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El camino por delante

Las mujeres pagan la falta de corresponsabilidad: el impacto de la familia y los cuidados en la brecha salarial

  • La carrera de ellas se ralentiza sobre todo en la treintena, causando una diferencia que no se salva en toda la vida laboral

  • Solo una de cada diez personas que reduce su jornada para cuidar de niños o personas dependientes es hombre

SOFÍA SOLER
9 min.

La premio Nobel de economía Claudia Goldin describe como una "revolución silenciosa" la forma en que las mujeres del baby boom transformaron su relación con el trabajo. La generación anterior comenzó la paulatina incorporación al mercado laboral, pero fueron ellas quienes, por primera vez, aspiraron a una trayectoria, relacionaron su identidad con su profesión y podían ser dueñas de sus decisiones. Siempre, claro, en algunos casos y de forma imperfecta.

"La última milla, el último capítulo, el acto final de la saga de la brecha de género no podrá escribirse hasta que las parejas [refiriéndose a hombres y mujeres] compartan más, y hasta que el mundo laboral haga que eso sea algo menos costoso", remató Goldin en su discurso de aceptación del prestigioso premio en 2023. Y lo dijo con conocimiento de causa: sus estudios económicos permiten trazar cómo la decisión de tener hijos impacta especialmente en la brecha de género y por qué la igualdad entre hombres y mujeres pasa en buena parte por las decisiones que se toman en nuestros hogares y en nuestras familias. Así ocurre también en España aún en 2024.

La brecha se ensancha a partir de los 30

Según la última Encuesta de Estructura Salarial, la brecha en las ganancias de hombres y mujeres ya existe en origen, pero se ensancha precisamente a partir de los 30 años y aumenta sin parar hasta el final de la vida laboral. El mayor incremento se produce al llegar al tramo entre los 35 y los 44 años, cuando la brecha de ingresos anuales suma casi 1.560 euros.

"Se explicaría porque, cuando tienen hijos, [muchas mujeres] dejan de trabajar o reducen masivamente sus horarios y, por lo tanto, aumenta la brecha de ingresos anuales", señala la profesora titular de CUNEF Universidad, Claudia Hupkau a RTVE.es.

"Y no es solamente con la llegada del primer hijo, sino con la expectativa de que pueda llegar", aporta la doctora en Economía por la Universidad Autónoma de Madrid, Laura Pérez Ortiz. "En las empresas hay todavía esa cierta reticencia a contratar o promocionar a mujeres que están en esa edad".

Las mujeres en España tienen a su primer hijo a los 31,57 años de media, esto es, seis años y medio más tarde que en 1980. El comportamiento distinto de las mujeres en el trabajo y la maternidad no solo tiene una explicación económica, pero esta es una dimensión ineludible. La economista de la Universidad de Alcalá de Henares, Inmaculada Cebrián, ha investigado sobre ello.

"En un principio, las mujeres enfocábamos más nuestras decisiones de manera que primero se trabajaba y después llegaba la familia. Las baby boomers ya empezamos a decidir que íbamos a intentar mantener las dos cosas, aunque muchas seguían saliendo del mercado de trabajo al empezar a nacer los hijos. Pero con el paso del tiempo, vemos que la tasa de actividad de las mujeres se mantiene y sigue creciendo. ¿Eso significa que las mujeres han encontrado la manera de compatibilizar el empleo con la familia? Pues parece que no, porque la tasa de natalidad ha caído una barbaridad, hasta un 26% desde 1994", expone en una conversación con RTVE.es.

Una ralentización de la carrera que no se recupera

Cebrián envidia el volumen de datos que permitió a Goldin en Estados Unidos precisar el impacto, la evolución y las relaciones de estos problemas en el mercado laboral, pero ella y otras economistas con perspectiva de género sí han podido rastrear las condiciones y decisiones de las mujeres trabajadoras en España.

Así, sabemos que siete de cada diez personas con una jornada parcial son mujeres. De nuevo, esta brecha existe desde el inicio, pero se va reduciendo en los primeros años de carrera laboral hasta que vuelve a ensancharse entre los 35 y los 39 años, según el INE. En ese dato estarían incluidas tanto la parcialidad voluntaria como la involuntaria (cuando trabajamos media jornada porque no encontramos otra cosa, lo que afecta de forma similar a hombres y a mujeres), pero cuando ponemos en foco en quiénes se acogen a una reducción de jornada para el cuidado de niños o personas dependientes, la proporción de mujeres asciende al 90%. Dicho de otra manera: solo una de cada diez personas que reduce la jornada para cuidar es un hombre.

Pero no se trata solo de reducciones de jornada o, incluso, excedencias. Las economistas también asocian la brecha a elegir puestos de trabajo que permitan más flexibilidad, tengan horarios más previsibles o requieran menos horas de presencialidad, empleos que suelen comportar menor salario.

Porque para determinadas posiciones de alta cualificación, apunta Hupkau, sigue siendo importante acudir a determinados eventos, estar siempre disponible, viajar por negocios, etc., y ellos pueden permitírselo porque se mantiene el "rol tradicional de género" en el que ellas son las que van a buscar a los niños al colegio, llevan la casa, etc. En el ámbito de la empresa, la profesora de CUNEF critica también el arraigado presencialismo español y sus largas jornadas, con pausas dilatadas para comer a mitad del día.

