Enclavada en el Alto Manhattan de Nueva York y un tanto a desmano de las rutas turísticas más trilladas que aconsejan las guías, se alza la Hispanic Society of America (HSA).
El museo biblioteca fundado por el hispanista multimillonario Archer Milton Huntington en 1904 alberga tesoros poco vistos del Greco, Goya, como la emblemática La duquesa de Alba (1796) o Velázquez. Tanta acumulación de obras maestras le ha etiquetado como “el pequeño Prado neoyorquino”, un santuario cultural en el que despunta el “infalible” Sorolla.
La HSA simboliza el romance artístico con EE.UU. del pintor y es “zona cero” del coleccionismo americano de Joaquín Sorolla que también se expande hacia Dallas, San Diego, San Luis o Chicago. Sus obras continúan alcanzando millones de euros en el mercado del arte cuando este año se celebra el centenario de su fallecimiento (Valencia, 1863-Madrid,1923).
Pero volvamos a Huntington, por aquel entonces una de las grandes fortunas estadounidenses de la metalurgia de principios del siglo XX. El coleccionista se encandiló de la pintura de un artista en la cima en una muestra en Londres y se convirtió en su mecenas y principal publicista en Norteamérica.
El filántropo le encargó los 14 paneles monumentales Visiones de España, que reflejan la vida y costumbres de las regiones del país, y que ocupan una imponente galería donde apabullan al visitante.
“Es una de las joyas de Nueva York y una visita obligada, casi un viaje de peregrinación. El público se asombra cuando entran en la sala en contraste con el paisaje de la ciudad. Es una experiencia inmersiva que transporta. Y para muchos visitantes estadounidenses, su primer contacto con España”, responde por correo electrónico a este medio Guillaume Kientz, director de la HSA.
La Hispanic Society of America es una de las instituciones internacionales que más obra de Sorolla atesora con un total de 243 piezas.
Además de los murales que recorrieron España con éxito en 2009, y que “probablemente no volverán a salir” por su difícil transporte, el museo, actualmente en remodelación, mantiene en sus fondos una serie de retratos del pintor-que no se consideraba retratista- a intelectuales españoles sobresalientes de los años 20 como Juan Ramón Jiménez, Giner de los Ríos o Miguel de Unamuno.
El impulso del entregado Milton Huntington allanó la gloria internacional del valenciano y a partir de aquí: el delirio. Joaquín Sorolla mantuvo otros promotores estadounidenses como el magnate Thomas Fortube Ryan, que coleccionó 20 obras como Cristóbal saliendo del puerto de Palos (1910).
La flor y nata de la sociedad norteamericana le encargaba lienzos fascinada por la “vitalidad, optimismo y empatía mediterránea” que desprendían sus cuadros de playas y niños jugando. Como medida del triunfo, el pintor se alojó seis días en la Casa Blanca donde creó el retrato del presidente William Howard Taft por el que recibió 3.000 dólares.
La cumbre llegaría con sus dos exposiciones itinerantes en EE.UU., en 1909 y 1911, donde la fila de público daba la vuelta a la manzana. Un hito sin precedentes.
“En 1909 la Hispanic Society dio la bienvenida a unas 160.000 personas para ver el espectáculo. ¡Una hazaña monumental para la época! El museo incluso tuvo que ampliar su horario y permanecer abierto hasta las 23:00 horas para dar cabida a los visitantes”, señala Kientz.
“Jamás ha sucedido algo similar en Nueva York. Los ‘ohs’ y las ‘ahs’ empañaban las baldosas del suelo y los automóviles atascaban la calle. Llovieron los encargos de retratos. Se vendieron reproducciones fotográficas en cantidades nunca vistas. Y en medio de todo aquello allí estaba sentado nuestro pequeño creador, sentado tan tranquilo, abrumado pero no engreído, mientras yo le traducía las oleadas de entusiasmo de la prensa”, explicaba un extasiado Huntington en una carta a su madre. Por su parte, el artista, despachó unos 200 cuadros asomando un afinado olfato comercial.
¿Por qué se prendaron los estadounidenses de Sorolla? “Joaquín Sorolla es único y genial. La combinación de técnica impresionista y enfoque figurativo, lo convierte en una artista muy atractivo, uniendo tradición y modernidad. Es el maestro de la luz y el color, sus cuadros son honestos y alegres”, apunta el director de la Hispanic Society of America, una institución que recibió el Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional en 2017.
“El interés es creciente y además se vincula mucho a la pintura de James Whistler y de otros artistas impresionistas americanos. Además, es una obra muy sensorial, el erudito conoce y penetra en Sorolla hasta sus últimos niveles pero a la persona con menos conocimientos también le llega mucho”, explica Enrique Varela, director del Museo del pintor en Madrid, en plena vorágine del Año Sorolla.
Estados Unidos celebra a Sorolla
EE.UU. también rinde tributo en 2023. La Hispanic Society ha organizado en colaboración con el National Arts Club de Nueva York una selección de los gouaches preparatorios de Visiones de España, y parte de sus nutridos fondos se mostrarán en una exposición que esta semana abre sus puertas en la National Gallery londinense, mientras que el Museo Meadows de Dallas presentará una muestra sobre las pinturas de Sorolla en las colecciones particulares americanas, comisariada por Blanca Pons Sorolla, bisnieta y especialista en su trayectoria.
Otra prueba del fervor: hasta el santa sanctorum del arte americano, el Metropolitan de Nueva York, cuenta con un “sorolla”, un retrato de su mujer Clotilde.
Un flechazo que no se desvanece. Cuentan que Joaquín Sorolla era incansable en el dibujo y no contenía el impulso de plasmar todo lo que veía en sus periplos estadounidenses.
El creador llevaba un cuaderno a todas partes para disparar en el acto tanta explosión creativa. En Nueva York trazaba lo que veía desde la ventana de su hotel y captaba su atención: desde el tráfico infernal a los corredores de una maratón, bosquejos que a veces capturaba en el reverso de los menús de los restaurantes.
El artífice de Niños en la playa (1910) aseguraba que la luminosidad de la ciudad de los rascacielos le recordaba a Madrid donde se encuentra su Casa Museo y que se hallaba como “en su hogar” viviendo su particular sueño americano que este año resucita.