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Coronavirus y aerosoles: ¿Qué medidas adoptamos para combatirlos?

Análisis   El Método  
SANTIAGO CAMPILLO BROCAL
6 min.
  • Santiago Campillo Brocal es biólogo molecular y divulgador científico
  • El Método es un programa de divulgación científica en torno al coronavirus
  • Más ciencia en rtve.es/ciencia

Cada día parece más claro el papel protagonista que tienen los aerosoles en la transmisión del coronavirus. Tal y como anunciaba recientemente el “Informe científico sobre vías de transmisión del SARS-CoV-2”, encargado por el Ministerio de Ciencia e Innovación de España, en el que la experta Margarita del Val ha participado como investigadora, las evidencias ante la importancia de los aerosoles en la transmisión de la enfermedad son cada vez más abrumadoras

Hasta no hace mucho, se asumía que las principales vías de propagación son las gotículas. Si aceptamos que, en realidad, son estas partículas ligerísimas, los aerosoles, las responsables de una gran parte de los contagios, haciendo un ejercicio de la capacidad de hipótesis, entonces podemos plantear una serie de medidas preventivas prácticas, sencillas y baratas. ¿De qué hablamos?

Medidas para reducir el efecto de los aerosoles

El Ministerio de Ciencia e Innovación, de mano del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua, IDAEA-CSIC, presentaba recientemente la "Guía para ventilación en aulas", un manual práctico que contextualiza una serie de recomendaciones basadas en la evidencia científica y que bien pueden ser aplicables a muchos otros entornos.

Entre ellas se encuentran algunas ya conocidas por todo el mundo: mantener la distancia interpersonal y llevar una mascarilla homologada y bien ajustada, tapando la boca y la nariz, pero existen otras menos famosas. Por ejemplo, el primar las actividades al aire libre, hablar más bajo o permanecer en silencio, ventilar las habitaciones, filtrar el aire, reducir el tiempo de exposición o hasta comprobar los niveles de CO2.

Exterior siempre preferible a interior

La primera de las medidas a tener en cuenta es realizar, en la medida de lo posible, todas las actividades al aire libre. En términos generales, los casos de contagios ocurridos en exterior son muchísimos menos, en comparación con los ocurridos en interior.

Por el momento, los datos han comprobado que, mientras que los aerosoles pueden permanecer durante horas en el aire de una habitación cerrada, en zonas exteriores, con corrientes de aire, tienden a dispersarse rápidamente, reduciendo rápidamente la carga viral y, por tanto, el peligro de infección, siempre que se respeten las medidas de distancia y mascarilla.

¿Y si hablamos más bajito?

Tal y como explica José Luis Jiménez Colorado, profesor de Química y Ciencias Ambientales de la Universidad de Colorado, para El Método, existen evidencias de que cuando respiramos emitimos aerosoles que pueden ir cargados de virus. Cuando hablamos, la cantidad de aerosoles aumenta por 10. Y cuando gritamos o cantamos, aumenta hasta unas cincuenta veces.

Los cientLos científicos nos cuentan las medidas prácticas y sencillas para reducir el riesgo de contagio por aerosoles.

Una medida sencilla para reducir la posible exposición consiste en hablar bajito y tratar de estar en silencio el máximo tiempo posible. De esta manera, nos aseguramos de estar reduciendo al mínimo la cantidad de aerosoles expulsados y, por tanto, la exposición.

Ventilar no es tan fácil

Una de las medidas que más protagonismo está cogiendo es la ventilación. Barata y efectiva, con solo abrir las ventanas ya tendríamos una forma eficaz de eliminar el virus del ambiente. ¿Seguro? La cuestión no es tan sencilla, como comenta en el capítulo Maria Cruz Minguillón, investigadora en aerosoles atmosféricos, y una de las autoras de la "Guía para ventilación en aulas".

"Hacen falta cinco renovaciones de aire por hora. Esto significa que si yo tengo una habitación con 100 metros cúbicos, en una hora han de entrar 500 metros cúbicos de aire, de manera que yo tengo un flujo continuo y lo estoy renovando continuamente".

Cuanto mayor sea el flujo generado, mejor. No existen medidas sencillas en cuestión de puertas y ventanas abiertas más allá de poder decir que, cuanto más tiempo lo estén, y mayor paso de aire permitan, menor es la posibilidad de exposición y contagio. Sí que existe una manera de tener una referencia, y pasa por contar con un medidor de CO2.

El dióxido de carbono es un buen indicador

Un medidor de CO2 es un dispositivo relativamente barato y eficaz que nos ayuda a medir la cantidad de dióxido de carbono en el ambiente. Uno de los mayores emisores de este gas somos los seres vivos. En entornos urbanos, además, los seres humanos somos los principales productores.

En una habitación de una casa, los niveles altos de CO2 puede correlacionarse con la cantidad de aerosoles que probablemente habrá en el ambiente, porque apuntan a una mala ventilación. "En un sitio donde haya gente, hay que mantenerlo el nivel de CO2, si es posible, por debajo de 600 y 700 ppm", indica Jose Luís Jiménez. Esto servirá de indicador de una ventilación continua y adecuada.

Filtrar el aire también puede servir

¿Y qué ocurre con los lugares que no se pueden airear? Sótanos y habitaciones cerradas casi herméticamente, por ejemplo... En esos casos se puede disponer de un filtro especial que ayude a recircular el aire. En algunas instalaciones ya existen este tipo de filtros dispuestos en los sistemas de ventilación, pero en otros es suficiente con usar un filtro HEPA portátil.

Estos se encargan de eliminar los virus que hay flotando en el aire y son capaces de filtrar hasta el 99,9% de patógenos que pasan por ellos. No tienen por qué ser especialmente caros, pero tienen sus inconvenientes. En primer lugar, hay que asegurarse que es capaz de filtrar todo el volumen de aire existente. En segundo lugar, hay que mantenerlos para asegurar su correcto funcionamiento.

En resumen: la estrategia del queso suizo

Podemos resumir, grosso modo, todas las medidas en una sola: reducir la exposición. Esto significa, por otro lado, intentar cumplir con todas las medidas posibles. Es lo que podemos denominar "la estrategia del queso suizo". Este está lleno de agujeros, pero no podemos ver al otro lado porque al final hay una capa de "queso" que tapa ese agujero.

Los expertos nos plantean una serie de medidas preventivas prácticas, sencillas y baratas para protegernos de los aerosoles.

Sin embargo, a medida que vamos cortando capas y capas, los agujeros van dejando ver el otro lado. Algo similar ocurre con las medidas de las que hablábamos: ninguna de ellas es perfecta, y todas tienen "agujeros". Sin embargo, si usamos varias de ellas, y siendo muy respetuosos con su cumplimiento, una capa de superpone a la otra, tapando dichas deficiencias y, en definitiva, ayudándonos a reducir la exposición y manteniéndonos a salvo del coronavirus.

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