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El miedo al desconfinamiento: "Hay que huir de optimismos tóxicos; son tiempos difíciles para el bienestar"

CARLOS VILLANUEVA
6 min.

Después de siete semanas de confinamiento, la desescalada y la posibilidad de salir de nuevo a la calle nos exponen a una situación nueva, algo que no habíamos vivido antes y que plantea sus complicaciones particulares.

Nos habíamos aferrado a la obligación de quedarnos en casa para sentirnos útiles en nuestra responsabilidad de evitar la expansión de la pandemia de coronavirus. En muchos casos, con secuelas psicológicas. Pero ahora nos situamos ante un escenario nuevo: la salida a un mundo exterior diferente al que conocíamos antes de recluirnos.

Así como el encierro ha podido generar en muchas personas sentimientos de ansiedad, apatía, pérdida de la ilusión, la motivación o incluso síntomas físicos como alteraciones de peso o dificultad para despertarse, en otros casos ha dado lugar a una sensación de refugio, seguridad y comodidad.

Desde que el día 4 de mayo entró en vigor la Fase 0, el permiso para salir de nuevo a pasear y la perspectiva de, en próximas fases, ir retomando paulatinamente nuestra vida comunitaria y exterior está generando sensaciones opuestas. No todo el mundo se encuentra preparado para disfrutar de la libertad limitada, algunos tienen miedo al contagio y otros, sencillamente, han descubierto cierto placer en el aislamiento y los nuevos hábitos.

"Cuando llega el momento de poder salir, nos surgen temores que son adaptativos y sensatos, son lógicos. Si no es algo extremo ni patológico, no hay que dramatizar", explica a RTVE.es María Yela, psicóloga de centros penitenciarios. Temores, recelos, inseguridades y ansiedades que se pueden sufrir sin paceder ninguna patología psicológica previa.

El miedo será "muy real, muy normal y muy extendido"

Hablamos de un miedo "muy real, muy normal y muy extendido y que, a veces, incluso, no se identifica como temor", sino que se confunde con "letargo y falta de ganas de salir", explica la psicóloga Raquel Errazquin. Si no se trata de un problema grave, "forma parte del proceso de adaptación y es normal sentir miedo porque la COVID-19 sigue ahí". Incluso, coinciden todos los expertos consultados por RTVE, sentir cierto miedo "es adaptativo y bueno, porque nos previene y nos mantiene alerta" ante el contagio.

También la psicóloga Teresa Hernando incide en que "no hay que estigmatizar las sensaciones negativas ante situaciones que, supuestamente, deberían ser gratificantes". Es "perfectamente razonable" y aceptable tener sensaciones encontradas y se debe normalizar sentir temores o inseguridades al enfrentarnos a las complicaciones que plantea la crisis sanitaria y económica.

"Son tiempos difíciles para el bienestar" y no debemos recurrir al "optimismo tóxico" que desemboca en obligarnos a ser "el confinado perfecto". "No hay nada estipulado" y puede ocurrir que "cuando salgamos no todo sean trompetas y confeti", recuerda Hernando. En la misma línea, Yela recomienda que "no nos exijamos demasiado" y que respetemos nuestro propio ritmo de adaptación y el de los demás.

Sin embargo, Hernando advierte del peligro de "medicalizar respuestas que son completamente normales, adaptativas y necesarias", incidiendo en la propuesta de buscar asesoramiento psicológico antes de "recurrir al médico de cabecera".

Gestionar el miedo a la libertad

María Yela, especializada en psicología en centros penitenciarios, recurre al concepto de "miedo a la libertad", estudiado por el psicólogo Erich Fromm a mediados del S. XX. Yela observa un paralelismo con la preparación que se realiza con los internos previamente a su puesta en libertad o a la concesión de permisos. "Cuando uno añora mucho algo, como la libertad, puede pasar que no estemos preparados cuando llegue el momento".

