Kazuo Ishiguro (Nagasaki, 1954) dejó Japón a los cinco años para instalarse en Reino Unido y convertirse en el perfecto escritor británico, miembro de una generación gloriosa de las letras inglesas. Pero sus primeras memorias en una sala de cine todavía son las de un niño de cuatro años en su ciudad natal. Más tarde, como adolescente, descubrió las películas de Kurosawa y en parte fue “como ver la vida que dejé atrás y no viví”. Así que escribir y producir Living, remake del clásico de 1952 Ikiru (Vivir) tiene mucho de deuda saldada.
Ishiguro no es solo un Nobel de Literatura sino un cinéfilo (y músico) apasionado. Su relación con el cine está marcada por la pluscuamperfecta adaptación que James Ivory filmó de su novela más famosa, Lo que queda del día, con Anthony Hopkins y Emma Thompson. Living, dirigida por Oliver Hermanus, comparte esa contención rígida tras la que afloran sentimientos profundos y ha sido emotivamente aplaudida en San Sebastián. En España llegará a las salas en febrero de 2023.
Un Nobel en un festival de cine tiene mucho de jarrón chino en una fiesta. Antes de desfilar por la alfombra roja, el escritor pide detalles sobre cómo es exactamente el recorrido y lo que esperan de él. No tiene costumbre, pero tampoco problemas. Es un hombre cordial y con sentido del humor. Lo que uno espera exactamente de alguien con su prosa, casi siempre transparente y clara.
Con Living, Ishiguro se lleva Vivir a su terreno, situando en el Reino Unido de los primeros años 50 la historia de un funcionario de vida extremadamente monótona que recibe la noticia de que le quedan apenas unos meses de vida.
Ambientar la historia en la época de su nacimiento le sirve para enlazar con cierta nostalgia de un periodo desvanecido. “No me interesaba situarla en el presente porque quería llevarla a ‘lo inglés’, algo que siempre me ha interesado como escritor. El protagonista representa un cierto tipo de gentleman inglés que despareció completamente en los años 60. Es algo que también estaba en Los restos del día”. Un contenido Bill Nighy asume el papel del funcionario que se lanza en busca de experiencias y sentido vital hasta que encuentra salida a su aflicción impulsando la creación de un parque infantil cuyo trámite estaba atascado en la absurda burocracia de su departamento.
“Esa forma inglesa desaparecida de comportarse creo que funciona como una metáfora de algo universal en la naturaleza humana. Puede parecer un mundo exagerado y un personaje extraño, pero todo el mundo percibe que tiene algo de eso en su corazón, algo que tiene que ver con el miedo a la emoción, con cierta manera de intentar controlar un mundo que se desmorona a tu alrededor”, explica.
El fondo de Living es nada menos que la clave del arte de vivir. ¿Qué podemos hacer para no desperdiciar nuestra existencia? “Ikiru me impactó mucho. Siento adolescente no pensaba que iba a ser un escritor famoso y ganar un Nobel, sino que tendría una vida modesta. Y el mensaje de la película es que no tenías que hacer nada fantástico con tu vida porque lo más probable es que lo que hagas será olvidado por el mundo"
Entonces, ¿qué da sentido a la vida? "Tienes que buscar el sentido en hacer las cosas lo mejor posible, aunque las cartas que te hayan no sean las mejores. Hazlo lo mejor que puedas: eso marca la diferencia entre una vida sin sentido y una vida plena. Hacer las paces contigo mismo y estar satisfecho. Ningún éxito te va a proteger de lo solitaria que es la muerte. Mi vida se ha regido por no preocuparse en recibir elogios. Sé que es irónico después de tanto premio”, concede entre risas.
"Nunca he visto a Gran Bretaña tan dividida"
Los años 50 no solo le interesaba solo lo pintoresco. Ishiguro es un intelectual de izquierdas que añora también la época en la que el sentimiento de lo común prevalecía sobre el individualismo, cuando las políticas económicas favorecían la igualdad antes de la llegada del neoliberalismo.
“La transformación de Europa tras la Segunda Guerra Mundial fue milagrosa. En los años 30 era el peor lugar del mundo, mira lo que sucedió en España. Tenemos que recordar eso, cómo conseguimos crear esa paz”, sostiene.
Contrario al Brexit, dice ya “odiar los referéndums” y prefiere que la democracia parlamentaria busque soluciones a los asuntos complejos. “Nunca he visto a Gran Bretaña tan dividida. Siempre fue un país unido, con sus diferencias tradicionales entre izquierda y derecha, y las de clase también. Pero el Brexit sacó a la luz algo que estaba pasando ya antes, una discusión interna y falta de unidad. Pertenezco a la izquierda liberal, pero éramos, de algún modo, amigos de los conservadores. Todo eso se ha derrumbado y las emociones son muy amargas. Mi mujer es escocesa y la relación con Escocia también podría romperse. Viene de algo que también sucede en EEUU., que surge al finalizar la Guerra Fría: ya no está claro contra qué luchábamos. Con la crisis económica de 2007, las divisiones cambiaron”.
¿Le preocupa el crecimiento de la xenofobia? “Las fuerzas de la historia siempre han empujado a Gran Bretaña a buscar su sitio entre las naciones europeas, pero la gran cuestión de la inmigración siempre parece fortalecer a la extrema derecha. Tenemos que discutir la relación entre el mundo rico y el mundo pobre”.
Aunque opina que la monarquía es una institución “filosóficamente dudosa”, sí cree que el fallecimiento de Isabel II puede ser una oportunidad. “Al menos es un símbolo de unidad y nos da la oportunidad estar juntos en algo. Su funeral es la primera vez que el pueblo británico se muestra unido en mucho tiempo”.
Como combinar a Kurosawa con Ozu
Para Ishiguro, el equipo que formaban en guion Akira Kurosawa, Shinobu Hashimoto y Hideo Oguni son uno de los mejores de la historia del cine. “Son responsables de Vivir , Los siete samurias, Rashomon o La fortaleza escondida, en la que se basó Star Wars”.
Pero considera que Vivir se alejaba del registro habitual de Kurosawa y que la actuación de Bill Nighy se relaciona de algún modo con otro de los genios del cine japonés, el más naturalista Yasujirō Ozu. “La única pega que tengo con Ikiru es que Kurosawa era un director de acción, no un especialista en el estilo Shomin-geki (dramas de gente común). La interpretación de Takashi Shimura es muy afectada y siempre me había preguntado cómo sería la película con un actor como Chishū Ryū, protagonista de Cuentos de Tokio, de Yasujirō Ozu. Pensaba en Bill Nighy como una versión inglesa de Chishū Ryū”.