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Ucrania, en guerra (IV)

Odesa, una resistencia hecha de arena: "Solo queremos sobrevivir"

EBBABA HAMEIDA (Enviada especial a Odesa)
6 min.

Katerine y Tatania abrazan cada milímetro de Odesa, presumen de vivir en la 'perla' del mar Negro. La disfrutan porque en esta ciudad sus vidas se cruzaron. El abrigo blanco de Katerine brilla ante una ciudad apagada. Habla español y acompaña a RTVE.es en un recorrido a pie entre los edificios más emblemáticos de su ciudad. "Los vais a ver protegidos", advierte.

Ante el avance de las tropas rusas, la población civil se ha apresurado a trabajar para proteger su patrimonio cultural: las escaleras de Potemkin, el monumento de la Naranja Prut, la Mezquita de Al-Salam, el Palacio de Vorontsov o el Teatro de la Ópera y Ballet de Odesa.

Mires donde mires, las piedras centenarias de calles y edificios históricos están abrazadas por cientos de sacos de arenaunos contra otros, unos sobre otros. Los voluntarios han levantado una segunda piel con arena de sus playas. La ciudad portuaria se ha convertido en pocos días en una urbe fantasma recorrida por barricadas en cada una de sus calles y grupos de militares.

En Rusia no hay libertad y nosotros no podemos vivir sin libertad

Las cafeterías y los pequeños comercios intentan aguantar, aunque apenas reciben clientes. La amenaza está ahí, pero la vida continúa. En uno de estos pequeños bares de Odesa está Víctor Grachyov, un hombre de 63 años que lleva toda la vida viviendo en Odesa. Está sentado con unos amigos y el tema de conversación no puede ser otro que la guerra en Ucrania. Sus padres y abuelos son de Rusia, por lo que al principio del conflicto le costaba explicarles lo que está pasando. “En Rusia no hay libertad y nosotros no podemos vivir sin libertad”, dice, mientras señala que aquí se sienten ucranianos.

Un autobús circula por las calles de Odesa Bruno Thevenin

En esta ciudad la mayoría de la población habla ruso y tienen muchos vínculos históricos y culturales con el país vecino, pero lo que destaca Víctor es que no quieren perder los derechos. "Odesa es la capital del humor", afirma. “No podemos olvidar ni perdonar lo que estamos viendo”, asegura, mientras confiesa que la población no odia a la sociedad rusa, pero “sí a Putin”.

Las Iglesias se convierten en refugios en Odesa ante el avance de la invasión rusa

Su puerto, tesoro y condena

Las avenidas de Odesa se preparan para detener la entrada de tanques y vehículos militares en seco. La ciudad está completamente vacía y, cuando llegamos al puerto, nos piden volver. Este es el gran tesoro de Odesa, pero también su condena: es el puerto más importante de Ucrania. Los habitantes de la ciudad son conscientes de ello. Viven en el punto de mira y saben que son el próximo objetivo del presidente Vladímir Putin. Por ello se preparan para defenderse.

Odesa tiene un gran valor geoestratégico y simbólico: ocupa un importante lugar en la historia y la cultura de Rusia. Ubicada en el suroeste del país, en la costa noroeste del mar Negro, esta ciudad de más de un millón de habitantes es un centro cultural multiétnico y un importante núcleo turístico y de transporte.

Katerine observa Odesa con nostalgia porque estos días es una ciudad donde se respira el miedo y es incapaz de reconocerse en ella. “Nunca había imaginado que pasaría esto”, nos cuenta mientras se detiene en cada edificio. Las mesas de la terraza de su restaurante favorito, donde comía hamburguesas con sus amigas, están ahora sirviendo de escudo para proteger los edificios. Una estampa que entristece la arquitectura de una ciudad que tiene menos influencia rusa que occidental. Nos hace un rápido recorrido en menos de un kilómetro. “Solo queremos sobrevivir”, confiesa.

Nunca había imaginado que pasaría esto

Esta joven traductora que siempre había soñado con salir de Ucrania debido a una orientación sexual que la discrimina ahora se niega a abandonar la ciudad. Aquí está su vida, su pareja, su familia y sus perros. Tiene su casa y su trabajo. Pero no puede evitar reconocer que la amenaza de la invasión rusa le asusta.

Katerine y Tatiana charlan en una cafetería de Odesa Bruno Thevenin

"Mi chica es policía, ella no puede abandonar el país y me pidió marcharme, pero yo no quiero", asegura mientras le coge de la mano. Lleva semanas sin poder ver el mar, ni el cielo, ni pasear entre los erizos checos. Tienen miedo a un ataque por tierra, mar y aire.

Una ciudad paralizada por la amenaza rusa

La población local ayuda al ejército a protegerse. Todo está cerrado. Tenemos la suerte de poder entrar en una cafetería antes del toque de queda. Katerine se pide un café y un trozo de tarta. “Es lo más dulce que hay en este momento”, asegura sonriendo. Se quita las capas de abrigo y alrededor de la taza explica cómo le ha costado que la aceptasen por ser lesbiana. “Quería irme porque aquí no puedo casarme con mi mujer”. En Ucrania el matrimonio homosexual no está legalizado, pero ahora que han conseguido esquivar la clandestinidad no quieren marcharse.

El toque de queda comienza a las 20:00, aunque la noche cae mucho antes en Odesa. Nadie puede salir de sus casas. Aquí no hay grandes espacios donde refugiarse, como fueron el metro o las estaciones de tren en Kiev. Los vecinos que tienen sótanos abren sus puertas a los demás cuando suenan las sirenas antiaéreas. “Yo he ido a varios refugios”, recuerda.

Se cree que las fuerzas de Putin están cerca y avanzan desde el sur. Hay informes que afirman que los buques de guerra rusos están a lo largo de la costa, pero no están confirmados. Hace solo unas semanas todo estaba bien en Odesa: los cafés abiertos y las calles llenas. Ahora no. La tercera ciudad más grande de Ucrania, con poco más de un millón de habitantes, es estratégicamente clave para Putin. Si logra tomar la ciudad, podría aislar a Ucrania del mar.

“Me voy a quedar aquí hasta el final de la guerra”, asegura Katerine a RTVE.es. Sigue su ruta por el casco histórico y nos cruzamos con cinco controles militares en menos de un kilómetro. Va cayendo el sol y toca volver casa. El frío es tal que la vida se ha congelado en esta ciudad multiétnica y multicultural.

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