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La Generación de las diez renuncias: así nos influye el k-pop y los k-dramas

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  • La cultura surcoreana se expande a través de la música y las series del país

  • Traen nuevas e interesantes dinámicas, pero son limitantes si atendemos a su carácter de clase

EDUARDO GARCÍA
11 min.

Corea del Sur es un país particularmente dinámico y estresante para buena parte de sus familias. No por casualidad el término 'Hell Joseon' ('El infierno de Corea') está tan extendido entre la hiperconectada juventud surcoreana. Los jóvenes del país están hiperconectados, sí, a Internet -alrededor del 97% de su población es usuaria-, con los eSports como consumo -en primera y en tercera persona- preferente. Pero se trata también de una hiperconexión a la profunda exigencia de una sociedad que Julián Varsavsky apodó como "capitalismo de alto rendimiento". En ella, se transitan años enteros en los que se dedican más de 70 horas semanales al estudio hasta que se llega a la tétrica jornada del Suneung, el examen preuniversitario que detiene al país.

La generación de las diez renuncias

La recompensa a semejante esfuerzo es una mejor -o peor, según la calificación- inserción en un mercado laboral extremadamente competitivo, marcado por infinitas horas extra, por una continua búsqueda de ascensos y por el deseo generalizado de ser incorporado como trabajador a uno de los chaebol, los grandes conglomerados que rigen la vida económica y política del país. Por supuesto, en las sociedades neoliberales sigue existiendo una cadena de extracción de plusvalía que en Corea del Sur encuentra en su cúspide a un puñado de familias dueñas de esos conglomerados y poseedoras de una obscena fortuna. Pero, paralelamente, el régimen neoliberal tiene una "pérfida lógica" como expuso Han Byung-chul: la explotación se realiza hoy "como libertad, como autorrealización y autooptimización". En la Corea capitalista, esta lógica tiene una poderosa vigencia y enmarca a muchos jóvenes dentro de la Sippo sedae, "Generación de las diez renuncias" -noviazgo, matrimonio, hijos, trabajo, vivienda, relaciones personales, expectativas, salud, apariencia y vida-.

La presencia del k-pop y los k-dramas

En un país que no termina de ser capaz de hacerse con el cariño de su juventud por la intensa exigencia a la que le somete, formatos audiovisuales como el k-pop o los dramas televisivos (k-dramas) han devenido objetos de orgullo nacional. En lo musical, aquello que comenzó a fraguarse hace alrededor de tres décadas con figuras como Yang Joon-il se concreta hoy en bandas de idols como BTS y en iconos individuales como IU. Alrededor de estas figuras se diseñan personajes a los que se atribuye una historia de superación personal que culmina en el éxito individual.

En el plano audiovisual, los k-dramas reflejan a menudo el ideal aspiracional del joven promedio surcoreano y dibujan formatos de conducta y apariencia atravesados por la cuestión de clase: solo aquellos ubicados en determinadas posiciones y en determinadas empresas, poseedores de un salario y un capital cultural mínimo, pueden tratar de acceder a las vivencias de sus protagonistas.

Por supuesto, la presencia de estas dos tendencias, cada una con sus particularidades y dinámicas propias, es palpable tanto en España como en América Latina. El k-pop está inserto ya en la cotidianeidad de los consumos culturales de nuestra generación, y a todos -miembros o no de esta comunidad- nos son comunes las FanCams y otras de sus formas de presencia pública. No obstante, este éxito más allá de las fronteras nacionales no es producto de la casualidad. El hallyu, la "ola coreana" -el concepto que resume la rápida expansión de la cultura coreana más allá de la Península-, ha tenido que ver con la decisión consciente del Estado surcoreano (sin que esto suponga el menosprecio de su capacidad intrínseca, producto de su propio mérito, para ofrecer experiencias gastronómicas, lingüísticas y audiovisuales atractivas).

La rápida expansión de la cultura coreana ha tenido que ver con la decisión consciente del Estado surcoreano, optimista ante la posibilidad de que un mejoramiento de la "marca país" atraería inversiones

El gobierno conservador de Lee Myung-bak (2008-2013), miembro de un amplio espacio político que es, de facto, heredero ideológico de las élites políticas vinculadas a los gobiernos militares, se preocupó especialmente por el escaso éxito de la "marca país" surcoreana en los rankings internacionales. Históricamente, este espectro político ha defendido y se ha fusionado con los intereses de los chaebols. Comprometidos con ellos, optimistas ante la posibilidad de que un mejoramiento de la "marca país" atraería inversiones y conscientes del papel que los aparatos ideológicos juegan en la consolidación de cualquier régimen nacional, consideraron que era el momento de que el país, inserto ya en las lógicas productivas de los países centrales del capitalismo global, pusiera el foco en su presencia cultural e ideológica.

