"Lo nunca visto", "piel de gallina", "se me saltan las lágrimas", son algunas de las expresiones que inundaron los medios de comunicación y redes sociales canadienses el pasado 15 de febrero. ¿El motivo? El espectáculo de ver un palacio de deportes abarrotado de aficionados uniformados de blanco y rojo, los colores de la bandera de Canadá, cantando a todo pulmón "Oh, Canadá", el himno nacional, con un fervor, según las crónicas, que no recordaban. Menos, teniendo en cuenta el lugar, la ciudad de Montreal, en el Quebec, la provincia francófona con un fuerte sentimiento independentista, aunque esté electoralmente a la baja. ¿La ocasión? Un partido de hockey sobre hielo, el deporte nacional, frente a...los Estados Unidos. Tan o más noticia que el momento del himno propio fue que previamente ese mismo coro de aficionados abucheó el himno del equipo visitante, EE.UU., a pesar de que la organización acababa de pedir por megafonía respeto a los himnos.
Los canadienses perdieron ese partido, pero acabaron ganando el torneo, las 4 naciones, y el orgullo nacional se desató. "No podéis quitarnos nuestro país, y no podéis quitarnos nuestro deporte", tuiteó en francés (lengua cooficial junto al mayoritario inglés) el primer ministro Justin Trudeau, en una clara alusión a la pretensión del presidente Donald Trump de que Canadá se integre en los Estados Unidos. También trascendió de lo deportivo a lo nacional el seleccionador, Jon Cooper: "Canadá necesitaba esta victoria, los jugadores eran conscientes de esa responsabilidad y se la han tomado muy en serio. Esta vez era diferente, no es una victoria para ellos, es una victoria para más de 40 millones de personas".
El presidente Trump ha puesto en estado de ebullición a su vecino del norte, "su mayor socio y el más amable", como recuerdan los canadienses, con la imposición de aranceles comerciales y su repetida pretensión de anexionarse el país. Al principio se tomaron la ambición territorial a broma, pero ya no.
Lo que ha dicho y hecho el presidente Trump
Sobre Canadá ha dicho fundamentalmente dos cosas: anunciar aranceles, es decir, impuestos, sobre las importaciones procedentes de Canadá, y la pretensión de que Canadá renuncie a su soberanía y se convierta en un estado más de los EE.UU. Al inicio usó la guerra comercial para presionar a Canadá, para que impidiera el paso al sur de migrantes indocumentados y de fentanilo, los datos indican que apenas un 1% de la inmigración ilegal y del fentanilo entran a los Estados Unido por la frontera norte. En una segunda fase, la actual, Trump usa sus aranceles para persuadir a los canadienses de que, si formaran parte del mismo país, esos aranceles no tendrían razón de ser. ¿Queréis que no castigue vuestra economía? Renunciad a la soberanía.
A partir del primer anuncio impositivo, y visto el contraataque canadiense, Donald Trump ha ido dando marcha atrás, volviendo a poner, volviendo a dar marcha atrás. De modo que es imposible saber cuáles serán los aranceles en el momento en que usted lea este artículo.
En Canadá se toman tan en serio las amenazas de Trump que la radiotelevisión pública, CBC, destaca en portada un análisis sobre cómo el gobierno Trump intenta desestabilizar Canadá: a través de una crisis económica, de una campaña de desinformación en el X de Elon Musk y otras redes sociales, y no descartan otros métodos.
Lo que ha dicho y hecho el gobierno canadiense
"Los Estados Unidos han lanzado una guerra comercial contra Canadá. El socio y aliado más cercano, la amenaza más cercana. Al mismo tiempo hablan positivamente de trabajar con Rusia, apaciguando a Vladímir Putin, un dictador mentiroso y mortífero. Encuéntrenle el sentido. Los canadienses somos razonable y educados, pero no rehuimos el combate", así inició su discurso el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau cuando entraron en vigor los aranceles a principios de mes, y como respuesta anunció aranceles de Canadá sobre las importaciones de los Estados Unidos. Reciprocidad. Pagar con la misma moneda. Donde las dan las toman.
