Tiempo después, sobre el año 9177, solo queda un edificio en el mundo. Eso sí, con dos guardias civiles, un bar, dos barberías y un puñado de geniales personajes escritos por José Luis Cuerda. El director manchego recupera el universo humorístico de Amanece que no es poco en una sátira política celebrada en San Sebastián con risas y expectación para un cineasta “contingente y necesario”.
Para el muestrario de personajes costumbristas, Cuerda ha contado con toda una nueva generación de reemplazo: Roberto Álamo, Joaquín Reyes, Carlos Areces, Raúl Cimas, Arturo Valls, Berto Romero, Manolo Solo o Blanca Suárez, la mayoría presentes en Donostia.
La película azota al sistema capitalista, a su virtud para absorber el impacto de cualquier revolución, y a la juventud adocenada. Cuerda rebaja irónicamente sus intenciones. “Lo que hago es darles cachetitos secos. Son vías que me abro para no quedarme en el paro”, afirma sobre una película que tiene además una solvente dirección de arte para su ambientación futurista-localista.
Cuando la clase baja, que vive en un campamento, quiere participar del bienestar del edificio, recibe siempre la misma respuesta: “No puede ser porque es desnaturalizáis. ¿No entendéis que es una merma ontológica?”. Tras el humor, aparece una amarga resignación. Una enmienda a la totalidad.
“España no hay por donde pillarla. Y yo hago lo que puedo. Y sale lo que sale. Y se ve cómo se ve”, dice. “Las perspectivas desde la que se miran las cosas parece que no cambian y deberían de cambiar. Y teniendo en cuenta todos los datos que podemos extraer de la contemplación de nuestro entorno, podemos deducir que no lo estamos haciendo bien. ¿Y vosotros? ¿Lo estáis haciendo bien?”, pregunta a los periodistas.
Cuerda defiende una postura moral en su relación con el público. “Si he sido capaz de escribirlo, el espectador es capaz de verlo y entenderlo. Estamos en igualdad de condiciones”, explica. “Se establece un juego que puede ser divertido. Y me consta que es divertido porque he visto como se ríe la gente viendo mis películas”.
Los discípulos de Cuerda
Joaquín Reyes se confiesa discípulo devoto de Cuerda, por su humor y su origen albaceteño. “Cuando le conocí le dije: si tuviera que darte un euro por cada una de las ideas que te he copiado en Muchachada Nui y La hora chanante. Y me dijo: sí, dámelos”.
Arturo Valls añade que, pese a que el director les animaba a improvisar, no tenía sentido Valls: “El guion de José Luis no se puede mejorar. ¿Quién puede meter una morcilla?”, se pregunte. “La sátira es la vaselina para que esto entre mejor”.
Cuerda muestra un orgullo imposible de descifrar en su autenticidad. “Es lo mejor que he hecho. En el cine, porque saludar a gente puedo hacerlo mejor”. Y deja un consejo para el final de cada crónica: “Una conclusión a la que podéis llegar es que esta película es buena. Si queréis reíros, pero sabiendo de que os estáis riendo”.