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El euro cumple 20 años en circulación: una historia de altibajos tras dos crisis y la falta de integración

  • Se cumplen 20 años de la introducción del efectivo de billetes y monedas de euro en la Unión Europea

  • Hoy es la divisa oficial de unos 340 millones de personas en 19 países y la segunda más utilizada del mundo

DIANA FRESNEDA
11 min.

Hace 20 años, una familia de plastilina se coló en los televisores españoles para dar a conocer la nueva moneda común que a partir del 1 de enero circularía por 12 de los 15 estados que conformaban la Unión Europea (UE). Los García explicaron hasta la saciedad la equivalencia entre euros y pesetas con una regla sencilla -“6 euros son 1.000 pesetas”- y acercaron a mayores y pequeños con una contagiosa melodía –“el euro es ya nuestra moneda y a todos nos va a beneficiar”- las ventajas que la nueva divisa tendría en el bolsillo de los ciudadanos.

“El 1 de enero de 2022 se celebra el 20 aniversario de la introducción de los billetes y monedas del euro. Es un tema que tiene su importancia, pero sobre todo simbólica, ya que el euro nació tres años antes, con la cotización en los mercados financieros internacionales”, apunta a RTVE.es el asesor en el Departamento de Economía Internacional y Área del Euro de la Dirección General de Economía y Estadística, Juan Luis Vega. Fue precisamente en Madrid, en una cumbre celebrada el 15 de diciembre de 1995, cuando se acordó la puesta en marcha de la moneda europea común -conocida hasta entonces como ecu y que fue rebautizada como euro- el 1 de enero de 2002.

A pesar de ser un día festivo, esa jornada los bancos abrieron sus sucursales y en los cajeros se registraron colas para obtener los primeros billetes de euro que se distribuían en España, ya que una muestra de todas las monedas se pudo adquirir dos semanas antes con el ‘euromonedero’, por valor de 12,02 euros -unas 2.000 pesetas-. El propio Banco de España aseguró que el interés del público por el euro fue "superior incluso a las previsiones" y, al mismo tiempo, que la introducción de los billetes y monedas de euros se desarrolló con "gran rapidez y éxito".

Los primeros seis meses de 2002, las monedas locales -en el caso de España, la peseta- convivieron con el euro para facilitar la adaptación de los ciudadanos, mientras que los comercios debían informar sobre el precio de los productos en ambas divisas para familiarizar la equivalencia. Se repartieron calculadoras, tablas de conversión de bolsillo y todo tipo de merchandising con tal de acercar la nueva moneda a los ciudadanos.

Aumento de precios vs. caída de tipos y aumento de la inversión

Sin embargo, el fervor de las primeras semanas pronto se convirtió en desilusión. La promesa de los García de que los precios no iban a subir con la conversión distó mucho de la apreciación popular. Pronto surgieron las protestas por el llamado "redondeo" que se produjo automáticamente en los bienes de consumo, y que provocó una cierta equivalencia psicológica entre las 100 pesetas y un euro, aunque el cambio real era de 166,386 pesetas. Como consecuencia, los precios crecieron el doble de lo previsto en el 2002.

En el otro lado de la balanza, los tipos de interés se redujeron, la volatilidad de las divisas desapareció y la entrada de capitales se disparó, lo que desencadenó en una década de gran crecimiento económico en todos los países que compartían la nueva divisa.

En términos cuantitativos, el economista del Banco de España recalca que la llamada convergencia nominal, es decir, la aproximación entre los diferentes estados miembros a aquellas magnitudes que miden el grado de estabilidad macroeconómica, como la tasa de inflación o los tipos de interés, “ha sido un proceso exitoso”. “La inflación media en España en estos últimos 23 años ha sido del 2 %, mientras que la de los 23 años anteriores a la entrada del euro era de casi el 10 %, por lo que se ha reducido cinco veces”, explica. Lo mismo ocurrió con los tipos de interés: “Cuando yo me compré mi primera casa, a principios de los años 90, el tipo de interés era del 16 %. Hoy el promedio de tipo de interés de las hipotecas en los últimos años es del 3,5 % y, si miramos los datos del Banco de España, la media actual se sitúa en el 1,5 %”.

