No hay nada más honesto que el dolor. Una punzada aguda irreprimible que incluso cuando se intenta fingir, como a veces hacen los actores en el cine y el teatro, se clava igual de profundo. Lola Herrera sabe mucho de ambas cosas. Del dolor y de la interpretación. También de la honestidad brutal. La que durante más de cuarenta años ha llevado a la actriz a mimetizar su sufrimiento, sus sueños e ilusiones con el personaje más importante de su carrera, la Carmen Sotillo de Cinco horas con Mario.
Todo lo que llora, todas las cosas que aquella mujer de la España de 1966 se interpela a sí misma en ese monólogo desgarrador ante el cuerpo sin vida de su marido, son las cosas que la propia Lola Herrera terminó por interpelarse a ella misma, cada noche, después de la función. “A través de la historia de Carmen yo estaba encontrando cosas mías. Preguntas que no tenían respuesta en mi vida. Fue algo que me sobrepasó, caí en una depresión sin ser consciente y me fui arrinconando en mí misma”, confesaba la actriz en documental Lola Herrera, vivir en el aire.
Una mímesis emocional
El hecho teatral y la vida se conectaron hasta tal punto en ella que, un año después estrenar la obra, en una de sus primeras funciones en Barcelona, Herrera se desmayó en plena actuación. La catarsis que experimentaba con aquel papel ejercía sobre ella un poder catalizador. El dolor que interpretaba era real, atravesaba al personaje y a la persona por igual. En 1980, Lola Herrera tuvo que dejar de interpretar a Carmen por prescripción médica.
Es en ese impase cuando el productor y la directora de la obra, José Sámano y Josefina Molina plantean a la actriz el proyecto de Función de noche (1981), una insólita adaptación cinematográfica de Cinco horas con Mario, tanto en la forma como en su modo de filmación, considerada la película más vanguardista del cine español de aquellos años.
"Molina y Sámano tenían claro que querían hacer una película sobre la mujer y sobre la búsqueda de la identidad, pero no tenían muy claro cómo hacerlo en un principio", cuenta en Historia de nuestro cine, el crítico de cine Javier Ocaña. Tratando de perfilar la línea dramática de la adaptación, junto a Lola Herrera, se dan cuenta de que la clave de la película reside en el poder de identificación que Lola tiene con su personaje en Cinco horas con Mario.
El reflejo de dos mujeres
"Hacer Carmen Sotillo es hacer un poco de Lola Herrera", con esa frase comienza Función de noche. Se lo dice a Daniel Dicenta, el hombre con el que estuvo casada seis años de su vida, padre de sus dos hijos y del que, por aquel entonces, hacía 15 años que se había separado. Él es su Mario en esta historia, un salto a la realidad en la que el monólogo se convierte en diálogo abierto y descarnado. Todo lo que cuentan, todo lo que sienten, cada lágrima derramada por Lola Herrera es real. Una verdad con la que se alcanza una altura dramática jamás vista en la gran pantalla y sobre lo que también habla, sin tapujos, en Lazos de Sangre.
Mucho antes de que se nos encogiese el corazón con películas como Historias de un matrimonio (2019) o la serie Secretos de un matrimonio (2021), Lola Herrera había dejado que grabasen como se rompía el suyo de verdad. Sacando a la luz todo cuanto la estaba matando por dentro: la culpa, las infidelidades de Dicenta, el no haber tenido un orgasmo en toda su vida o no haber sentido nunca lo que es el amor. Ella se parte en dos y cuatro cámaras que no ve registran cada grieta. Un reality show pionero ideado por Molina y Samano para recrear un espacio íntimo para los dos.
Josefina Molina quería que Dicenta y Herrera tuvieran la sensación de estar solos en una habitación, para ello construye un decorado con cuadro paredes en las que se colocan cuatro falsos espejos a través de los cuales se graba todo. En total, llegaron a grabar cerca de dos horas de conversación, pero hubo cortes. La experiencia tenía tal calado emocional que traspasaba las cámaras. “Llego un momento en que la conversación se hizo tan agobiante que no podíamos continuar”, cuenta la directora Josefina Molina. “Fui incapaz de verlos sufrir más y decidí cortar”. Josefina recuerda como tras parar el rodaje, los actores, Samago y ella se fundieron en un largo abrazo y lloraron.
¿Por qué me elegiste a mí?, ¿Cuándo dejaste de quererme?
Son dos preguntas que Lola lanza a Dicenta y con las que se abren dos de los momentos más desgarradores de Función de noche. Sin tregua, con preguntas y respuestas que no dejan protagonismo al silencio, ambos confrontan sus puntos de vista sobre acontecimientos que marcaron su relación de pareja que ponen sobre la mesa temas incómodamente actuales, cuatro décadas después. Cuestiones que para las mujeres de aquellos 80 y para muchas de las de estos 2000 siguen siendo una batalla por ganar, como el de los autocuidados y la desatención a una misma.
"No he vivido para mí. Lo he descubierto ahora, que he vivido para todo el mundo, menos para mí. Desde que tenía que ir a empeñar el reloj y la sortija de mi madre porque no llegaba el sueldo hasta ahora. Ha sido toda una vida en la que he ido creciendo y he ido preocupándome por todo el mundo, menos por mí. Ahora pienso que…no sé si me apetencia de verdad ser honrada y decente, lo cierto es que yo lo era para complacer a los demás."
Esclarecedora y nítida es también una de las voces en off que se escuchan en la cinta, en el que Lola dice así: "Cuando estoy con un nombre nunca soy como soy. Me callo cosas. No me atrevo a decirlo todo. Siempre pienso que me comparan. Y, sin embargo, la mayoría de las veces, los hombres me dan risa. Se creen tan superiores, tan por encima que me dan risa. Hasta a veces creo que les desprecio un poco. Pero no se lo digo. Me imponen y al mismo tiempo sé que son más débiles que yo".
Durante el rodaje de Función de Noche, la propia Josefina Molina solía decir que allí se encontraban dos ataúdes: el de Mario y el de una forma de ser mujer que tenía los días contados. Lo cierto es que Función de noche se ha convertido con los años en un grito feminista poderosísimo en el que vemos a “una mujer vomitando todo”, como dice la propia Herrera, expulsando un dolor de raíz que caló demasiado hondo en tantas mujeres.
Una propuesta valiente e irreverente de la que sería muy simple quedarse solo con la narración de las intimidades de la pareja formada por Lola Herrera y Daniel Dicenta. Función de noche es mucho más, una historia que trasciende eso para convertirse en el reflejo de gran parte de las mujeres y los hombres españoles de aquella generación.
No te piedas el Lazos de Sangre que dedica su programa a la actriz Lola Herrera. El documental contará cómo la niña de Valladolid se convirtió en una mujer que, con mucho trabajo y sacrificio, y sin dejar de lado su carrera artística, consiguió sacar adelante a sus hijos ella sola cuando su marido Daniel Dicenta se marchó.