La vida ha demostrado a Asia Al-Mashreqi que es la única dueña de sus sueños. Nació hace 46 años, en el seno de una familia humilde en Noqum, a las afueras de Saná, la capital de Yemen. En el único país republicano de la península arábiga, ser mujer es un desafío. El primer obstáculo llegó cuando quiso continuar su educación más allá del noveno grado, después a los 12 años tuvo que luchar contra la tuberculosis, pero consiguió hacer bachillerato y convertirse en la primera mujer universitaria de su familia. No se escapó de la presión de un matrimonio precoz con un primo y aun así se dejó la piel para ser maestra o para poder conducir.
Hoy dirige la Fundación para el Desarrollo Sostenible (SDF - Sustainable Development Foundation), una de las mayores organizaciones locales que ayuda a personas refugiadas y yemeníes ante una situación que Naciones Unidas considera una de las mayores crisis humanitarias del mundo. El país árabe vive desde 2015 bajo el fuego cruzado entre las fuerzas del Gobierno y las milicias hutíes.
El 80% de las personas en Yemen necesitan asistencia humanitaria. Desde SDF han asistido a más de dos millones de personas afectadas por una guerra alejada de los focos mediáticos y borrada de la agenda de política internacional. Al-Mashreqi ha recibido el galardón regional para Medio Oriente y el Norte de África del Premio Nansen para Refugiados de ACNUR 2023. El reconocimiento se estableció en 1954 en honor al científico y explorador noruego Fridtjof Nansen, primer Alto Comisionado, y al que muchos llaman el "Nobel Humanitario". Es una distinción anual que otorga la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) a personas o entidades que van más allá de su trabajo y hacen algo especial en favor de personas refugiadas, desplazadas y apátridas.
PREGUNTA: No tuviste referentes. Sin embargo, pese a todos los obstáculos, te has convertido en una referente para muchas mujeres yemeníes. ¿Eres consciente?
RESPUESTA: He sufrido mucho. Mi vida es solo un ejemplo entre la de millones de mujeres en mi país. He tenido que luchar por deseos básicos, como por mi educación o una vida digna. Y esto me ha pasado por dos motivos, el primero porque nací en un país donde hay una cultura equivocada sobre ser mujer y el segundo por la pobreza extrema. Las mujeres yemeníes han sufrido mucho por parte de la sociedad, especialmente en las zonas rurales. Conseguí ser maestra, posteriormente directora de una escuela y fui ascendiendo en el Ministerio de Educación. Veía los grandes desafíos. La situación política y de seguridad no ayuda. La guerra ha paralizado nuestras vidas, pero conseguí sobre todo que la educación de las niñas dejase de ser un estigma. Estoy convencida de que educar a las líderes de mañana nos ayuda a construir un futuro mejor. El cambio tiene que venir desde dentro.
P: Antes de crear la Fundación para el Desarrollo Sostenible, administraste una escuela para niñas. Trabajaste en muchas instituciones y asociaciones hasta 2015, cuando comienza la guerra que obliga a 4,5 millones de yemeníes a huir de sus hogares…
R: En la primera escuela para niñas que pude administrar trabajé con 4.000 alumnas. Detecté que no se atrevían a expresar sus inquietudes o anhelos. Luego, llega la guerra y fue un shock en todos los sentidos de la palabra. De repente, nos vimos envueltos en la mayor crisis, la mayor tragedia humanitaria y la emergencia humanitaria más grande del mundo. La salud y la educación se desplomaron. Vi a muchas mujeres, jóvenes, niñas y niños sin saber a dónde ir. Vivimos un auténtico desastre humanitario y, lamentablemente, el mundo guardó silencio. Yemen era un país que recibía a migrantes y refugiados de Somalia, Etiopia, Siria, Irak o Sudán. Todas estas personas han visto aumentar su sufrimiento con la guerra. Nadie tenía a dónde ir. Entonces, el expediente de las personas desplazadas internas y de las personas refugiadas se convirtió en un asunto espinoso. Y por esto fundé SDF, con otras cuatro alumnas y colegas con experiencia, para dar respuesta a la situación dramática provocada por el conflicto.
P: No teníais ningún capital, vendisteis vuestras joyas de oro para aportar el capital inicial de la fundación. ¿Es así?
