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Guerra en Ucrania

La huida de la 'babusya': la abuela que sacó a sus nietas de Ucrania y tuvo que despedirse de su hija

 Reportaje   Las mañanas de RNE  
ISABEL JIMÉNEZ (Enviada especial de RNE en la frontera polaca)
3 min.

A poco más de un kilómetro de la frontera con Ucrania, está el paso de Dorohusk, el que está más al norte de todos los que se han abierto en la frontera polaco - ucraniana para la acogida de refugiados. Como en el resto, carpas con comida, bebidas calientes y algo de ropa aguardan a quienes llegan del otro lado de la frontera. Muy cerca, se ha abierto un punto de recepción. Si se busca en internet, el Palac Dorohusk se describe como "lugar de interés".

Palac Dorokusk, en la frontera con Ucrania Isabel Jiménez / Fernando Torrico

Parece un sitio perfecto para organizar actos institucionales, exposiciones temporales o alguna conferencia. Hoy se ha llenado de niños que corren por los pasillos, voluntarios que se apuran de un lado para otro, mesas largas donde se apiñan las familias y camas de campaña que ocupan casi todo el espacio disponible.

Jalina, su historia hasta llegar a Polonia

En los jardines de esta antigua casa señorial, entre carpas de ayuda humanitaria, espera Jalina. Tiene 60 años, el pelo corto y sonríe mucho. Lleva una semana en Polonia. Decidió tomar la carretera en dirección al oeste en los primeros días de los bombardeos. En su coche, lo necesario para ella y sus dos nietas, una adolescente y una niña de ocho años. La madre de las pequeñas, la hija de Jalina, se ha quedado atrás. La invasión la ha pillado con una barriga de nueve meses y temía ponerse de parto en un atasco camino de Polonia. No le faltaba razón. Se la hubiera jugado. Vive en la mitad occidental y, aunque faltaban unos días para la salida masiva, nada de eso evitó que la abuela y las niñas se pasaran dos días atascadas para cruzar hacia el país vecino.

La hija de Jalina, a punto de dar a la luz, ha decidido quedarse para acompañar a su marido

La hija de Jalina sigue esperando para dar a luz, se ha mudado a una localidad un poco más cercana a la frontera, pero se resiste a pasar, incluso cuando haya tenido al bebé. No quiere abandonar a su marido y, como las comunicaciones resisten, habla dos y tres veces al día con su madre y con sus hijos.

A Jalina no le tiembla la voz recordando la huida en el coche con las dos niñas. Relata con mucha calma un viaje largo y cansado en el que tocó cuidar de sus nietas, intentar que lo pasaran lo mejor posible. Cuenta con media sonrisa que ha tirado de su experiencia como enfermera que incluye pautas para actuar en caso de guerra. Cree que le ha servido para afrontar toda la situación.

Jalina anima a sus compatriotas recién llegados a Polonia para que se hagan voluntarios

Ahora, la nieta mayor está ya en el instituto. La menor se ha quedado con la abuela, la 'babusya', y viven con una familia polaca. Jalina colabora con ellos en las tareas del hogar y, sobre todo, con el voluntariado en el Palac Suchodolskich. La acreditación en su cuello indica que se ha sumado a las decenas de voluntarios que cocinan y organizan transporte para las personas que van llegando en busca de un poco de comida, algo de calor y un mínimo de seguridad. Anima a sus compatriotas a que hagan lo mismo, que intenten ocupar su tiempo porque en esta huida hay mucho tiempo para pensar.

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