide el final de temporada de verano y principio de otoño”, intenta explicar Carlos.
“Lo cierto es que algunos de los barrios de al lado no se atreven a venir pero luego hay gente que viene desde la otra punta de Madrid. No hay por donde cogerlo”, encoge los hombros Carlos en un gesto entre la resignación y la desesperanza.
En la puerta del mercado municipal de Villaverde Alto una mujer de ojos claros y mascarilla a juego pide con un vaso de plástico. “Empecé a pedir el día de las restricciones porque soy de otro barrio, muy lejos. Aquí no me conoce nadie y, como no pueden entrar, estoy más tranquila”, explica sin querer dar su nombre. “Los servicios sociales me ayudan algo, pero sólo el alquiler de la habitación son 500 euros y, a mi edad –rondará los 55 años- es muy complicado encontrar trabajo”, se disculpa la mujer con un marcado acento madrileño.
Menos clientela en los comercios desde que limitaron la movilidad
Julio, el de la churrería más cercana al centro de salud de San Andrés, asegura que “desde las restricciones habremos perdido otro 25% de clientela que hay que sumar a lo que veníamos arrastrando”. Y cuenta que los sanitarios “no dan abasto haciendo PCRs, andan por las 150 diarias entre el turno de mañana y el de tarde; es que ni se pasan por aquí a tomar café”.
Desde el lunes pasado a Julio han dejado de venirle los clientes habituales de los barrios cercanos que paseaban hasta su local, famoso por sus deliciosas porras. “No vienen los de Ciudad de los Ángeles ni los de Leganés, que estaban aquí a desayunar todas las mañanas”, explica este hostelero. Mientras hablamos entra un matrimonio a saludar, a preguntar por los camareros que están en ERTE y a disculparse entre lágrimas por no tomar nada.
Isaac está indignado porque hay un control de policía en la zona de Zarzillo, donde la antigua fundición, “y no paran ni al tato”. Trabaja en el polígono de Las Palmeras, en Leganés, y todos los días va caminando desde Villaverde Alto. “Es vergonzoso”.
Desde hace diez días se supone que los vecinos no pueden salir ni entrar de la zona sin motivo justificado, ni reunirse en grupos de más de seis personas, ni utilizar los parques y jardines que han sido clausurados. Sus comercios, bares y restaurantes han reducido el aforo al 50% y sus iglesias a un tercio. A las 22:00 tienen que cerrar todos los establecimientos y, según la administración autonómica, la policía sancionaría a quienes incumpliesen la nueva normativa una vez pasadas las primeras 48 horas en las que únicamente informarían.
Crece la indignación en Villaverde, como los casos de coronavirus. El pasado 21 de septiembre el centro de salud de San Andrés notificaba 1.109 casos confirmados totales. Diez días después, con las restricciones, son ya 1.486 los que hay contabilizados.