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Lo que podemos aprender de 'El juego del calamar'

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  • El éxito de Netflix nos muestra de forma cruda una de las caras más sórdidas del capitalismo

  • ¿Se puede abolir la desigualdad y otros males del sistema sin repensar el régimen de producción y propiedad como un todo?

EDUARDO GARCÍA
8 min.

Oficialmente, El Juego del Calamar es el debut más visto en la historia de Netflix. La historia ¿anti?capitalista que se nos ofreció fue puesta en valor por su carácter distópico, que es precisamente el germen que contiene la crítica. Esta especie de "gore" con discurso es la forma que encontramos de sublimar la interminable cadena de frustraciones y ansiedades con las que nos obsequia un capitalismo cuyo final no somos capaces colectivamente de imaginar. En consecuencia, nos queda consumir aquellos productos culturales que hacen explícita a través de expresiones e imágenes en bruto la lógica en la que nos sumerge la dinámica de la concentración capitalista. Por fuera de estos productos, chocamos con la telaraña ideológica de los aparatos políticos, simbólicos, culturales, etc., que dan sentido a una estructura económica inherentemente desequilibrada e injusta.

La serie es surcoreana y al mismo tiempo universal. Lo primero no es casualidad: el fenómeno de la concentración del capital es particularmente fuerte en Corea del Sur, si bien es una lógica que acompaña al mismo modo de producción capitalista. El específico desarrollo histórico ⎼dictaduras y represión mediante⎼ del "milagro" económico surcoreano explica esto. Un puñado de familias supieron aliarse con el Estado para concentrar en sus manos casi la totalidad del capital del país, trayendo consigo una suerte de República de los chaebols (grandes conglomerados familiares como Samsung o Hyundai) en la que la desigualdad, la competitividad y la herencia dan forma a la vida nacional. En consecuencia, unos pocos (muy, muy pocos) acumulan tanto capital que no encuentran siquiera dónde gastarlo. Algunos de ellos nacieron en una de las grandes familias dirigentes de estos gigantescos conglomerados o, si acaso, heredaron el suficiente capital y estatus para pasar todos los filtros ⎼educativos, culturales y de contactos⎼ necesarios para acceder a algún puesto directivo de esas grandes firmas.

¿Y el resto, la mayoría? Subsisten como trabajadores de las capas bajas de estas grandes firmas, se las ingenian para pelear por un puesto en la administración pública o tratan de hacer flotar un pequeño negocio mientras compiten con gigantes que se enriquecieron durante los años más oscuros de Corea del Sur. Es esta condición vital ligada al ahogo material y a la falta de expectativas la que explica que la serie sea, efectivamente, coreana. Es habitual encontrar productos audiovisuales que giran alrededor de la frustración que genera en Corea esta disparidad de ingresos, poder y oportunidades, como la serie Itaewon Class.

"A pesar de la brutalidad de la serie, no consideramos El juego del calamar realmente como ciencia ficción. Somos conscientes que hay verdad detrás del guion"

Pero bien podría definirse como universal, pues la tendencia a la concentración del capital es un fenómeno global. En el capitalismo mundial, unas cuantas firmas propiedad de unas muy pocas familias y dirigidas por un elenco de directivos cuyos méritos no siempre son el motivo por el que ocupan tales puestos manejan el grueso de la economía global. Estas firmas son capaces de redirigir el capital producido en las zonas periféricas -las más pobres del mundo- hacia sus países "cuna", que son aquellos mejor instalados en la competencia global, justamente en base a siglos de explotación del resto del mundo a través de diversos métodos. Entre estas grandes firmas a veces se ponen de acuerdo y otras veces se absorben las unas a las otras. Como sea, el capitalismo de la libre competencia en el que era por lo general el pequeño empresario especialmente creativo, eficaz o inteligente el que triunfaba es cosa del pasado. Hoy reina el capital concentrado que expande sus tentáculos sobre todas las ramas de la economía, dejando apenas unos rincones a los pequeños productores. No por casualidad, sino como consecuencia de siglos de acumulación, los 22 hombres más ricos del mundo disponen de más riqueza que todas las mujeres de África.