Trudeau estaba ya de salida, su estrella se apagó, pasó de ser un fenómeno parecido al primer Barack Obama a un gobernante impopular. El fin de semana pasado se despidió como líder de Partido Liberal, paso previo para abandonar el gobierno este viernes pasado. El elegido para substituirlo en ambos puestos es Mark Carney, economista que, para resumirlo rápido, dirigió el Banco Central de Canadá durante la Gran Recesión de 2008-2012, y del Central de Inglaterra durante el proceso del Brexit. Algo de manejarse en crisis sabe.
En su primer discurso como líder del partido, y a la espera del relevo en el gobierno, Carney siguió plantando cara a los Estados Unidos de Trump, en sintonía con Trudeau y, más importante, porque están ya en precampaña electoral, con la mayoría de los canadienses: "Hay alguien que intenta debilitar nuestra economía, Donald Trump. Donald Trump ha impuesto aranceles injustificados en lo que construimos, vendemos y en cómo nos ganamos la vida. Ataca a los trabajadores canadienses, a las familias y los negocios. No podemos dejarle triunfar. (...) 'America' [EE.UU.] no es Canadá. Y Canadá no será nunca, nunca, parte de los Estados Unidos, de ninguna manera. Nosotros no buscamos esta pelea, pero los canadienses están siempre listos cuando alguien se quita los guantes. Así que, 'americanos' [estadounidenses], no os equivoquéis, en el comercio como en e hockey, Canadá ganará".
Los canadienses se toman tan en serio la ofensiva Trump que en la primera rueda de prensa de Mark Carney como primer ministro, este viernes pasado, la segunda pregunta fue sobre el argumento de que a Canadá le iría mejor económicamente siendo parte de los EE.UU., Carney respondió un escueto "C'est fou. C'est fou. It's crazy. It's crazy". Es una locura. Y a pesar de ello, le siguieron preguntando sobre la pretensión anexionista para que argumentará más. "Canadá nunca será parte de los Estados Unidos Unidos. Nunca, de ninguna manera. La ceremonia que han visto y el gobierno que ven detrás de mí no serían posibles en los EE.UU." Sin explicitarlo Carney se refería al reconocimiento y respeto a la diversidad lingüística y étnica de Canadá.
El Premier de Ontario y las medallas del rey Carlos
Doug Ford, el premier, o gobernador, o presidente, de la provincia (estado) de Ontario, es la estrella del momento, por lo momento en los medios de comunicación canadienses y estadounidenses y en las redes canadiense. Porque, a pesar de ser conservador y de haberse alegrado por la victoria de Donald Trump en noviembre, ahora es el gobernante que más le planta cara, junto con el primer ministro del país. ¿No quieres caldo, dos tazas? ha sido la actitud del premier que, se da la circunstancia, también está en campaña electoral. Doug Ford no se lo pensó dos veces e impuso aranceles en la electricidad que su provincia, Ontario, vende a tres estados de los EE.UU, Minnesota, Michigan y Nueva York. Y lo hizo con un lenguaje directo y contundente, como su físico, y el primer día, luciendo una gorra con visera y el lema "Canadá no está en venta". Su táctica parece que ha funcionado. Trump ha acusado el golpe.
El martes, en el Reino Unido, el rey Carlos tuvo un acto oficial de la marina y en su uniforme lució las condecoraciones canadienses. ¿Una manera de recordar que él, el soberano británico, es también el jefe de Estado de Canadá? Canadá no es una república, sino uno de los reinos y territorios de la Corona Británica en la Commonwealth. Este viernes cuando el nuevo primer ministro, Mark Carney, juró el cargo juró -en francés e inglés- lealtad al rey Carlos y a sus herederos.
¡Codos arriba! Canadá no está en venta. Compra canadiense
Son lemas que se han hecho populares en las últimas semanas. La reacción inmediata a los aranceles, y sus perjuicios en la economía canadiense, ha sido visceral, emocional, una subida del nacionalismo, pero con efectos prácticos:
.Boicot a los productos de los Estados Unidos que ha tomado varias formas. Establecimientos donde directamente han retirado los productos, por ejemplo el Bourbon y los vinos de California, de sus estanterías, (por orden del Premier de Ontario), o resaltando los productos que son canadienses o de procedencia no estadounidense.
.Compra canadiense. En los medios de comunicación y en las redes sociales se informa de qué productos autóctonos pueden sustituir a otros hasta ahora más populares estadounidenses, desde los cereales del desayuno al célebre refresco azucarado de fórmula secreta.
