La victoria de Italia en el Festival de Eurovisión lo deja claro: la diferencia vende, el pop ya no tiene el monopolio y una apuesta arriesgada y poco convencional puede llevarse por delante hasta a la favorita del concurso. Sin embargo, en un año en el que una cantidad inaudita de países concursaban con voces femeninas, letras presuntamente feministas —interpretados por todos como una señal de los tiempos—, no deja de llamar la atención que toda la atención esté puesta sobre Måneskin. Nada de canciones falsamente reivindicativas y disfraces de muñeca, nada de ecos, nada de baladas: ganan las 'rockstars', aunque sean las viejas 'rockstars' de siempre.
Hoy Damiano David es el hombre del que todo el mundo habla, se ha convertido en un icono sexual a lo largo del espectro y de la noche a la mañana y ha demostrado finalmente, tras someterse voluntariamente a un test de drogas, que no estaba consumiendo cocaína pese a las teorías de los detectives de internet. Es lo que habían deducido varios tuiteros a raíz de un vídeo de la green room que volvió viral; un rumor que corrió como la pólvora por un gesto sospechoso pero, sobre todo, por contexto: a las guitarras eléctricas, los cueros y los eyeliners negros siempre les ha seguido el mantra de 'sexo, drogas y rock and roll'. La estética y la gestualidad del vocalista de Måneskin emulan los de las estrellas del 'glam' de los años 70 y 80. Y las figuras que sobrevivieron a esa década han convertido sus excesos en libros superventas.
No vuelven los vicios, pero sí la estética
Los integrantes de Mötley Crüe vendieron Los trapos sucios, Keith Richards y Ozzy Osbourne compartieron anécdotas infames y, si escuchamos a las Runaways —pioneras del 'glam' femenino y una de las principales influencias de lo que está haciendo Miley Cyrus en esta nueva etapa, pues la resurrección del 'glam' no es una cuestión italiana aunque esta victoria sea un enorme empujón a la causa— ese estilo de vida era un requisito necesario del negocio. La percepción pública de lo que es apropiado ha cambiado desde entonces, y los Måneskin han tenido que asegurar que no, que nunca han consumido drogas y los viejos vicios no están de vuelta. Lo que sí está de vuelta es la estética: los corsés, los chalecos, las campanas, los cortes de pelo desiguales y las plataformas del glam; los cañones que escupen fuego y la actitud irreverente sobre el escenario.
Y, también, los juegos que trascienden el género en la forma de vestir. Tal vez por eso, pese a que era Tusse, el candidato sueco, el que pisaba Eurovisión con un una apuesta declaradamente LGTBI —la canción "Voices" era un himno dirigido a los oprimidos, a exaltar la diferencia y el brillo de los que, como el artista de origen congoleño, han tenido que ocultarse o cohibirse durante demasiado tiempo—, internet clama al unísono que la victoria de Måneskin es un triunfo para el colectivo queer. Aunque Damiano David sea heterosexual, hasta donde sabemos, y los códigos de su irreverencia ya estuviesen bien extendidos hace más de tres décadas.
¿De qué hablamos cuando hablamos de diversidad?
Esto no quiere decir que la apuesta original de uno de los Big Five y su victoria no sea una buena noticia para el Festival: más variedad, diversidad musical y espectáculo puede esperarse en los próximos años, y en su plataforma brutal Måneskin se ha encontrado con una audiencia masiva que está encantada de conocerlos. Pero, cuando las redes observan que una banda recupera la estética 'glam', con su atractivo basado en una suerte de agresividad sexualizada que sí, bebe de una ambigüedad que ha colindado con lo queer, pero con la que cantantes hermosos, canónicos y heterosexuales se disfrazan; cuando las redes aplauden a la banda como "icono bisexual" porque contiene a un chico guapo y una chica guapa, ¿no estamos aplaudiendo el retorno de una masculinidad típica, de sobra conocida, y la misma que alzó a los iconos que llevamos una década intentando derribar?
Al leer que Damiano David representa una estética queer, cuesta no pensar en las críticas que reciben otros tipos menos mainstream de androginia. O en las palabras con las que Madonna señalaba la hipocresía por la que Prince, como hombre heterosexual, se libraba de las críticas que ella sufría al desafiar como mujer las reglas del genero o el decoro. Decía: "Me llamaron puta y bruja, un titular me comparaba con Satán. Y dije, espera: ¿Prince no está corriendo por ahí con medias de rejilla y pintalabios y enseñando el culo? Sí, lo estaba, pero era un hombre. Esta fue la primera vez que me di cuenta de que las mujeres no tenían la misma libertad que los hombres".
En Eurovisión gana la nostalgia: se han 'quedado en el 73'
Así que no hablemos de queer sino de 'glam': el éxito desbocado de Damiano David surge de la apuesta que describía Alaska y Dinarama cuando cantaba: "Con tu tacón de aguja los ojos pintados, dos kilos de Rimmel, muy negros los labios, te has quedado en el 73 con Bowie y T-Rex, hombreras gigantescas, glitter en el pelo, esmalte de uñas negro, leopardo y cuero".
La sexualización del cuerpo ha ido siempre estrechamente unida a la música y a la moda, desde Madonna hasta Miley Cyrus, desde Freddie Mercury hasta Ricky Martin, con las prendas de Jean Paul Gaultier o con las de Vivienne Westwood y pasando, sí, por el modelo que sentó Prince. Descubrir el espacio intermedio entre géneros rompió barreras en los años 70. Pero hoy, lo glam es retro y las barreras son otras: la victoria de Måneskin ha sido espectacular, pero lo que representa Damiano David es el retorno de las rockstars de siempre.
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