Es un verso suelto del poema de la moda, un genio revolucionario que cambio las reglas y los conceptos del diseño para poder expresarse con libertad. Una de las agujas más influyentes de todos los tiempos.
Martin Margiela es el protagonista de una exposición en Museo de la Moda de París que ha comisariado Alexandre Samson. El catálogo cuenta con textos de Oliver Saillard, anterior director del museo, y la española Miren Arzalluz, su sucesora . "Ha sido un creador iconoclasta, rompió los cánones establecidos e introdujo una silueta absolutamente innovadora cuestionando el sistema de la moda", explica a Arzalluz a Efe.
La muestra es una mirada inédita al discurso estético de Margiela, construida a través de 130 looks y material de archivo de la casa, como vídeos de los desfiles, fotografías y bocetos. El museo ofrece al espectador un viaje en el tiempo que parte de 1989 y termina en 2009, año en el que dejó su propia firma. "Veinte años, cuarenta desfiles, cientos de prendas, ¿qué me queda?", decía la última vez que se acercó a una pasarela. Un epitafio escrito con el corazón.
En las salas del Palais Galliera se exiben ahora algunas de sus prendas icónicas que revelan su enorme capacidad para trabajar con todo tipo de materiales (como el lino en bruto o el cartón) y el talento para inventar distintas siluetas, códigos que trasladó a ‘su moda’ desde las primeras colecciones, que establecieron la filosofía de la firma, hasta las últimas.
"Es alguien que no solo tiene una visión alternativa de la mujer, incluso de su cuerpo, sino que cuestiona principios fundamentales del sistema de la moda", comenta Arzalluz, especialista en el legado de Cristóbal Balenciaga, y traza interesantes paralelismos entre el español y Margiela.
La directora del museo destaca su perfeccionismo y "la idea de ofrecer a la mujer una forma diferente de moverse, de presentarse y de ser, o la decisión de no dar entrevistas y mantener un perfil anónimo para que su trabajo hable por él”. Esta obsesión, casi enfermiza, la reflejó sobre todo en sus desfiles de alta costura tapando el rostro de las modelos con máscaras-joya. Por eso sorprendió que la casa permitiera grabar el documental con entrevistas a miembros del equipo titulado We Margiela, un trabajo que se lanzó en octubre de 2017.
El belga es uno de los artistas más reservados y desconocidos, enemigo de las entrevistas y alérgico a la fama. Desprecia los egos y siempre ha apostado por el trabajo en equipo, evitando que su etiqueta se relacione con la figura del diseñador estrella. “Es una forma de protegerse pero también un principio básico fundamental", añade Arzalluz.
Su nombre va estrechamente ligado al trabajo deconstructivista. Margiela estudia la confección de la prenda desde su deconstrucción y en algunas ocasiones da la vuelta a la estructura para que el interior sea el exterior, mostrando las ‘entrañas de cada pieza, poniendo el énfasis así en el proceso creativo y no en el aspecto final. Se trata de investigar la prenda, destriparla y luego cuestionarla.
Su gusto por transformar los patrones está estrechamente relacionado con su ansía de deformar la silueta, algo que logra sobre todo con los patrones oversize, a veces exagerados y agrandados hasta un 200%. O utilizando estampados y trampantojos que proponen juegos visuales que engañan al ojo humano. Y siempre con un gran conocimiento del oficio, tanto de la costura como de la sastrería.
En la muestra no faltan sus famosas chaquetas de pelo postizo a juego con las enormes pelucas que ocultaban el rostro de las modelos, ni el calzado inspirado en los ‘tabis’ japoneses (que separan el dedo gordo del pie del resto facilitando la estabilidad del cuerpo), una de sus genialidades más versionada.
Margiela se cuestiona todo con cada colección e intenta dar respuestas a sus preguntas a través de las prendas, sobre todo con su línea Artisanal, un caramelo que ahora saborea John Galliano quien, temporada tras temporada, recoge el guante del belga y pone en relieve la caducidad de la moda, la vida y la muerte de las prendas y, por supuesto, su reencarnación en otras distintas a través del reciclaje, textil y estético.
Margiela nació en Lovaina en 1957 y se formó en la Real Escuela de Bellas Artes de Amberes. Se diplomó en 1980 y después hizo prácticas con otro rebelde de la moda, Jean-Paul Gaultier del que fue asistente durante cuatro años.
En 1988 creó su propia firma y nació el mito. Un mito que ahora Arzalluz retrata con esta muestra que puede visitarse hasta el 15 de julio.