También la integración comercial y financiera ha sido “relativamente exitosa”, apunta el experto, ya que los flujos comerciales y financieros con los socios de la UE también han aumentado: “El comercio de España con la UE antes de la entrada del euro estaba en el entorno del 30 % y ahora se sitúa en el 36 % del PIB. Y si se va un poquito más atrás, en 1995, era del 25 %. Desde entonces hasta ahora hay una diferencia de más de 10 puntos de PIB, una cifra muy importante”, explica, si bien "aún queda pendiente" la falta de integración de los mercados.

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Pero, ¿realmente la adopción del euro fue una buena decisión para España? Los expertos consultados coinciden en que en estos 20 años desde la puesta en circulación del euro hay “luces y sombras”, pero que son muchos más los beneficios, sobre todo para nuestro país. Vega recuerda que España “había llegado tarde en muchas ocasiones por nuestras circunstancias históricas”, por lo que la adopción del euro “representó un enorme reto de primera orden”: “Era la primera vez que participaba en el club de socios fundadores de un proyecto de construcción europea y entrar en el vagón de los primeros permite influir de forma temprana en desarrollo de proyectos”, asegura.

Precisamente el economista del Banco de España se encontraba trabajando en el BCE en esa etapa de preparación y de nacimiento de la nueva divisa común. Reconoce que fue una etapa “muy intensa” y un “reto profesional sumamente importante”. “Entonces trabajábamos 12 horas diarias, y con alegría, porque éramos jóvenes y muy conscientes de la importancia de ese momento histórico, a pesar de que contábamos con poco tiempo y pocos medios. Fue un año muy intenso y gratificante”, nos cuenta.

El reto de la convergencia real

En total, 12 países se unieron a esta nueva aventura monetaria que iba a marcar un antes y un después en el futuro de la Unión Europea. Por un lado, se encontraban Alemania, Austria, Finlandia, Luxemburgo y Países Bajos, países con una larga tradición de estabilidad macroeconómica; por otro, España, Italia, Irlanda, Grecia y Portugal, con un dilatado historial de inflación y devaluaciones; y, a caballo entre los dos grupos, estaban Francia y Bélgica, mientras que Reino Unido, Suecia y Dinamarca se quedaron fuera voluntariamente.

 

Yo creo que en la convergencia real es donde hay más claroscuros”, señala el economista del Banco de España, en referencia a la aproximación de los niveles de renta per cápita entre los estados miembros, que aún está lejos de ser una realidad. Y es que, a pesar de que todos los países han registrados incrementos generalizados -la renta per cápita conjunta de los miembros de la Eurozona ha crecido un 16 % en estas dos décadas, según Eurostat-, las diferencias son notables entre las economías que hicieron del euro su moneda común.

Así, los países del primer grupo han tenido crecimientos de renta per cápita cercanos o por encima del 20 %; los estados periféricos como Grecia e Italia han visto incluso descender su renta per cápita un 5 % y un 2 %, respectivamente; mientras que en Bélgica y Francia se han registrado firmes crecimientos, en el primer caso por encima de la media (18 %) y en el segundo por debajo, aunque lejos de las economías del sur de Europa (13 %). ¿Y qué pasa con España?

“El PIB per cápita entre 1999 y 2019 creció más o menos en España en línea con los socios de la UE -un 13 %-, a pesar de que la crisis financiera fue especialmente grave; esto no está mal, pero en España el crecimiento es mucho más volátil respecto a nuestros socios comunitarios por la estructura productiva y por las características del mercado de trabajo. Esto puede llevar a una lectura más pesimista, porque en los últimos años el incremento de la renta per cápita se ha mantenido, no ha retrocedido, pero tampoco ha avanzado mucho más; y tampoco la tasa de paro ha progresado demasiado: si uno compara 2019 con 1999, estamos en tasas más o menos similares”, añade.

