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El perfil del tirador masivo en EEUU: hombre joven, blanco y con problemas psicológicos

  • El historial de tiroteos en Estados Unidos permite conocer cómo son los autores de estos asesinatos indiscriminados

JAIME GUTIÉRREZ / JOSÉ Á. CARPIO (DatosRTVE) / MARTA REY
11 min.

Salvador Ramos, un joven estadounidense, irrumpió en las aulas de la escuela de primaria Robb, de la que había sido alumno. Armado con un chaleco antibalas como los que usan los SWAT y un rifle de asalto, se atrincheró y mató a 21 personas, entre ellas 19 niños de ocho a diez años y dos maestras, antes de caer muerto él mismo a manos de la policía. Ocurrió el pasado martes en Uvalde (Texas), una ciudad de mayoría latina no lejos de la frontera con México.

Ramos había cumplido 18 años una semana atrás, y había comprado de forma legal dos rifles del tipo AR-15. Compartió sus planes en Facebook apenas media hora antes de llegar a la escuela, para advertir de que iba a disparar a su abuela, quien sobrevivió y pudo avisar a las autoridades.

La de Uvalde es la mayor tragedia en un colegio a consecuencia de un tiroteo en los últimos diez años en Estados Unidos, pero responde a un patrón conocido en un país en el que las muertes violentas con armas de fuego se cuentan por miles. Y el joven Ramos, un chico retraído, responde al perfil típico del tirador masivo diseccionado por criminólogos y psicólogos.

Los criminólogos Jillian Peterson y James Densley han estudiado las biografías de los atacantes en estos sucesos en Estados Unidos con datos públicos, utilizando más de 200 variables diferentes. Como subrayan los investigadores del trabajo The Violence Project, los tiroteos masivos son en realidad escasos -son menos del 1% de todos los homicidios con arma de fuego en Estados Unidos-, pero en los últimos años ocurren con más frecuencia y, además de la tragedia que suponen por la pérdida de vidas, producen un gran impacto social y, en ocasiones, político.

Edad media de 34 años y vinculación con el lugar del tiroteo

La edad media de los asesinos es de 33,8 años, pero ha habido uno de 11 años y uno de 70 años. El más pequeño es Andrew Golden, un niño que sabía manejar rifles y pistolas desde los seis años y que en 1998 mató en Arkansas a cinco compañeros de clase e hirió a otras diez personas en un tiroteo planeado con su primo, que había sufrido un desengaño amoroso con una compañera de clase. Fue juzgado como menor y condenado, quedó en libertad en 2007, cambió de nombre al crecer y en 2019 murió en un accidente de tráfico.

El de 70 años es William Bevins, un minero retirado que había cumplido condena por homicidio y que en octubre de 1981 en Kentucky mató a cinco personas e hirió a tres en un establecimiento comercial.

El 43% de los autores de tiroteos masivos tenía alguna relación con el sitio donde se produjo la masacre, según el estudio de Peterson y Densley. Del total, 55 actuaron en un espacio de trabajo (31%) y, de ellos, solo nueve no estaban relacionados con el sitio en el que actuaron. Entre los lugares principales, pudiendo empezar ahí y luego continuar en otro sitio, los más frecuentes son los centros comerciales, con 35 de los 180 documentados (19,4%), seguido de restaurantes, bares y locales de ocio nocturno (14%), y de almacenes y fábricas (14%).

Hombres, solteros, en paro y con problemas económicos

Es una constante: los autores de estos tiroteos son casi todos hombres. En los casos documentados por The Violence Project, solo ha habido cuatro autoras, la más reciente hace apenas 15 años. En dos de esas cuatro ocasiones, además, actuaron junto a un hombre.

"La conducta delictiva no tiene género, pero sí es verdad que las conductas de agresión y violencia han estado normalmente más asociadas al hombre, más que nada por sus capacidades físicas", subraya la psicóloga y profesora de la Universidad Nebrija Ana Isabel Beltrán-Velasco. Cuando las mujeres cometen asesinatos, añade, no recurren tanto a las armas de fuego, sino que usan otros medios no agresivos, como el envenenamiento. Además, les distingue que no matan por una "necesidad de dominar" o de "sentirse más fuertes".

