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Las costuras de España: del Paleolítico a la movida madrileña

  • Enriqueta Albizua Huarte busca el origen del traje en la península ibérica

  • Su relato se remonta las pinturas rupestres de la cueva Cogull, en Lérida

  • La escritora viaja desde el Paleolítico hasta la movida madrileña

  • ¿Fue el Homo Sapiens el primer sastre?

RAFAEL MUÑOZ(@MUNOZ_RAFA)
6 min.

La nueva edición de 'Breve historia del traje y la moda' incluye un apasionante apéndice escrito por Enriqueta Albizua Huarte sobre el nacimiento y la evolución de la vestimenta en la península ibérica que fue un imán para distintas culturas que, en mayor o menor medida, dejaron una imborrable huella. Algunas, además, ejercieron una notable influencia en los armarios, en los de nuestros antepasados y en los nuestros.

Como en el libro de James Laver, la escritora se remonta al Paleolítico para buscar los orígenes del traje y se detiene en las pinturas rupestres de la cueva de Cogull, en Lérida, donde se encontraron dibujos “de mujeres ataviadas con faldas de pieles, llamadas pampanillas, que posiblemente se hacían con bandas trenzadas”. Además, fija los primeros testimonios de tejidos en la cueva de los Murciélagos, en Granada, que datan de finales del Neolítico y principios de la Edad del Bronce.

Pinturas de la cueva de Cogull, Lérida noticias

Mucho más fructíferos son los hallazgos del Primer Milenio a.C., cuando fenicios, griegos y cartagineses fundan colonias en el Mediterráneo que influirán en el nacimiento de la cultura Tartésica y la de los pueblos íberos, de las que se conservan restos arqueológicos y escritos. Los íberos desarrollaron una alabada artesanía textil de lana, utilizaron lino teñido de púrpura y mucho esparto, tejidos que Roma solicitaba, ansiosa, como tributo.

La personalidad de los íberos en la forma de vestir, claramente diferenciada del resto de los habitantes de la península, fue destacada por el historiador griego Polibio, dice la escritora sobre esa indumentaria "que reflejaba influencias de culturas del Mediterráneo con las que habían entrado en contacto, como la cartaginesa y la griega".

Dama de Baza, escúltura íbera del siglo IV a.C. noticias

La riqueza de la indumentaria se observa hoy en esculturas como la Dama de Elche, la Dama Oferente y la Dama de Baza que lucen trabajados vestidos, complejos tocados y sofisticadas joyas que reflejan la influencia de los griegos y etruscos.

Por suerte hay muchos escritos que nos revelan un rico vocabulario histórico. De la época visigoda, la escritora destaca la túnica pectoralis (que era corta), la coccina (de color rojo) y la armilausa (abierta por delante). También el mantum hispani, un manto que cubría las manos y que se usó hasta el siglo X.

El libro destaca el intercambio cultural que se produjo con la invasión árabe de siglo VIII que “marca de forma indeleble la trayectoria del traje y del tejido en España” y cuya influencia se aprecia hasta el siglo XV. De la Edad Media se remarca la uniformidad que vive casi toda Europa y del siglo XIII se dice que tuvo un enorme esplendor comercial que provocó un potente desarrollo textil. Fue entonces cuando el vestido español se convirtió en uno de los más ricos de la época: nacen las sayas, las camisas margonadas y el pellote, “el traje de encima más característico de este momento y una de las prendas más originales de la indumentaria gótica española”.

Retratos de Isabel de Portugal, Felipe II e Isabel de Borbón. noticias

Albizua Huarte califica los siglos XIII y XV como “brillantes” en cuanto a vestimenta y dice que el lujo era tal a finales del XV que hubo continuas quejas. “Las más implacables fueron las del confesor de la reina Isabel quien en 1477 escribió un 'Tratado del vestir, del calzar y del comer' en el que atacaba la moda de los verdugos y chapines”. La reina, modelo de sobriedad, promueve un estilo severo marcado por los colores oscuros.

La escritora describe el XVI como “el gran siglo español del traje” y señala que el negro, “convertido en símbolo de la monarquía española”, se puso de moda y arrasó como tendencia. Además, hay importantes cambios estéticos: se estilizan las líneas del cuerpo, los hombres dejan las piernas al descubierto y la silueta femenina vive una transformación gracias al uso del cuerpo (un corsé rígido) y el verdugado (que provocaba una forma de campana a la falda que se ponía encima).

Margarita de Austria, la duquesa de Alba y Dolores Vidal. noticias

Con Felipe II el traje español logra su apogeo en las cortes europeas. El negro sigue dominando la paleta de color y el recato hace desaparecer los escotes e introducir los cuellos o lechuguillas que con el tiempo aumentan considerablemente de tamaño. La moda femenina cambia en el segundo cuarto de siglo. “Los corpiños se escotan y las faldas o sayas adquieren dimensiones enormes” debido al guardainfantes. Con Carlos II la moda española se acerca a la francesa pero con Felipe V la influencia gala en los armarios es considerable.

Con el tiempo, el elemento castizo -siempre presente en el traje español- cobra importancia y provoca un cisma entre las clases altas que visten a la francesa y el pueblo, que se apega al traje regional hasta el punto que con Carlos IV se vive un acercamiento a lo popular. “Si María Antonieta se paseaba por el Trianon vestida de pastora, María Luisa de Parma y las nobles españolas gustaron de vestirse como majas”. Goya fue, sin duda, el cronista de la moda de la época.

Eugenia de Montijo, por Franz-Xaver Winterhalter. noticias

Llegan nuevos aires en el XVIII y entra el romanticismo, estilo impulsado por la reina María Cristina. España vuelve a ponerse de moda en Europa y llama la atención de Victor Hugo y Théophile Gaultier.

Nacen las primeras revistas de moda y también la crinolina, prenda que hizo famosa una de las mujeres más influyentes de la historia, Eugenia de Montijo.

El cambio de siglo mueve el centro de la moda a París, con Paul Poiret como estrella indiscutible. Pero en el libro se destaca la figura, importantísima, de Mariano Fortuny Madrazo, el genio del plisado.

Este genio de tejido creó vestidos-túnica, como el Delphos, que lucieron Isadora Duncan, Natacha Rambova y Helena Sorolla, retratada por su padre llevando uno de los diseños de Fortuny.

Obra de Penagos y diseños de Mariano Fortuny, Elio Berhanyer y Sybilla noticias

En las páginas siguientes se habla del trabajo de Sonia Delaunay durante sus estancias en España, de las ilustraciones de Rafael de Penagos, de las restricciones en el textil que hubo durante y después de la Guerra Civil, de Balenciaga como maestro indiscutible de la alta costura- por encima de Dior- y de Pertegaz, Elio Berhanyer… El apéndice permite, en un abrir y cerrar de ojos, viajar desde las pinturas rupestres de Cogull a las crónicas de los periodistas enviados a España por Vogue y Harper´s Bazaar. Para terminar el libro, como postre, se disfruta de una fotografía de un abrigo de Sybilla realizado en 1987. Una obra de arte que quizá, dentro de millones de años, tenga tanto interés como los dibujos encontrados en las cuevas leridanas.

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