R: Esto es algo que no todo el mundo sabe. Fundamos la organización vendiendo nuestras propias joyas de toda la vida. El primer proyecto que hicimos fue para personas desplazadas en la gobernación de Haradh, al noroeste del país, quienes habían huido al puerto de Al Hudaydah, en el Mar Rojo. Se trata de una de las más pobres del país. Bajo los incesantes bombardeos ayudamos a 220 personas que huyeron de sus casas. Se les pidió que abandonaran sus hogares y se les dijo que la guerra terminaría en el curso de tres días. Se fueron con lo puesto y ni siquiera cogieron sus documentos de identidad. La guerra lleva ya más de siete años. La economía está colapsada, siete años sin salarios. No hay dinero, ni hay seguridad. La población vive asediada, el cierre de los aeropuertos y puertos complica la llegada de la ayuda humanitaria. Me propuse buscar respuestas con mis propias manos y cambiar, aunque sea, la vida de una sola persona.
P: Naciones Unidas calcula que cerca del 70% de la población (20,7 millones de personas) necesita asistencia humanitaria y protección, incluidos 12,1 millones de personas en situación de extrema necesidad. ¿Cuál es el sentir de los yemeníes frente a la indiferencia de la comunidad internacional?
R: El mundo no nos mira y es el resultado de vincular lo humanitario con lo político. Durante siete años se ha trabajado para ignorar y no mostrar nuestro sufrimiento. ¿Cómo nos sentimos? Todos estamos frustrados. ¿Por qué? No hemos encontrado una respuesta a por qué ocurre. ¿Por qué esta absurda guerra? ¿Por qué? Yemen es territorio para otros jugadores, quiero decir, somos un campo de juego. Otros países han hecho de nuestra tierra su patio de recreo, y el coste lo están pagando millones de personas. No hubo cobertura mediática que describiera las consecuencias de la guerra que están sufriendo las mujeres, los niños. Solíamos escuchar los informes que pedía Naciones Unidas, no para mostrar la causa de Yemen como pueblo y sociedad, sino para buscar apoyos. Mi país es una cuestión más importante que simplemente pedir apoyo, mi país ha sido asesinado sin justificación. Es una tierra con muchas riquezas que está siendo saqueada.
P: ¿De dónde has sacado la fuerza en medio de la guerra?
R: La palabra dolor es poco para definir el sufrimiento. Era plenamente consciente de las necesidades humanitarias, en un país que ha sido destruido y como madre y mujer yemení se me partía el alma. Nunca olvidaré las noches sin electricidad, sin agua, miles y miles familias sin nada. No dormía sin abrazar a mis hijos por si les pasaba algo. Estaba preocupada por mi madre. Los heridos no podían viajar en aviones, tenían que recorrer 20 horas en carreteras sin asfaltar y corrían el riesgo de morir en el camino.
P: Tienes un discurso muy claro. Mucha fuerza en cada palabra que pronuncias. ¿Qué piensan tu padre y aquellos hombres de la familia que no querían que estudiaras?
R. [Sonríe]. Después del éxito, toda la familia, los vecinos y la gente de mi zona piden a sus hijas que estudien y sean como yo. ¡Les he sorprendido! Repito una y otra vez en todas las conferencias que lo que más beneficiará al avance en derechos y libertades de las mujeres es encontrar modelos exitosos. Necesitamos que la gente te señale y diga "háganlo como esa mujer". Y yo hoy viajo al extranjero, tengo reuniones con hombres cuando hay comunidades que nos prohíben mezclarnos con ellos.
P: Asia, la imagen que nos llega de la mujer yemení es siempre cubierta con el niqab. ¿No lo llevas?
R: Esta es otra de las cosas que quise cambiar. A mí al principio me criticaban y me rechazaban. Me han llegado a decir que el éxito no es legítimo si no va de la mano del islam. Pero puedo ser mujer, musulmana y no llevar el niqab. He tenido que explicar que el hecho de no llevarlo no significa hacer cosas inmorales. Así que empecé paso a paso. Mi progreso en esta cuestión ha puesto el foco en la conciencia comunitaria y la promoción de los problemas de las mujeres. Además, la experiencia me ha enseñado que es importante tener en cuenta las sensibilidades de la sociedad yemení tradicional si quería avanzar. Nosotras estamos convencidas de que nuestras tradiciones, valores y cultura no son obstáculos, sino herramientas que requieren más apoyo y sensibilización
P: El próximo 13 de diciembre recogerás el premio en el Foro Mundial sobre los Refugiados 2023
R: Soy creyente. Y creo en la buena intención. Si los principios son buenos, hay pasión y una visión clara, todas las puertas se abren. Claro que estoy orgullosa porque esto me permitirá seguir ayudando a las personas desplazadas y refugiadas.