En este sentido, Hernando nos remite al libro 'El hombre en busca de sentido', del psiquiatra austriaco Viktor Frankl. En él, Frankl alude a la metáfora del buzo que, "sometido a la presión atmosférica, correría peligro si le quitaran de golpe la escafandra". Así, la liberación de una "tensión psicológica" puede derivar en nuevas consecuencias y secuelas.

Hay que considerar el confinamiento una herramienta, no un castigo

La adaptación a esta limitación temporal de las libertades que suponen las medidas de alivio ante el estado de alarma, puede generar también cierta incomodidad. "Hay a quien le da seguridad pensar en blancos y negros: si no puedo salir del todo, no salgo para nada", explica Hernando. "Podemos ser libres en confinamiento y presos en la calle", recuerda Yela.

Para evitarlo, la experta en psicología penitenciaria propone pensar en un "tiempo muerto". Tal y como ocurre en algunos deportes como el baloncesto, "tenemos que intentar que el tiempo muerto haya servido para algo, que lo consideremos una herramienta, no un castigo", para facilitar así la transición a la vida en el exterior. "Es lógico que haya cierto cansancio y un cierto estrés postraumático, pero si trazamos un plan se hará más llevadero", añade.

Pequeñas metas, ir conquistando terrenos

Estas siete semanas de confinamiento han dado lugar, por lo general, a dos perfiles muy diferenciados. Aquellos para quienes el aislamiento ha sido muy productivo y aquellos que se han aletargado, explica Errazquin.

Dicha diferenciación puede servir de punto de partida a la hora de afrontar el proceso de adaptación paulatina a la nueva realidad. Para el primer grupo, Errazquin recomienda no romper bruscamente la rutina que nos ha ayudado dentro de casa. Por ejemplo, "si nos ha funcionado hacer yoga, no es necesario cambiarlo por salir a pasear. Combinemos ambas y veamos qué nos funciona mejor". Por el contrario, aquellas personas para quienes el confinamiento haya derivado en letargo, pueden "ir incorporando actividades dentro de casa, establecer rutinas, madrugar, cuidar la alimentación...", para suavizar la transición.

En cualquier caso, todas las expertas coinciden en que "cada uno tendrá su proceso" y "no debemos presionar a los demás", pero conviene "plantearse objetivos asequibles y autogestionables". Errazquin propone que "si vemos que nos cuesta mucho ir al supermercado, empecemos por bajar la basura, salir al portal o ir a una farmacia cercana".

"Seamos dueños de nuestras vidas dentro de las limitaciones, recuperemos la sensación de control, de poder cambiar ciertas cosas dentro del abanico de opciones que podemos gestionar", apunta Yela. Y, ante la vuelta a casa o, incluso, el recrudecimiento de medidas en caso de rebrote, recuerda Yela que "hay que mantener un plan de autocuidado, encontrar actividades que nos estimulen, aunque haya un retroceso".

Además, Hernando recomienda no caer en la tentación de identificar "las fases de desescalada con nuestra desescalada personal". Debemos "escuchar nuestras necesidades, que dependen de nuestras variables personales".

"Acercamiento emocional pese a la distancia física"

Pese a todo, las psicólogas consultadas nos recuerdan que (casi) siempre hay aspectos positivos. "Hemos recuperado cierto sentido de la comunidad, hemos creado un cordón de afecto vecinal, pese al encierro", explica Yela. "Hemos aprendido a querer a distancia. Podemos hacer que la pandemia nos afecte, pero para bien", anima la psicóloga.

En la misma línea, Hernando propone "buscar un acercamiento emocional pese a la distancia física", manteniendo esos contactos habituales que hemos establecido durante el confinamiento. Conviene recuperar la noción de "tiempo compartido" en comunidad y no perder de vista que "cuando se pierde lo común, se generan deberías", ya que hay "mucha más imposición al ser individual que al que vive en grupo".

No será fácil, especialmente si se han sufrido duelos o situaciones traumáticas, pero Errazquin asegura que "antes o después volveremos a conquistar lo que ahora nos parece muy difícil. El humano es conquistador por naturaleza y, cada uno a su ritmo, conquistaremos esa nueva realidad".

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