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Hirokazu Kore-eda, un Donostia para el maestro de la intimidad familiar

El cineasta japonés recibe el segundo premio honorífico de la edición

ESTEBAN RAMÓN (San Sebastián)
3 min.

Hirokazu Kore-eda (Tokio, 1962) es un donostiarra sentimental. Acude casi cada año con su nueva película, disfruta el ambiente y se le nota. 2018 es además su año: tras la Palma de Oro en Cannes, recibe el premio Donostia a su carrera (el primero que obtiene un asiático). “Vengo me premien o no: por las personas que hacen el festival, la amabilidad de la gente y no hay que olvidar la gastronomía. Se puede decir que sigo haciendo películas para venir a San Sebastián”, afirma con guasa.

Hirokazu Kore-eda es el cineasta del consenso: hasta las heterogéneas opiniones festivaleras convergen. No existen los anti-Kore-edanos, tal vez porque su humanismo sin cursilería es universal. Su maestría para la intimidad familiar es una ilusión de sencillez: nadie lo hace igual.

Este año trae además quizá su (hasta ahora) obra maestra: Un asunto de familia. Lo que arranca como una familia de clase baja que vive apiñada y sobreviviendo casi al día, va descubriendo sus capas cuando encuentran a una niña pequeña que huye de unos padres maltratadores. Poco más se puede contar de su inteligente guion sin traicionar la película.

“Me gustaba la historia de cómo alguien llega a convertirse en padre o madre. Y busqué algo más: me interesaba crear relaciones de una familia que crece y donde no era necesariamente el cariño lo que les había llevado a estar unidos”, describe desde el Hotel María Cristina horas antes de recoger su premio Donostia.

La historia de Un asunto de familia –sin spoilers- podría ser lo que los medios tratarían como un suceso tremebundo. Y bajo la mirada koreediana se vuelve un retrato costumbrista y piadoso: comprenderlo todo es perdonarlo todo. Kore-eda vuelve a su veta familiar. (Kiseki, Nuestra hermana pequeña, De tal padre tal hijo): no dejará de hacer películas hasta que no resuelva por qué la familia es fuente de tanta necesidad y decepciones.

“Me he dado cuenta de que la manera en la que retrataba la familia era diferente cuando vivían mis padres. Y también cambió desde que soy padre. Lo interesante es precisamente cambiar tu punto de vista a lo largo de tu evolución”, explica.

Crítico con el gobierno de Japón

Un asunto de familia descubre a un Kore-eda más social. Cuando el gobierno japonés quiso reconocerle por su histórica Palma de Oro, el cineasta se negó de plano. “En Japón lo normal es dejarse llevar por la corriente y no es normal rechazar un reconocimiento. Por lo general soy crítico con los gobiernos, pero las políticas del actual me disgustan especialmente. Aunque me negué sobre todo porque los gobiernos utilizan el éxito de artistas o deportistas para lavar su imagen”.

Kore-eda se muestra preocupado por un crecimiento de la desigualdad en su país. “Se trata de algo que el gobierno japonés no reconoce, pero la verdad es que la pobreza está aumentando. Japón es posiblemente uno de los países desarrollados que menos dinero dedica a la educación de los niños”.

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