Bajo esta idea, el Consejo Presidencial de Marca País lanzó en 2009 su plan de acción de '10 puntos para la Marca Corea', en el que se incluía el desarrollo de las industrias culturales y de turismo y la promoción del taekwondo, entre otras prioridades. El apoyo estatal fue patente y se concretó mediante el subsidio de producciones audiovisuales, el apoyo directo a la presencia de iconos nacionales en otros países de Asia y del mundo en general e incluso la promoción de la cocina y la lengua coreana, como atestiguan los Centros Culturales Coreanos de Madrid, Buenos Aires, Ciudad de México y otros tantos lugares.

Las nuevas masculinidades que propone el k-pop y los k-dramas

Aun así, pese a la ligazón que el estado y las grandes marcas de entretenimiento, cosméticas o tecnológicas tienen con el k-pop o los k-dramas, es innegable que ambos formatos proponen algo interesante: nuevas formas de entender la masculinidad. En estos espacios de expresión, "ser hombre" es interpretado de una forma algo más laxa, abriendo la puerta a representaciones masculinas que rompen con algunos de los patrones de género arraigados en la Península Coreana desde tiempo atrás y que habían adquirido una especial rigidez durante el gobierno militar de Park Chung-hee (1961-1979). Simplificando, y pecando quizá de estrechez en la etiqueta, estas nuevas formas son las de los kkonminam o Flower Boys.

Muchos de los idols son ejemplos de una cierta subversión estética, formal y conductual. También lo son los protagonistas masculinos de k-dramas como 'Something in the rain'. Incorporan a su propio perfil público determinados complementos en la indumentaria, maquillaje y una suerte de expresión pública de sentimientos y pensamientos cercanos a una cierta vulnerabilidad alejada de los estándares predominantes de la masculinidad. Es una manera mucho más permeable de entenderse como hombre, capaz de cruzar tendencias históricamente confrontadas con los estrechos moldes todavía preponderantes.

Como sea, esta faceta, salta a la vista incluso para quien observe de forma superficial el fenómeno. Por suponer una interesante revisión de las masculinidades, es notoria e intrigante al mismo tiempo. Es de una obviedad aplastante que de la misma forma que en Corea confrontan al modelo masculino de tradición confuciana y al formato militarista-nacionalista, en España disputan también concepciones restrictivas del ser hombre.

La problemática aspiracional

Lo que quizá no es tan manifiesto es el carácter aspiracional, de clase, de los modelos de masculinidad que ponen sobre la mesa la ola coreana y a los que aplica, igualmente, un cierto grado de restrictividad. Vaya por delante que problematizar un proceso como este no quiere decir que se consideren más válidas las formas previamente aceptadas de la masculinidad; de igual forma, entiéndase las limitaciones consustanciales a cualquier subversión parcial que no pretenda tejer alianzas con otras problemáticas y luchas.

Aclarado aquello, no queda sino reconocer que la que un día fue de alguna forma contracultura en Corea del Sur, y que hoy se erige en una de las modalidades hegemónicas de existir como hombres, aterriza propuestas interesantes que merece la pena tener en cuenta. Dicho lo cual conviene observar de qué forma semejantes propuestas son limitantes y excluyentes por las contradicciones inherentes al modo de producción y distribución de la riqueza que opera en el sur de Corea en particular y en nuestras sociedades en general.

Por fuera de la ínfima cantidad de chicos que "logran" ser captados por las agencias de reclutamiento, existen muchos jóvenes surcoreanos que han sido criados con "cuchara de tierra". En Corea, esto significa haber nacido en una familia de clase trabajadora con unos ingresos que apenas alcanzan para costear el alquiler, la comida y la hiperexigente etapa escolar y universitaria. En realidad, a este tipo de familia pertenecen buena parte de los jóvenes del país. El resto, los menos, fueron criados con "cucharas de bronce, plata u oro". Los menos, también, son los que consiguen ingresar a algún chaebol, hacer carrera y asegurarse un cierto nivel de ingresos, un determinado estatus y un capital cultural aceptable. 'Something in the rain', sin ir más lejos, lo protagoniza un chico joven, sensible y cariñoso pero, sobre todo, -y esta es la condición primaria- asentado en una buena marca y con unas ciertas expectativas laborales.

