Ejércitos esqueléticos, gigantes mitológicos, dinosaurios devoradores de hombres. Mucho antes de que el temido T. Rex arrancase cabezas en Jurassic Park o la Estrella de la Muerte explotase en plena galaxia a manos de Luke Skywalker, los espectadores de finales de los sesenta ya se quedaban boquiabiertos con las espectaculares criaturas de Ray Harryhausen (1920-2013).
Conocido como el gran mago del stop-motion, la técnica revolucionaría que creó a principios de los cincuenta, y por el mimo artesanal con el que diseñaba sus depuradísimos monstruos, Harryhausen es considerado uno de los hombres más influyentes en la historia del cine.
De su legado han surgido los grandes nombres que copan hoy los taquillazos más brillantes. Peter Jackson, Steven Spielberg, Tim Burton o el creador de una de las sagas más icónicas de todos los tiempos, George Lucas que, tras conocerse la noticia de su muerte en 2013, confesó que “jamás hubiese existido Star Wars sin Ray Harryhausen”.
Todos bebieron de él, impresionados por los dinosaurios de Hace un millón de años (1966) o el increíble duelo a espadas de los esqueletos de Jason y los Argonautas (1963), la cinta que este lunes recupera Días de Cine Clásico y que podrá verse en La 2 a partir de las 22.00h.
Así comenzó su gran revolución
Todos los genios admiraron antes a otros genios. El maestro de Harryhausen fue Willis O'Brian, el pionero de los efectos especiales en el séptimo arte y creador del famoso gorila gigante que aterrorizó a millones de espectadores en el clásico King Kong (1933) y gracias al cual un jovencísimo Harryhausen decidió el destino de su vida.
Mitad espectáculo, mitad ilusión, el visionado de aquella película fue el punto de partida de una pasión irrefrenable. “Vi King Kong con 13 años y ya nunca fui el mismo. Eso demuestra lo mucho que una película puede afectar a una persona”, confesaba el propio Harryhausen en una entrevista inédita que ofreció en 1998 a Días de Cine.
Alucinado con aquella magia visual, e inspirado por las criaturas de O'Brian, decidió montar su propio taller en el garaje de su casa y, apoyado por sus padres, comenzó a realizar sus propios experimentos, filmando con una vieja cámara de 16mm.
Años más tarde consiguió ponerse en contacto con el gran gurú del stop-motion de quien recibió el sabio consejo de estudiar a conciencia la anatomía de animales y grandes criaturas primitivas -entre las que sin duda estaban sus adorados dinosaurios- que, años después, le servirían de inspiración para crear sus más famosas criaturas.
De su encuentro surgirían sus primeras colaboraciones en el cine y una gran amistad. Como señal del destino, su primer trabajo juntos sería en El gran gorila (1949), un filme con reminiscencias a aquel King Kong que tanto le había fascinado de niño y que estuvo, producida por John Ford, otro de sus incondicionales admiradores.
Entre la fantasía y la realidad: así nació el Dynamation
Para Harryhausen siempre hubo una máxima en sus creaciones, entender que la fantasía -y por tanto sus monstruos- no deben parecen reales, sino productos surgidos de la imaginación. Eso no significa, sin embargo, que no sus historias no se desarrollen en un escenario lo más realista posible o que no expresen, e interpreten, verdaderas emociones.
En las películas, el trabajo de un director consiste en lograr las mejores interpretaciones de los actores. Harryhausen hacía lo mismo con sus criaturas. No solo las diseñaba, también las dirigía y les confería vida propia. “El único sentido de hacer una película es contar una historia, no mostrar efectos especiales. En este sentido, las criaturas que diseñábamos también actuaban y debían mostrar una serie de emociones”, contaba.
Es por eso que en su empeño por transmitir verosimilitud en mitad de la fantasía, dio con la técnica que lo cambiaría todo. El importante peldaño que alcanzaría en su carrera llegó con El monstruo de los tiempos remotos (1953), un a cinta en la que, por primera vez, exploró la mezcla del stop-motion con escenas reales. Unos años después, en Simbad y la princesa (1958) a esa técnica se le dio el nombre comercial de Dynamation.
Cuando la mitología se hizo real en el cine
La depuración y el talento artesanal con que daba vida a sus Medusas asesinas, serpientes de siete cabeza o cíclopes destructores, posibilitó que el cine se adentrara en un campo nuevo.
La impronta de Harryhausen en la gran pantalla fue ganando fuerza en una época en el que la ciencia ficción vivía su mayor apogeo, siendo Jasón y los argonautas (1966), la película con la que popularizó su famosa técnica. Un cine espectacular y épico que, tras la devastación de la guerra, ofrecían al espectador el placer de contemplar la caída de los símbolos de la civilización, pero también, al menos en su forma más clásica, la restauración del orden social con el derrocamiento de los monstruos.
Un legado que perdura
El gran éxito profesional de Harryhausen, reconocido con el Oscar honorífico en 1992, fue lograr que la figura del creador de efectos especiales transcendiese a la del director. En sus películas poco importaba quién era el actor protagonista o cuál era el nombre del director, aquello que quedaba en la retina de todos los que asistían a su magia eran las criaturas a las que el dio forma, movimiento y emoción.
“Nuestros personajes animados parecía ser las estrellas de la película. Casi nadie recuerda quién salía en la película, pero sí recuerdan la Dynamation. Ese efecto tan especial que les daba vida. Estoy muy agradecido, nos dio un empujón, ya que a menudo, los que hacemos efectos especiales no reciben el crédito que merecen”, reconocía en la entrevista con Días de Cine.
Reconocido como una personalidad del cine a la altura de un creador y director. La suya fue una de las grandes marcas del séptimo arte que hizo posible que soñar en el cine fuese tan fácil entonces y hoy día. Gracias a él, los efectos especiales, el diseño de seres de otros mundos y el concepto de animación alcanzaron un nivel exquisito.
Una forma de entender el cine que la era digital desterraría años después, pero que en los últimos años está recuperando su esplendor gracias a un legado que perdura y que nos ha dejado maravillas como Isla de perros (Wes Anderson, 2018), Pinochio (Guillermo del Toro, 2021) o la maravillosa Pesadilla antes de Navidad (1993) en la que Tim Burton, otro de los grandes herederos de Harryhausen, propone una concepción totalmente novedosa del tratamiento del género del stop motion.
Si prefieres las series, te ofrecemos The Split y eres más de cine español puedes ver Rosa rosae, película de Fernando Colomo con Ana Belén y María Barranco. Con estos títulos, RTVE Play sigue ampliando su catálogo de contenido para ver gratis.