"Y esas diferencias salariales no son solamente en los años de cuidar. Cuando te reincorporas a tiempo completo, ya partes de un punto más bajo porque tus compañeros hombres que han estado ahí han promocionado", continúa Pérez Ortiz.

Así representa la Academia Sueca el "efecto de la crianza" en la brecha salarial que documentó Claudia Goldin Johan Jarnestad / Real Academia Sueca de Ciencias

En una sociedad envejecida, además, la brecha en los cuidados vuelve a parecer cuando se trata de padres y madres dependientes. Es ya la realidad de muchas mujeres del baby boom. "El modelo de cuidado en España es principalmente familiar, dominado por las mujeres, informal y de tiempo intensivo", describe la red europea Eurocarers, que reúne a las organizaciones de cuidadores y los centros de investigación en este ámbito.

"En otros países donde el sistema de cuidados está más desarrollado o es más universal que en España, [el cuidado de mayores] no impacta necesariamente de forma negativa en los asuntos laborales", reflexiona Hupkau, que comienza ahora una investigación sobre el resultado de las políticas de dependencia. ¿Cuánto influirá todo ello en las pensiones de estas mujeres?

Una brecha más profunda para las mujeres de baja cualificación

La brecha, en cualquier caso, no es uniforme. El mercado penaliza más a las trabajadoras con una cualificación baja, que perciben unos 7.400 euros anuales menos que sus compañeros hombres, frente a los 5.600 euros de brecha en las cualificaciones medias. La falta de datos impide relacionar con detalle esta realidad con las decisiones familiares, pero las economistas aportan algunas consideraciones.

"En una pareja, si se tiene que tomar la decisión de quién se queda a cuidar, se queda la que tenga menor coste de oportunidad, es decir, la que tenga el salario más bajo", señala Cebrián, de la Universidad de Alcalá de Henares.

Del mismo modo, a una mujer con una ganancia media anual de 14.008 euros al años puede no compensarle trabajar si buena parte de su salario va a destinarse a pagar una guardería de 0 a 3 años, dado que una pareja con el salario medio en España ya gasta un 9% de esos ingresos en pagar un centro a tiempo completo, según los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). No obstante, la situación es más favorable en España que en Reino Unido e Irlanda (por encima del 25%) o Bélgica y Países Bajos (16% y 21%), pero peor que en Portugal (6%), Suecia (5%), Austria (3%), Alemania (1%) o Italia (0%).

Para otras mujeres con bajos ingresos, recuerda Pérez Ortiz, ni siquiera existe la opción de reducirse la jornada, porque la familia necesita esos ingresos para llegar a fin de mes.

Un trabajo invisible

Y del sobreesfuerzo que realizan las mujeres en los cuidados familiares destacan otras dos cuestiones. Por un lado, que hablamos de toda una actividad económica que no se registra en ningún indicador. Por otro, que las mujeres asumen una parte mayor del gasto del hogar.

"Si yo me lavo las camisas y me las plancho, no cuenta, pero si las llevo a la tintorería ya entra dentro del producto interior bruto (PIB). El trabajo es el mismo y el resultado es que la camisa está lavada y planchada, pero si no hay un intercambio comercial, no sabemos medirlo", expone la economista Pérez Ortiz, de la UAM, que insiste en el valor de esa actividad parafraseando el título del libro de la periodista sueca Katrine Marçal "¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?".

"Uno de los padres de la economía tal y como la conocemos hoy no se había parado a pensar en que él podía dedicarse a observar y escribir porque su madre le hacía la cena y le cosía la ropa", agrega. Actualmente, según cifra Oxfam Intermón, mujeres y niñas en todo el mundo dedican al trabajo de cuidados no remunerado 12.500 millones de horas diarias, lo que equivaldría a 10,8 billones de dólares anuales.

Finalmente, sobre el gasto superior, la organización Closing Gap y la consultora AFI estiman que cuando la cabeza de familia es mujer, los hogares consumen 452 euros anuales más en bienes y servicios básicos que cuando el cabeza de familia es hombre.

Sin corresponsabilidad no hay cambio

Las brechas de género en el mercado laboral se enmaña con otros factores, como la infrarrepresentación de las mujeres en profesiones tecnológicas mejor remuneradas o la discriminación machista que puede seguir existiendo en algunas empresas, pero en todo caso existe un consenso en que la sociedad en conjunto saldría ganando si se alcanzara la igualdad. "Para empezar, en justicia social", incide Pérez Ortiz, y luego coincide con Hupkau y Cebrián al hablar de aprovechar el numeroso talento que se están desperdiciando.

Porque nadie duda ya del valor de los cuidados, pero el reparto queda descompensado. Por eso, las economistas creen que las políticas de conciliación y las inversiones en servicios de dependencia son útiles para empujar el cambio, pero esto tiene que ir acompañado de una auténtica corresponsabilidad en cada hogar.

"En el momento en que los hombres y mujeres sean corresponsables por igual de las tareas de cuidados, todo el mundo estará mejor posicionado dentro del mercado de trabajo", zanja Cebrián. La tercera parte, ya lo dijo Goldin, corresponde a los empleadores: que hagan el camino más fácil.

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