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Catar, el Mundial y la geopolítica: "un lavado de imagen" para lucir músculo frente a los rivales de la región

  • El fútbol permite ganar influencia geopolítica a través del "poder blando", una estrategia que comparten países del Golfo

  • La opinión pública es cada vez más exigente, pero los intentos de boicot no han funcionado a lo largo de la historia del Mundial

EBBABA HAMEIDA
8 min.

Catar nunca ha tenido trascendencia en el Mundial de fútbol, no es un país de tradición futbolera, ni cuenta con las condiciones climáticas adecuadas. Sin embargo, lleva desde 2010 construyendo una exagerada infraestructura para la competición que reunirá a los mejores jugadores del planeta. De ahí que el pequeño emirato, rico en petróleo, sea un controvertido anfitrión de la Copa del Mundo 2022 que arrancará el próximo domingo. A la monarquía absoluta no le interesa tanto el fútbol como su posicionamiento geoestratégico. La celebración del Mundial en su territorio es todo un símbolo que le sirve de lavado de imagen, le ayuda a llamar la atención sobre el país y a lucir músculo frente a sus rivales en la región, según los expertos consultados por RTVE.es.

Catar ocupa el tercer lugar en el mundo en términos de reservas de gas naturaly presume de tener el segundo PIB más alto del planeta. "El país ha experimentado en las últimas décadas un crecimiento exponencial y cuenta con muchos petrodólares. Intenta influir en decisiones de países terceros invirtiendo en sus economías, asegurándose de que no van a tomar decisiones en su contra", argumenta la periodista y especialista en temas de Oriente Medio, Natalia Queralt. Los habitantes de esta perla del Golfo no llegan a los 3 millones, de los que un 88% son extranjeros.

El fútbol tiene un poder que otros deportes no tienen. "Es la única actividad deportiva que se conoce en todo el mundo, es universal y se practica en cualquier rincón del planeta. A nivel geopolítico es una herramienta muy poderosa", explica el analista de 'El Orden Mundial', David Gómez. Así, acoger el Mundial le permite alcanzar una proyección internacional que incluso la política no le permitiría. Lo ve como una herramienta, dice, para proyectarse y ganarse la simpatía de Occidente.

Catar se prepara para el Mundial más caro de la historia

El analista recuerda que es un país que siempre ha mostrado su interés por invertir en equipos europeos. "El fondo soberano catarí se hizo con el Paris Saint-Germain y antes, Qatar Foundation invirtió en el Fútbol Club Barcelona que fue el primer caso de inversión por parte de Catar en el fútbol europeo", asegura Gómez.

"La política y el deporte van de la mano. El Mundial para Catar es una oportunidad perfecta para exponerse y le sirve para dar un golpe sobre la mesa. Es un aviso para sus contrincantes regionales de que el país sigue muy vivo, en esta lucha por el poder en la zona, y [un recordatorio] de que ha salido ileso del bloqueo", asegura Queralt. Se refiere al veto impuesto en 2017 por parte de varios países del Golfo Pérsico que acusaron a Catar de apoyar al terrorismo. El bloqueo fue liderado por Arabia Saudí, que junto con otros países como Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Egipto, rompieron sus relaciones diplomáticas con Doha hasta enero de 2021.

La estrategia del poder blando

Las dos voces expertas insisten en que el fútbol permite ganar influencia geopolítica a través del "poder blando". Catar es un país muy pequeño que hasta la década de los 90 dependía y seguía la estela de Arabia Saudí, pero "a raíz de la invasión de Kuwait por parte de Iraq se ha visto obligado a adoptar una estrategia para ganar más autonomía de todas las potencias que lo rodean en Oriente Próximo", dice Gómez. Quiere convertirse en una potencia, matiza, para que los países occidentales empiecen a verlo como un destino atractivo para las inversiones, en el ámbito de turismo y también a nivel deportivo.

Una estrategia que imita y comparte con los vecinos de la región. En los últimos años, todos han competido para organizar grandes eventos deportivos, pero también culturales como la Exposición Universal de Dubái 2020, celebrada en 2021 por la pandemia. En la región hay una disputa entre Irán y Arabia Saudí por ser la principal potencia regional, una rivalidad histórica exacerbada tras el hundimiento del Irak de Sadam Hussein. Irán es el principal país del Islam chií y Arabia Saudí es el principal representante del Islam suní. Y en este marco también está Emiratos Árabes Unidos, que también ha despuntado mucho durante las últimas décadas.

"El Mundial se ha anunciado a bombo y platillo y, al final, será un megaevento donde habrá mucha riqueza y construcciones exageradas. Los estadios serán espectaculares. Para el país es la culminación de esta política de proyección de influencia, en la que han invertido muchos esfuerzos, y por supuesto, petrodólares", concluye Queralt.

