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Estados Unidos 2016 - 2022: viaje a la incredulidad

ANNA BOSCH
6 min.

"Desde que voté por primera vez, en 1984, creo que nunca he votado por los demócratas y, desde luego, nunca antes había hecho campaña por ellos". Lo ha dicho y repetido esta última semana Liz Cheney, la hija, biológica y política, de Dick Cheney, el que fue el todopoderoso vicepresidente de George W. Bush que inspiró la película Vice y a quien los demócratas apodaron Darth Vader por el personaje de La guerra de las galaxias.

Para los progresistas, Dick Cheney era la encarnación del mal. Hoy, su hija vota y hace campaña con ellos. Liz Cheney sigue definiéndose como una conservadora de Wyoming, es decir, muy conservadora. Como su padre.

Aquí podría terminar este artículo. El caso de Liz Cheney resume el viaje de la política estadounidense desde la aparición del Tea Party en 2009 (Gobierno de Barack Obama, primer presidente negro) hasta, sobre todo, la victoria de Donald Trump en 2016.

El trumpismo desarrolló el extremismo del Tea Party a principios de siglo, tesis conspirativas que acusan al Partido Demócrata, y ahora al gobierno de Joe Biden, de formar parte de una trama internacional con tintes diabólicos que quiere destruir los Estados Unidos. Como dice Liz Cheney en una entrevista en la PBS, la televisión pública de los EE.UU., justo una semana antes de la votación, “gente -políticos- cuyas ideas eran marginales hace dos años pueden tener un gran poder, si ahora el Partido Republicano obtiene -como pronostican los sondeos- una mayoría en el Congreso de los EE.UU.”.

Incorporar mentiras al discurso

“Creo que hay millones de votantes republicanos traicionados por Donald Trump. Hay unos pocos políticos electos que se creen esas mentiras, pero hay un número significativo que, sabiendo que son mentiras, las acomodan en su discurso. Esto es realmente peligroso porque lleva a que la población se pregunte ‘‘si todo esto son mentiras, ¿por qué no hay más republicanos diciéndolo? Y, si este es realmente un momento peligroso, ¿por qué hay tanta gente haciendo campaña con algunos de los mayores negacionistas del resultado electoral -de 2020-’. Lo hacen por mero interés político personal, y esto es peligroso para el país", afirma Liz Cheney, en otro momento de la entrevista.

Si las previsiones aciertan, el Partido Demócrata perderá la mayoría que tiene en la Cámara de Representantes y el sustituto de Nancy Pelosi - tal vez la política más odiada por los republicanos- como speaker (presidente) de la Cámara, será Kevin McCarthy. Así describe Liz Cheney a quien será con toda probabilidad los próximos dos años segundo en la línea sucesoria al presidente: “Está dispuesto a sacrificarlo todo para beneficiarse personalmente. Ha traicionado la Constitución”.

Liz Cheney es congresista por su estado, Wyoming. La han elegido tres veces, pero este año perdió las primarias de su partido. En su estado, ¡en el estado de los Cheney! La derrotó una candidata trumpista por una abrumador 66,3% a 28,9%. Ese vuelco espectacular entre los votantes republicanos en tan solo dos años no se entiende sin conocer la relevancia de Liz Cheney este año.

Asalto al Capitolio

En el orden político, el 6 de enero de 2021 fue equivalente al 11 de septiembre de 2001. Ver una horda descontrolada y armada asaltando la sede de la soberanía nacional, el mayor símbolo de la democracia de los Estados Unidos, para impedir con violencia la transición de poder, produjo una sensación de incredulidad semejante a la de ver dos aviones estrellarse contra la Torres Gemelas.

No era una revuelta para derrocar un poder dictatorial, no se estaba produciendo en alguna “república bananera”, era una revuelta en la cuna de las democracias modernas, en el país que se autodenomina “faro de la democracia”, y que ha sido ejemplo de respeto institucional. La aceptación del resultado de las urnas y el traspaso pacífico del poder son pilares de todo sistema democrático. Hasta que llegó Donald Trump.

Y volvemos a Liz Cheney. Es la vicepresidenta de la comisión de la Cámara de Representantes que investiga aquel asalto a la democracia de los Estados Unidos, y ha destacado por sus interrogatorios y sus discursos. Una muestra son sus palabras de apertura en la sesión del 13 de octubre, hace menos de un mes. “El peso de las pruebas presentadas ha demostrado que la causa central del 6 de enero fue un hombre, Donald Tump. Estuvo personal y sustancialmente implicado en todo ello. (...) El presidente Trump tenía un plan premeditado, antes de la jornada electoral, para declarar que la elección -de Joe Biden en 2020- fue fraudulenta, un robo. Lo dijo la noche electoral contra el criterio de su equipo de campaña y sin ninguna prueba. En los dos meses siguientes buscó quién lo apoyara en esa invención y lo ayudara a difundir mentiras sobre ese supuesto fraude”.

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Rehenes de Trump

Liz Cheney lidera la reivindicación del Partido Republicano tradicional, es la voz interna que más alto denuncia que su partido se ha convertido en rehén de Donald Trump y sus mentiras, y que con ello está destruyendo los cimientos de la República, del sistema democrático en los Estados Unidos. Cheney no está sola, hay más miembros del Partido Republicano que comparten su opinión, indignación y temores, pero ella es, sin duda, la voz más simbólica. Y coincide con sus oponentes demócratas en que lo que está en juego en estas elecciones legislativas es más que el poder, es la democracia estadounidense.

Uno de los apoyos de Trump en esa operación de bulos es Rudy Giuliani, a pesar de ser consciente de que carecen de pruebas. Al exalcalde de Nueva York y, más importante aún, ex fiscal federal en Manhattan, le han suspendido por esa razón la licencia para ejercer en el estado de Nueva York.

El viaje político del fiscal republicano que logró que lo eligieran alcalde de una de las ciudades más progresistas de los Estados Unidos, convertido en fiel escudero de Donald Trump, es otra muestra del viaje a la incredulidad que ha experimentado la política en los Estados Unidos. Y, sobre todo, el hecho de que la hija de Dick Darth Vader Cheney es hoy un ídolo de los progresistas.

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