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Por su parte, la profesora de IE Business School Laura Núñez es más optimista. Reconoce a RTVE.es que “España era una de las economías más rezagadas de la UE" y la introducción del euro "nos situó en el mapa, atrajo inversiones y muchísimo más desarrollo y globalización". "No me imagino qué hubiera sido de Europa y, en concreto, de España, si hubiéramos seguido con la peseta”, recalca. No obstante, en su opinión “faltan cosas por conseguir”, como una mayor integridad entre los países miembros, un mayor peso de las instituciones, así como una fiscalidad más homogénea y cohesionada. Si bien considera que este año se ha dado un paso “muy importante en esa dirección” con la emisión por primera vez de deuda conjunta para financiar el conocido como Plan de Recuperación y Resiliencia puesto en marcha por la Comisión Europea para mitigar el impacto de la COVID-19.

Una mirada al futuro de la moneda común

Lo cierto es que estas dos décadas de vida no han sido fáciles para el euro. En 2007 se tambaleó por primera vez por culpa de una crisis que arrancó en Estados Unidos, tras la caída de Lehman Brothers, y que viajó a Europa convertida en crisis de deuda soberana. La palabra "rescate" pasó a hacerse popular en el seno de algunos de sus miembros, lo que le llevaron incluso a cuestionar su viabilidad. “Se adoptaron una serie de medidas que a lo mejor no fueron todo lo acertadas que se hubiera deseado, sobre todo en un primer momento, lo que provocó la pérdida de confianza en las instituciones y un repunte de las fuerzas eurófobas en buena parte de los países”, apunta a RTVE.es la socia directora de Economía de Analistas Financieros Internacionales (Afi), María Romero.

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Sin embargo, el proyecto europeo resurgió y la crisis de la COVID-19 "vino a confirmar la utilidad de la Unión Europea" y, por consiguiente, del euro entre sus ciudadanos. “Claramente estamos en un punto de recuperación que nada tiene que ver con el que vivimos hace unos años y que también ha sido gracias a nuestra pertenencia a la UE, a una compra coordinada de vacunas y a políticas que se han desplegado para poder salir lo más rápido posible”, explica. A su juicio, en estos momentos hay un cambio de paradigma en el seno de la Unión, ya que “se va caminando poco a poco hacia aquellas medidas que todavía no se habían adoptado y en las que era necesario que Europa avanzase”.

Ahora lo que toca es superar la crisis. Los países miembros aún no han alcanzado los niveles de PIB previos a la pandemia y es verdad que ahora hay algunos vientos de cara de los que hay que estar atentos: la variante ómicron, los precios de las materias primas o de la energía eléctrica y del gas”, apunta el economista del Banco de España, por lo que aboga por “aprender” de la pasada crisis “para no volver a cometer los mismos errores”: “En la crisis financiera aprendimos los riesgos de la segmentación financiera en el área del euro y como respuesta se hizo un programa de reforma de la gobernanza del euro”. Mientras que con la COVID se ha evitado “que se repitan aquellos episodios de fragmentación con el despliegue de herramientas fiscales y monetarias muy potentes”, añade.

Con todo, los expertos consultados coinciden en que “el euro está aquí para quedarse”. “E imagino que para siempre”, vaticina Vega, ya que “es muy complicado deshacer este tipo de decisión”. “Cuando los países decidieron formar la unión monetaria, decidieron también compartir una parte importante de la soberanía nacional y renunciaron básicamente a usar un instrumento clave de estabilización macroeconómica de los ciclos económicos nacionales, que son la política monetaria y el tipo de cambio. Y, sinceramente, esto es difícilmente reversible”, recalca.

La misma opinión comparte la presidenta del BCE, Christine Lagarde, que con motivo del 20 aniversario de la puesta en circulación del euro ha anunciado que los billetes se rediseñarán con la colaboración de los ciudadanos europeos, en un proceso que previsiblemente dará lugar a la adopción de una decisión final en 2024. “Después de 20 años, es hora de actualizar el aspecto de nuestros billetes para que los europeos de todas las edades y procedencias puedan identificarse con ellos”, afirmó, subrayando que “los billetes en euros están aquí para quedarse”, ya que son un símbolo tangible y visible de la unión en Europa, especialmente en tiempos de crisis, y su demanda sigue siendo intensa.

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