"En todos estos países petroleros están invirtiendo en ciudades inteligentes, centros educativos de alto nivel, turismo de alta gama, construcciones vanguardistas, edificios espectaculares, aeropuertos de los más modernos, están mirando al futuro", explica Zidane Zeraoui El Awad, profesor e investigador mexicano-argelino especializado en relaciones internacionales y Oriente Medio. "¿Qué va a hacer Catar con tantos estadios?", se pregunta. "No hay deporte en Catar, muchas carreras de camellos. Pero el país se prepara para la era posenergética fósil y revaloriza su posición estratégica para fines no bélicos", añade. Por eso, ahora estamos en una etapa de carreras por hacer este tipo de eventos deportivos y construcciones que pocos pueden permitirse.

El deporte a lo largo de la historia

El recorrido por la historia de la Copa del Mundo refleja, según David Gómez, cómo las relaciones internacionales dejan al margen los valores democráticos. El deporte al servicio de la política. La Italia fascista de Mussolini organizó (y ganó, con polémica) el Mundial de Fútbol en 1934 y dos años después, la Alemania nazi organizó las Olimpiadas.

Los eventos deportivos también sirven para mantenerse en el poder y ejercer una fuerza interna, como muestra el caso del Mundial del 78 en la Argentina de Jorge Videla, "o para consolidar la dictadura y mostrar una imagen más amable al mundo", argumenta Gómez. Además, pone el ejemplo del Mundial que organizó España en el 82: se había adjudicado en la dictadura de Franco, pero "el destino es un poco caprichoso y coincide justo en el año en el que gana al PSOE y es una visualización de la consolidación de la transición que termina de asentarse, un momento en el que ya España está empezando a abrirse", añade.

Los últimos países que han organizado la Copa del Mundo son los BRICS, considerados potencias económicas emergentes: Brasil, Sudáfrica o Rusia. Coincidió con una etapa en la que empezaban a consolidarse como potencias en el orden internacional. "Ahora es una época en la que los países del Golfo van a ser los que organicen eventos deportivos de gran calado. Estamos hablando de la Copa del Mundo en Catar, pero en 2030 Arabia Saudí va a organizar los Juegos Asiáticos de Invierno", apunta el analista del EOM.

Otro caso más reciente fueron los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008. "Sabíamos perfectamente que había censura y que el propio Estado chino ejerce presiones y limitaciones de derechos básicos", explica el profesor de Ética y moral deportiva de la Universidad Pompeu Fabra Jose Luis Pérez Triviño. La Copa del Mundo en 2018 también se celebró en Rusia donde, señala, "los derechos de las personas LGTBI están muy lejos de tener la misma consideración que tienen en los países occidentales".

"Los boicots no terminan de funcionar"

La opinión pública es cada vez más exigente. Las organizaciones de derechos humanos aprovechan estos hitos deportivos para denunciar las graves violaciones de derechos que se cometen en dichos países. "En ligas como la alemana sí que se están organizando protestas en las gradas de forma bastante habitual", explica Gómez. Pero también destaca que hace algo más de 40 años, se organizaron bastantes protestas a favor del boicot del Mundial en Argentina que no sirvieron de mucho. "La denuncia ya se produjo, hubo intentos de boicot, pero los boicots no terminan de funcionar. Al final la competición se disputa, todo sigue adelante y quedará todo en agua de borrajas", concluye.

En este planteamiento coincide Pérez Triviño: "No se hacen negociaciones, ni se ponen sanciones. Ha habido siempre cierta connivencia, incluso cierta tolerancia con regímenes muy dictatoriales". Ahora bien, considera que está claro que en 2010 cuando se conceden los derechos de la organización al pequeño país del Golfo hay un pecado de origen. "Es bien sabido que esa concesión fue llevada a cabo con métodos corruptos. Por lo tanto, aquí sí que hay una objeción de fondo a esa concesión al emirato", asegura el profesor de universidad.

"Ni la FIFA ni el COI han sido precisamente los más nítidos en cuanto a tomar los derechos humanos como un estandarte en su labor diaria", añade. Además, por otro lado, casi siempre estos eventos se reducen a países que tienen un alto nivel de riqueza, suficiente como para organizar dichos eventos, con lo cual eso reduce bastante el ámbito de los países a los que se les puede exigir un comportamiento ético de cara a la concesión de estos juegos. "Será un lavado de imagen para lucir músculo frente a los rivales de la región", zanja Queralt.

Por lo tanto, pedirle a la FIFA que haga ese esfuerzo para cumplir con las garantías de los derechos humanos en Catar es una quimera. "Es como pedir peras al olmo", ironiza Gómez. El experto señala que, si bien la FIFA debería hacer más por cumplir con los estándares éticos mínimos, esta realidad "ha sido una constante en la historia de la Copa del Mundo".

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