El 70% de los tiradores no había recibido ayuda psiquiátrica

Aunque no es una característica común en todos los casos, el 42% de los perpetradores de estos tiroteos masivos arrastraban algún tipo de trauma en su pasado, aunque los expertos insisten en separar estos casos de la salud mental en términos generales. Lo más habitual son los traumas infantiles de algún tipo, que presentaba casi un tercio de los asesinos, seguido de padres separados o divorciados (23%).

"Se trata de personas atormentadas y violentadas ellas mismas internamente", resume José Ramón Ubieto, profesor de psicología de la UOC. Para este psicoanalista, los sujetos que perpetran tiroteos masivos "tienen un sentimiento de la vida a veces muy precario" y su violencia interna "se redobla con otra que reciben desde fuera".

En el conjunto de casos analizados, un 18% había sido víctima de acoso escolar o bullying. También hay casos de maltrato físico, abuso sexual, violencia doméstica o suicidio de alguno de los progenitores. "Ese es el contexto de origen de muchos de estos chicos", explica el experto de la UOC en una entrevista en el canal 24 horas en la que indica que, de alguna manera, los agresores "concluyen una vida muy atormentada" con el tiroteo sin importarles morir en el intento.

Lo que sí parece común en estos casos es que la persona que realiza estos ataques mantiene un sentimiento o percepción de que otras personas le han tratado de forma injusta en algún momento, ante lo que termina reaccionando con violencia desaforada, añade la profesora Beltrán-Velasco.

Y es que, al margen de perfiles psicopáticos, ocho de cada diez agresores habían mostrado signos de estar en una crisis personal. Y por lo general, los signos de que algo iba mal aparecieron mucho antes del tiroteo: un tercio de los tiradores había sufrido alguna crisis años antes y la cuarta parte mostró signos de que algo no iba bien en las semanas previas. Solo en uno de cada diez casos las alarmas se percibieron unos días antes del ataque. Además, cuatro de cada diez tiradores habían manifestado alguna tendencia suicida en el pasado.

Es lo que Ana Isabel Beltrán-Velasco define como "banderas rojas", que también pueden incluir cambios repentinos de humor, la agitación y el comportamiento abusivo, el aislamiento, la pérdida de conexión con la realidad o la paranoia. Aunque no conducen de manera inevitable a que un niño vaya a empuñar un arma, se identifican de forma destacada en casi todos los casos documentados de tiroteos masivos en centros educativos.

Salvador Ramos, el joven solitario que ha provocado la mayor matanza escolar en una década en Estados Unidos

Solo el 40% de los tiradores analizados tenía desórdenes cognitivos o emocionales diagnosticados y los datos de The Violence Project muestran que siete de cada diez tiradores no habían recibido asesoramiento psiquiátrico previo. Asimismo, de los 53 que sí lo recibieron, la mayoría acudió por voluntad propia, aunque únicamente 25 estaban bajo algún tipo de atención psicológica en los seis meses previos al tiroteo.

Cuatro de cada diez agresores intentaron suicidarse en el tiroteo, pero no habían mostrado tendencias suicidas previas, frente a un 32% en los que sí se había detectado. Y el 43% de los tiradores era consumidor de alcohol, marihuana u otras drogas. El alcohol es la sustancia más repetida. Aparece en la cuarta parte de los casos y se da en conjunto con la marihuana u otras sustancias en un 12% de ellos.

Detonantes de una acción premeditada

Más allá de los condicionantes previos y las señales de aviso, Ana Isabel Beltrán-Velasco subraya la importancia de un acontecimiento que actúa como detonante -una discusión, el abuso de sustancias- para que una persona con problemas previos y que acumula ira y resentimiento decida disparar indiscriminadamente a desconocidos.

A pesar de esta reacción impulsiva, hay premeditación en este tipo de asesinatos. El 44% de los perpetradores de estos crímenes había manifestado sus intenciones a alguien antes de atacar -sobre todo al cónyuge o pareja y a colegas de trabajo, pero también a familiares cercanos, amigos o compañeros de clase-, y casi el 30% lo tenía planeado de antemano.

Desde un punto de vista psiquiátrico, expertos como José Ramón Ubieto consideran que en matanzas en colegios, cometidas por jóvenes contra iguales, hay una manifestación de autodestrucción simbólica. "La mayoría de las víctimas son sus propios compañeros o incluso niños más pequeños, lo que nos indica que, en realidad, lo que están matando allá es su propia infancia", explica el psicoanalista. El 38% de los autores se suicidaron en la escena del tiroteo y en dos casos lo hicieron después de ser juzgados.

