María Rosa Valls dirige desde hace diez años la residencia Mirasierra de Sanitas y en una de sus frecuentes reuniones durante la pandemia con su equipo les planteó una teoría: "Imaginad que tengo once niños y quiero salvarlos a todos. Chicos, esto va de la vida y la muerte, todo lo demás es adorno. Hay que pelear, no se pueden morir".
La residencia, en el barrio residencial de Mirasierra, ha comenzado estos días a suavizar las medidas de confinamiento, igual que el resto de estos centros en Madrid, pero decenas de ellos han vuelto a vetar las visitas de las familias por la detección de nuevos positivos en sus instalaciones.
Uno de los principales focos de la pandemia en la región han sido las residencias, en las que han fallecido 5.987 mayores desde el 8 de marzo. La letalidad del virus en mayores de 80 años es muy superior al resto de la población.
El miedo a pasar por lo mismo
"Tenemos miedo de volver a pasar por lo mismo", el mismo temor que late en hospitales y familias, explican a EFE Valls y la supervisora de Mirasierra, Cristina Malpica.
Durante este tiempo, "hemos aprendido a dosificarnos mejor, a tener una visión de futuro y ser más previsores y precavidos y a meditar las cosas. Lo viviríamos diferente y mejor, pero nos da miedo, nos da miedo", repite Valls, en cuyo centro sufrieron la pérdida de una persona por la covid y registraron 17 positivos que ya se han curado.
"Creo que hemos salvado vidas de verdad y estoy orgullosa de mi equipo porque lo han dado todo", añade Valls, quien explica que el impacto de la pandemia llegó a su centro a finales de marzo, más tarde que en el resto de residencias madrileñas.
En Mirasierra viven 94 usuarios, muchos con deterioro cognitivo y demencias severas. En España, el perfil de un residente es el de un octogenario con pluripatologías y que toma al menos cinco fármacos.
Recalca, por su lado, Cristina Malpica que la plantilla está tocada física y psicológicamente y elogia la labor de las auxiliares: han estado en "la primera línea de fuego" y han trabajado en duras condiciones con sus EPIS, sufriendo "un calor espantoso".
Estas auxiliares, a diferencia de numeroso personal de residencias en España, han contado con materiales de protección, porque este grupo empresarial hizo una compra masiva en enero y hoy disponen de un stock para dos meses.
Desde Mirasierra, su jefe de mantenimiento, Daniel Fernández, se ha encargado de la logística de repartir semanalmente "cajas y cajas" de material sanitario a las 47 residencias del grupo empresarial en toda España. Un garaje se convirtió en un improvisado almacén desde el que organizar, no sin estrés, la distribución, explica.
La teoría de los once niños
La experiencia, coinciden Valls, Fernández y Malpica, ha hecho que el equipo esté más unido y fuerte, ya que en definitiva "saca lo mejor de las personas". En una de las frecuentes reuniones mantenidas durante esta crisis, Valls les habló de una teoría.
"Imaginad que yo tengo once niños y los quiero salvar a todos. Chicos, esto va de salvar vidas y todo lo demás son tonterías. Hay que sacarlos como sea, hay que hacer lo que tengamos que hacer y tenemos que sacarlos adelante. No se pueden morir. Tenemos que pelear como sea. Esto va de la vida y la muerte, todo lo demás es adorno. Va de eso".
Las derivaciones a los hospitales
Al haber entrado el virus más tarde en esta residencia, explica su directora, no han tenido problemas con "las pocas" derivaciones hospitalarias que han hecho. "Diría que hemos tenido la ambulancia en la puerta en menos de media hora. Ha habido un apoyo absoluto de los geriatras de La Paz".
Una de las razones de las escasas derivaciones estriba también en que todas las residencias de este grupo tienen médico y enfermería.
Recientemente ha implantado una videoconsulta 24 horas con servicio médico de modo que "nuestro médico con el paciente 'in situ' puede consultar con un especialista, lo que supone que no hay que derivarle al hospital si no es estrictamente necesario y tenemos un diagnóstico en menor tiempo, evitando un desplazamiento y minimizando en estos momentos el riesgo de sacar a una persona del centro", añade Valls.
Un hospital de campaña
La pandemia ha impulsado al grupo empresarial a montar unidades geriátricas para agudos en varios de sus centros, una "especie de hospitales de campaña".
Se organizaron "en previsión de lo que pudiera pasar", indica Malpica. Al de Mirasierra se le dotó de siete camas y el material necesario para aquellos mayores que pudieran sufrir complicaciones.
Carlos Oliva, un marino que lo que más teme es la muerte
Carlos Oliva, de 78 años, estuvo "fastidiado" en octubre pasado cuando le ingresaron en La Paz a consecuencia de una insuficiencia respiratoria. Le diagnosticaron neumonía y dice que "le pincharon por todos los lados para conocer el origen". "Creo que ya había bichillos volando".
No lo ha pasado mal durante el confinamiento, porque es marino: "En un barco es normal navegar durante un mes. Es cuestión de mentalizarse y tomártelo con tranquilidad", señala sonriendo.
Lo que más teme es la muerte. "A eso lo teme todo el mundo. La peor secuela de la COVID es morirte", afirma Oliva, que confiesa llevar muy mal la irresponsabilidad de la gente cuando la ve sin mascarilla en la televisión, sobre todo los jóvenes.