.¡Codos arriba! Es un lema que se ha popularizado a partir, paradoja, de un gag en los Estados Unidos, en el legendario ya programa de humor Saturday Night Life. Uno de los actores, el canadiense Mike Myers, que parodia a Elon Musk, apareció con una camiseta con el lema "Canadá no está en venta" y alzando el codo izquierdo dijo "¡Codos arriba!". La exclamación procede del hockey sobre hielo, cómo no, y llama a la defensa y el contraataque, levantar el codo e interponer el brazo físicamente sobre el jugador contrario, inspirado en la táctica que usaba el jugador Gordie Howe. Perfecto para la ocasión y el baile de aranceles y contra-aranceles de quita y pon que están siendo las relaciones políticas y comerciales entre los dos países. El gesto del actor ha triunfado no sólo en las redes sociales, sino que incluso lo usó el primer ministro Justin Trudeau al despedirse del cargo, un éxito que refleja está crónica de la televisión pública canadiense.
Del descontento al patriotismo
David Moscrop es un teórico político canadiense de 41 años que recientemente ha afirmado "la guerra comercial de Trump me ha convertido en un nacionalista abanderado", en un artículo titulado con un elocuente "Confesiones de un nacionalista reticente", donde expone a través de su biografía la relación compleja con el nacionalismo, o patriotismo, como prefieran, en Canadá. Moscrop cuenta cómo se fue desvinculando de un nacionalismo de juventud, "cuando empecé a leer y escuchar la historia que no me contaron en la escuela. Una historia de violencia y usurpación, de ocupar tierra indígena, de matar a inmigrantes chinos para construir el ferrocarril que conectó e hizo posible este país, de internamientos forzosos de canadienses japoneses, de nefastas explotaciones mineras y de nefastas intervenciones en el exterior..."
Sigo transcribiendo parte del artículo porque es muy ilustrativo de la evolución que está experimentando la sociedad canadiense: "Hoy Canadá sigue teniendo los mismos fallos graves en nuestra relación con los pueblos indígenas, con nuestro débil estado del bienestar, nuestra oligarquía empresarial, nuestra reacción inadecuada al cambio climático y mucho más. Pero defenderé mi país y nuestro derecho a decidir por nosotros mismos cómo queremos vivir". "
David Moscrop es un botón de muestra del sentimiento de muchos canadienses, a juzgar por el último sondeo de opinión del instituto Angus Reid, según el cual en dos meses, de diciembre a febrero, se ha disparado 10 puntos el número de canadienses que se declaran "muy orgullosos" de su país, de un 34% a un 44%. Simultáneamente el porcentaje de partidarios de unirse a los Estados Unidos ha bajado de un 6% a un 4%. Efecto Trump. En dos meses.
Hace sólo un año la noticia era qué le estaba pasando a Canadá, que ya no era el país modélico que muchos habían creído, los diagnósticos eran parecidos a los de otros países occidentales desarrollados: inflación, crisis de acceso a la vivienda, guerra cultural identitaria y polarización. Esos problemas, como escribe Moscrop, persisten, pero han pasado a segundo plano tras el "puñetazo en los morros" del presidente Trump.
Lo que no se vio venir: el efecto Trump electoral
Ese año habrá elecciones en Canadá, aún no hay fecha, y se daba por descontado que iban a ganar los conservadores de Pierre Poilievre, dada la erosión de Trudeau y los liberales en el gobierno. Hace solo dos meses, en enero, según la media de sondeos de opinión que hace la televisión pública, la intención de voto para los conservadores era del 43% y para los liberales de un 21%, 22 puntos de diferencia. Ese mismo baremo el 12 de marzo ha recortado la ventaja conservadora a 8 puntos. De 22 a 8 en dos meses, 39,8% para los conservadores, 31,9 para los liberales. Los dos meses en que Donald Trump ha lanzado su ofensiva contra Canadá y el primer ministro Justin Trudeau, liberal, le ha plantado cara. Pierre Poilievre es una versión blanda de Donald Trump, y se ve ahora forzado a distanciarse del presidente Trump, un lastre electoral, y mostrarse duro con sus políticas.