Por fuera de la ínfima cantidad de chicos que "logran" ser captados por las agencias de reclutamiento, existen muchos jóvenes surcoreanos que han sido criados con "cuchara de tierra"

Sería tramposo e idealista ignorar que al hablar de las posibilidades de acceder a determinados consumos no importa tu posición en la escala de clases. No es lo mismo vivir en un apartamento en Gangnam-gu o en Itaewon-dong que hacerlo en un sótano de Ahyeon-dong. Ni hablar de "villas" como la de Guryong. En España, innegablemente, estas limitaciones tienen su reflejo. La precariedad, la temporalidad y la sufrida (no) gestión del acceso a la vivienda son un impedimento latente a la estabilidad, sin la cual es muy difícil proyectar una vida más allá de lo inmediato. También es harto complicado destinar tiempo y recursos -ni lo uno ni lo otro nos sobra- para cumplir las expectativas de consumo de estos formatos.

En una sociedad como la surcoreana, donde la apariencia física es un activo real, concreto y decisivo a la hora de sumergirse en el selvático mercado laboral, este elemento aspiracional actúa como un verdadero bucle: para acceder a ciertos consumos (estéticos, tecnológicos y de presencia en determinados ambientes) se necesita un suelo económico estable que solo se consigue a través de a) la herencia b) los contactos o c) la incorporación a puestos específicos de ciertas cadenas de producción de alto valor añadido; para conseguir una posición de esas características es importante disponer de un cierto capital cultural y de un background personal que, de nuevo, lo otorga a) la herencia b) los contactos o c) una extraordinaria trayectoria académica. Dado que las familias de clase trabajadora a menudo no disponen ni de una herencia destacable ni de contactos reseñables, a los jóvenes de las cucharas de tierra solo les queda la opción c, que por su inherente limitación numérica deja fuera a buena parte de ellos.

El mainstream en Corea del Sur no solo difunde un modelo específico de conducta, estético y, en general, de "estar" y "ser" en la sociedad coreana, sino que afianza el discurso neoliberal de la autosuperación, de definir al "yo" a través del consumo. Este es el discurso de la alianza de clases dominante en el sur de la Península, la conformada fundamentalmente por las familias y capas directivas más altas de los conglomerados y la alta burocracia estatal. Su dominación se ha sostenido de manera especialmente nítida por los mecanismos de la herencia apoyándose en el relato de la autorrealización a través de los éxitos individuales académicos, primero, y laborales, después.

Como expuso el economista argentino Pablo Rieznik, "con el imperialismo, todo país se transforma en un país capitalista". Ya que siempre conviene tener una mirada lo más integral posible, conviene por tanto tener en cuenta que Corea del Sur existe como entidad política debido a la competencia intercapitalista, primero, y que se desarrolló con el impulso financiero y programático del imperialismo estadounidense, después. En el país, el modelo de fuerte vínculo entre estado y grandes conglomerados aplica de manera especialmente clara; la producción capitalista "ordena y jerarquiza al conjunto de un modo muy preciso". Esta estructura de poder es profundamente capilar: ni el k-pop, ni los k-dramas ni ninguna otra representación escapa a esta lógica. Al contrario, las empapa e, inevitablemente, ejercen como pieza clave en la consolidación de la ideología asociada a tal orden social.

Cabe recordar que la cultura popular surcoreana no siempre remó a favor de la ideología de la clase dominante. Durante el régimen de Park Chung-hee, en el que se sentaron las bases de la Corea de los chaebol y se dispuso de manera especialmente violenta la dominación de clase, los estudiantes universitarios del país emplearon las más diversas formas artísticas, a menudo recurriendo a formatos tradicionales nacionales, para denunciar al gobierno militar por su autoritarismo y su postura beligerante frente al norte.

Quizá el k-pop encierre dentro de sí un potencial de estas características. Al fin y al cabo, la comunidad kpoper ha sido capaz hasta de trolear mítines en la campaña presidencial de Donald Trump. Como en todo, sería incorrecto poner el foco sobre una supuesta culpa de quienes disfrutan y se emocionan con estas tendencias. Escapar a las dinámicas del capital y tratar de llevar una vida por fuera de ellas no solo es absurdo, sino que es inoperante. Probablemente, lo más eficaz sería valerse de las herramientas y los códigos del formato para construir una comunidad diversa donde se incorporen demandas colectivas. Si existen los Góticos por Jadue en Chile, ¿por qué no se han de organizar las kpopers antifascistas?

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Eduardo García (Zaragoza, 1997) es politólogo y estudiante de la maestría en Relaciones Internacionales en la UNSAM. Además, analiza las dinámicas de la política internacional en diferentes medios.

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