Fue una mujer de fuerte carácter, una artista que revolucionó los armarios de las mujeres y una de las pocas en crear un estilo propio que se ha mantenido casi intacto a lo largo de los años. Para entender su importancia en la historia de la moda y apreciar su legado es preciso acercarse a su vida pero también a la época en la que vivió.
Su biografía está bien documentada en libros y películas pero ahora la exposición ‘Coco Chanel y el arte’ que se ha instalado en el Museo de la Pasión de Valladolid permite conocer otras facetas de su personalidad.
En sus salas, decoradas con frases míticas de la diseñadora, se han colocado vestidos, zapatos y bolsos pero también fotografías y otros objetos que hablan de su pasión por el arte y permiten curiosear en las relaciones que mantuvo con artistas como Dalí, Cocteau, Man Ray o su admirado Pablo Picasso:
“El hombre me gustaba pero en realidad lo que amaba era su pintura, aunque no la comprendiera en absoluto. Para mí, Picasso es la tabla de logaritmos: he visto a Cocteau bailar el paso de la seducción, a Dada flirtear con él y a los surrealistas echarle incienso. He visto desaparecer los Juan Gris y los Modigliani y permanecer a Picasso. Apollinaire decía de él que su ritmo interior tiene la monotonía del ritmo árabe. Los siglos pasan, las civilizaciones se derrumban pero Alá sigue siendo grande y Picasso es su profeta. También es un demonio que volverá para confundir a futuras generaciones de pintores jóvenes”, comentó en una ocasión.
Gabrielle Chanel nació en 1883 en una familia muy humilde pero supo dejar atrás las penurias ‘decorando’ su vida en varios sentidos: adornando su pasado y adornando su particular apartamento de París, en el que vivía rodeada de libros y obras de arte. Admiraba a los poetas, escultores y pintores, y también a los figurinistas de cine y teatro sin embargo no tenía la misma opinión de sus camaradas.
“Los diseñadores de vestuario trabajan con un lápiz: es arte. Los modistos, con tijeras y alfileres: es una banalidad”, sentenció. Ella solo sentía respeto por uno, el español Cristóbal Balenciaga. “Él era el único couturier en el sentido más cierto de la palabra; el resto son simples diseñadores de moda”.
Con 28 años ya era una famosa sombrerera pero durante la Primera Guerra Mundial tuvo que instalarse en Biarritz y desde allí lanzó sus primeras prendas en punto y las de estilo deportivo que tuvieron una gran aceptación.
Tras la guerra llegan una nueva etapa y nuevos éxitos: monta su taller en el 31 de la rue Cambom, crea su perfume Chanel Nº5 y mantiene un idilio con el gran duque Dimitri, primo del zar de Rusia exiliado en París tras la Revolución de Octubre.
Un París en ebullición creativa en el que también conoció a Sonia Delaunay, a la que ayudó cuando comenzó a trabajar como diseñadora textil y de moda. Curiosamente Delaunay es la protagonista de una exposición paralela en el museo Thyssen.
Dicen que Coco Chanel era la líder de un grupo de artistas muy particular que exprimía las noches de París en Montmartre compartiendo intereses y sueños y en algunos casos pasiones y amores.
En su círculo entraban y salían el poeta Diaghilev, Juan Gris, Pierre Reverdy y Misia Sert, a la que había conocido en 1917 en casa de Cécile Sorel.
Misia y José María Sert ejercieron una fuerte influencia en Gabrielle Chanel.
Fue él quien guió a la diseñadora en sus inicios como coleccionista de obras de pintura, escultura y objetos decorativos, como los biombos de Coromandel y los espejos que tanto le gustaban.
Otro de los artistas que tuvo una fuerte influencia en Coco fue el escultor español Apel-Les Fenosa (precisamente, las piezas de la exposición son préstamos de la fundación que lleva su nombre).
Las musas de sus amigos también inspiraron su trabajo y en 1932 lanzó una línea modernísima de joyas en colaboración con Fulco di Verdura, piezas históricas que la casa Chanel ha recreó en 2012.
También en esa década llega a Hollywood y viste a estrellas como Greta Garbo y Gloria Swanson, fuera y dentro de la pantalla. Con Swanson trabajó en la película Esta noche o nunca (1931) y también fue suyo el vestuario de Ina Claire en Tres Rubias, aunque las críticas no fueron amables.
“Ignora todos los imperativos fotogénicos, ella cree que es suficiente llevar a la pantalla sus minivestidos y ese estilo ‘pobre’ que le ha hecho famosa”, dijeron.
Más suerte tuvo en Francia. Hizo los vestuarios de las obras de teatro Edipo Rey y Los caballeros de la mesa redonda, ambas de su amigo Jean Cocteau.
Luego vino el cine y trabajó con directores como Renoir y Louis Malle, para el que hizo el vestuario que lleva Jeanne Moureau en Los Amantes.
De esta generosa mecenas se dijo que pagó los gastos del entierro del poeta Diaghilev y que tenía toda su obra en sus estanterías.
También, que durante años ayudó económicamente a Cocteau, Paul Elouard y a Apeles Fenosa, autor de la escultura con la que Cecil Beaton la retrató en distintas fotografías que pueden verse en esta exposición. Imágenes que ahora conviven con litografías, óleos, dibujos y esculturas, tal y como ocurría en su apartamento de París.