En este contexto, la cantidad de capital que acumulan estas pocas manos es tal que excede el ámbito económico; lo saben convertir en poder político, cultural, simbólico, etc. Y de tales poderes se benefician para hacer crecer su lucro. Este es el marco en el cual toman forma las relaciones de poder que nos permiten ver en El Juego del Calamar un ápice de verdad. Sucede que detrás de la espectacular brutalidad de la serie hay una parte de verdad. Es comprensible que veamos una serie como El Juego del Calamar y no la consideremos realmente ciencia ficción, precisamente porque somos conscientes de que hay verdad detrás del guion. A nadie escapa que en el capitalismo de la hiper concentración esta minoría tiene más capital para disfrute personal del que podrá gastar en toda su vida, lo que nos permite pensar ⎼cuando no constatar⎼ que algunos de ellos buscarán emplearlo en excentricidades que somos incapaces de imaginar y que, a menudo, tendrán que ver con la forma en la que se vinculan con otros seres humanos a los que pueden pensar y tratar como objetos de consumo.

Es tal la brecha entre la minoría y las grandes capas castigadas de la clase trabajadora que resulta difícil imaginar mundos por fuera de esta lógica. Por si fuera poco, el capital concentrado es hoy capaz, como mínimo, de "escapar" de los estados, por lo que incluso cuesta pensar en una suerte de reversión a través de los aparatos estatales. En sí, pareciera que solo nos queda el disfrute de obras que ¿exageran? esta grieta y la convierten en serie que, irónicamente, podemos consumir legalmente únicamente en otro gran conglomerado de la comunicación audiovisual. Lo que muestra El Juego del Calamar es una versión descarnada de una desigualdad de poder que se expresa de manera vertical y que no puede discutirse sin discutir el régimen de propiedad y el modo de producción que trae aparejados. Sin poner sobre la mesa otras formas de repartir lo que producimos como especie y otras formas de entender la propiedad de las cosas no vamos a ser capaces de romper con las lógicas de la explotación de las personas sobre las personas.

"El Juego del Calamar nos ha fascinado porque expone con nitidez las relaciones de poder que acompañan al sistema"

Quizá no estamos pudiendo imaginar esa alternativa precisamente porque quienes concentran el capital, como se dijo ya, concentran también el poder cultural, ideológico y simbólico. Su "sentido" es el sentido común de toda nuestra sociedad, seguramente porque ellos son la clase dominante, la más capaz de instalar relatos y sacar provecho del paso del tiempo. No por casualidad el merchandising de la serie se está vendiendo en España, en Corea o en Argentina. Vans ha multiplicado en varios miles por ciento la venta de sus zapatillas blancas sin cordones, idénticas a las de la serie. Curiosamente, una obra que critica la concentración de capital emitida en un gran conglomerado audiovisual ha disparado unos ingresos específicos de la filial de otro gran conglomerado, en este caso textil (VF Corporation).

El Juego del Calamar se nos aparece también como algo que nos es común: la "pérfida" libertad del capitalismo. De ello habló Han Byung-chul, a quien conviene recuperar no porque sea coreano ⎼de hecho, buena parte de su formación, su vida y su pensamiento está vinculado con Europa y no con Corea⎼ sino porque definió un proceso que es común a nuestras sociedades del centro mundial. Él habló de la libertad del neoliberalismo como "propaganda", lo que conecta realmente bien con la serie. La "libertad" de endeudarte en el seno de un sistema que no te permite ni soñar con la estabilidad material, la "libertad" de hacerte adicto (en el caso de Seong Gi-hun, ludópata), la "libertad" de volver a la vida de las deudas, el miedo y la ansiedad, la "libertad" de "ganar" pasando por encima del resto, la "libertad" del resto de perder una y otra vez… En fin, la "libertad" de adaptarse a las dinámicas de un régimen en el que unos pocos lo tienen casi todo ⎼a menudo vía herencia⎼ mientras otros tienen nada o casi nada.

Seguramente, El Juego del Calamar nos ha fascinado porque expone con nitidez las relaciones de poder que acompañan al sistema, "escracha" a los consensos sobre los que se fundamenta la desigualdad y lo injusto del modelo de acumulación. Con todo, convendría no perder de vista la crítica que acompaña a la serie; no como una suerte de mera distopía ¿anti? capitalista sino como explicitación de la cara más sórdida de un modelo económico que es integral y que difícilmente podría existir si se erradicaran sus más profundos malos. Sin concentración de capital, ¿seguiría siendo capitalismo? Sin explotación de las personas sobre las personas, ¿seguiría siendo capitalismo? Sin heredar la clase social, ¿seguiría siendo capitalismo? Sin que unos pocos lo tengan casi todo y muchísimos no tengan casi nada, ¿seguiría siendo capitalismo?

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