Casi el 40% de los tiroteos masivos en Estados Unidos en las últimas décadas tuvieron el trabajo como una de sus motivaciones, a menudo acompañado de problemas de otro tipo (legales, económicos, familiares) .

El odio religioso estuvo detrás de 11 de estos crímenes indiscriminados. Cinco de ellos se cometieron, además, en lugares de culto: el tiroteo de Fort Worth de 1999; el de Brookfield de 2005; Arvada, en 2007; Oak Creek, en 2012; y Pittsburgh, en 2018.

Sin embargo, estos impulsos no son constantes en el tiempo, y como se ve en el siguiente gráfico, los detonantes laborales han decaído, mientras en las últimas décadas han aumentado los tiroteos motivados por racismo y xenofobia y aquellos tras los que se esconde el deseo de notoriedad y fama.

En este sentido, llama la atención que de los 80 tiroteos masivos de los últimos años, en 12 los perpetradores grabaron sus acciones o actuaron con algún tipo de disfraz o vestimenta especial, añadiendo un rasgo performativo a su crimen. Ahora bien, de todos los casos registrados después de 1999, solo el 41% de los agresores los difundieron en redes sociales.

Diferentes perfiles según los lugares

No hay un retrato robot del tirador masivo en este tipo de ataques, sino que presentan características propias relacionadas con los lugares donde acaban actuando.

Así, en lugares de culto, el perfil del perpetrador suele ser el de un hombre blanco entrado en los 40 años que actúa movido por el odio o por cuestiones domésticas. Suelen tener antecedentes criminales y un historial de violencia, y actúan con armas o rifles de asalto de su propiedad.

En cambio, quienes han protagonizado matanzas en colegios e institutos suelen ser antiguos estudiantes del centro con tendencias suicidas y un pasado traumático. Antes de cometer el crimen, se lo contaron a alguien, y se hicieron con armas que robaron a un familiar. Ese es precisamente el perfil del joven Salvador Ramos, aunque él esperó a tener la edad suficiente para comprar las armas por sí mismo de forma legal.

El perfil es diferente en los tiradores que actúan en los campus universitarios, donde el típico tirador es un hombre con tendencias suicidas, no caucásico y también estudiante de esa universidad, con un pasado de traumas infantiles, que atenta con armas adquiridas por él y que suele dejar un vídeo en el que manifiesta sus intenciones.

Otros datos significativos del perfil de los agresores es que solo el 15% eran inmigrantes y la proporción es mayor en los tiroteos ocurridos en universidades, aunque estos representan solo el 10% del total.

Aunque solo un tercio tenía un interés previo significativo en las armas de fuego, en general, los autores de tiroteos masivos presentan antecedentes delictivos de diversa gravedad.

De los casos recopilados, el 58% tenía antecedentes y el 37% ya había sido condenado por delitos anteriores. En el currículo criminal de uno de cada tres sujetos figuraba el asalto, y también eran frecuentes los delitos de armas y los relacionados con las drogas. Por otra parte, 13 de los autores de estos tiroteos masivos ya habían asesinado antes.

183 tiroteos masivos en 56 años

En 1999, cuando se produjo la masacre del instituto Columbine, en Colorado, el país se conmocionó por el peor tiroteo masivo en un centro educativo en la historia del país. Pero en este siglo ya ha habido tres peores: en la escuela primaria Sandy Hook (Connecticut) en 2012, en el instituto Marjory Stoneman Douglas de Parkland (Florida) en 2018, y el de este 24 de mayo en Texas.

Desde 1966 hasta hoy ha habido en Estados Unidos 183 tiroteos masivos -14 de ellos en colegios e institutos-, definiendo como tales aquellos en los que se mata a cuatro o más víctimas y al menos uno de los asesinatos tiene lugar en un lugar público y sin conexión con una actividad delictiva subyacente, como las bandas o las drogas.

A pesar de que no se dispone de información sobre el origen del arsenal que se usó en todos los tiroteos masivos, el 82% de las armas de las que sí existen registros tenían un origen legal y solo el 15% fueron robadas a un familiar, un amigo o en el mismo lugar del ataque.

Seis de cada diez pistolas, metralletas o fusiles, por citar algunos ejemplos del amplio abanico de armamento utilizado en estos asesinatos, se compraron con más de un mes de antelación al tiroteo y únicamente siete de 249 fueron adquiridas como regalos.

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