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Entrevista

Pedro Almodóvar: "La ficción es el mejor modo de entender la historia de un país"

  • El cineasta aborda la maternidad y la memoria histórica en Madres paralelas

  • "El PSOE tendría que reprocharse no haber hecho una Ley de memoria histórica en los 80", afirma

  • Dolor y Gloria, la anterior película del director, disponible en RTVE Play

ESTEBAN RAMÓN
14 min.

Si -como defiende Pedro Almodóvar- la ficción es el mejor modo de conocer la historia de un país, ninguna voz explica mejor más de 40 años de democracia que sus películas. Dice que fue un joven hedonista, que iba a trabajar a Telefonica directamente desde la sala Rock-Ola sin dormir, que sus primeras cintas eran apolíticas como forma de negar el franquismo, y que es la "viva imagen de la libertad" en este país.

Sostiene que sus películas con protagonistas masculinos son más tristes, mientras que el amor se impone en las de protagonistas femeninas. Así es en Madres paralelas: esencialmente una celebración de la sororidad y un catálogo de maternidades solitarias envueltas en una trama sobre la memoria histórica que acariciaba hace años.

Al cineasta se le nota que sale más fuerte de la pandemia, incluso ha recuperado su fe en el cine tras ver Titane y Annette en el último Festival de Cannes: “Me han hecho recuperar la esperanza en un cine completamente original”, aunque asume que el cine de grandes autores será la excepción del futuro de las salas.

RTVE.es estrena el tráiler final de 'Madres paralelas', de Pedro Almodóvar

P.: ¿Cuál es tu relación personal con la memoria histórica?

R.: En mi vida no hay ningún elemento que me vincule a la memoria histórica. Mi padre fue muy joven, con 19 años, a la Guerra Civil. Le tocó tres años en al bando republicano y después de los nacionales le obligaron a una mili de tres años. Mis padres se casaron muy tarde porque mi padre estuvo siete años de militar. Murió en 1980. Me da mucha rabia porque le haría ahora muchas preguntas. Él no dijo ni una sola palabra acerca de la guerra. Ni una sola. Como en la mayoría de las casas de la larguísima posguerra española. Y nosotros no teníamos víctimas en fosas, ni gente recriminada en la posguerra o en los años de represión. Sin embargo, es un tema que me ha preocupado mucho porque ha pasado mucho tiempo y el silencio patológico de estas familias autorreprimidas ha hecho que hayan sido los nietos y bisnietos los que busquen los restos de sus familiares. Los relatores de la ONU en 2014 se extrañaron de que haya sido necesaria una generación nacida en democracia para que se pregunten dónde estaban esas fosas. Estoy contento de que aparezca de manera tangencial: la película empieza y termina con eso, pero el cogollo habla de mujeres y maternidad. El cine político de los 70 no me gustaba porque el elemento político se supeditaba al hecho cinematográfico.

Pedro Almodóvar y sus 'Madres paralelas' presentan la película en Madrid

P.: ¿Qué importancia tiene que el cine aborde problemas como las fosas comunes?

R.: Para enterarme de la historia de un país me baso más en las películas que veo o libros que leo que en los libros de historia. No es que nosotros pensemos que contamos 'la Historia' de nuestro país, pero la ficción es el mejor modo de enterarse de cuál ha sido la historia de un lugar. Uno no debe sentirse obligado a tener en las películas un discurso político, social, ni representar los problemas que ves en las calles. Creo que uno debe ocuparse de contar lo que quiere a su modo y nada más. Pero en esta película he tratado conscientemente de darles visibilidad y he tratado de sintetizar parte de nuestro imaginario e historia, supongo que también por el hecho de haberme convertido en una persona mayor y haber hecho 21 películas.

"Mi padre, como en la mayoría de las casas de la larguísima posguerra, nunca dijo una palabra de la guerra"

P.: Precisamente en julio se aprobó la Ley de Memoria Democrática

R.: Espero que nadie pueda derogar esta ley. Para evitar mostrar en pantalla la pandemia, la película comienza en diciembre de 2016 y termina en verano de 2019. Entonces no existía esa ley y se muestra la situación que ha habido: han sido voluntarios, ong, o asociaciones las que han buscado las fosas. Rajoy se jactó de otorgar cero euros para la Ley de la memoria histórica, lo que me parece tremebundo. Con la nueva ley el cambio es absoluto: las fosas se convierten en un tema de la administración, no del bisnieto que busca un arqueólogo para que le eche una mano. Según Francisco Etxeberria (antropólogo y forense especializado en fosas comunes) ya solo se podrá identificar a una tercera parte de las víctimas de las fosas. Cuando Etxeberria termina el trabajo en una fosa hace que la gente se coloque dentro, en la postura de las víctimas. Me impresionó mucho y lo he utilizado en la película.

Nunca es tarde y bienvenida sea la ley, pero el PSOE tendría que reprocharse no haberlo hecho cuando tenía mayorías absolutas en los 80 y comienzo de los 90. Franco había condenado a la no existencia a esas víctimas y la Ley de Amnistía (1977) y el pacto de silencio hizo que esas personas condenadas a la no existencia siguieran siendo víctimas por una cuestión pragmática. No dudo de que esa ley ayudó a la democracia: yo soy prueba de ello porque no hubiera podido hacer Pepi, Lucy, Boom y otras chicas del montón. Soy la viva imagen de la libertad en este país. La Transición fue una época muy delicada de la que yo participe del modo más lúdico: vivir de la libertad que me permitía mi cuerpo. La gente tenía un miedo justificado porque en 1981 hubo un golpe de Estado, pero la ley debió haberse revisado.

El PSOE tendría que reprocharse no haber hecho una Ley de memoria histórica cuando tenía mayorías absolutas

P.: El personaje de Aitana Sánchez Gijón dice “Yo soy apolítica, mi trabajo es gustarle a todo el mundo".

R.: Estuve a punto de no ponerlo porque me parecía un chiste fácil. Pero esa frase la he oído tal cual en la televisión dicha por una actriz. Le preguntaban si no nos había hecho más mal que bien los Goya del ‘No a la guerra’ porque fue cuando la derecha decidió que el cine español era su enemigo y somos, lo que ellos llaman despreciativamente, titiriteros, su bestia negra. Y ella decía que sí, que había hecho mal, e hizo esa reflexión, que su trabajo tenía que ser apolítico y buscar la taquilla. Me hizo gracia porque no era una actriz de derechas. Quería que el personaje fuera una señora bien de la alta burguesía, pero no quería hablando de manera pija. Y es cierto que actores y directores son en general gente de izquierdas. Hay excepciones.

Penélope Cruz, Israel Elejalde y la calavera en 'Madres paralelas'

P: ¿Se puede ser apolítico como creador?

R.: Creo que no. Los creadores de derechas en los que pienso, no quiero dar nombres pero no lo ocultan, no son apolíticos. Les puede gustar que les vean públicos de izquierdas, pero no lo son. He vivido grandes épocas apolíticas en las que formaba parte del hecho de vivir el momento. Los años que van de 1977 a 1985, en los que enclavo los que se llamó después 'la movida' eran años totalmente apolíticos, hedonistas. Para nosotros, que no sé quiénes éramos o éramos cientos, los que íbamos al Rock-Ola todas las noches, lo importante era la frivolidad y la diversión. También es cierto que nos llegaron de golpe todo tipo de libertades y había gente jovencísima: recuerdo que Bernardo Bonezzi tenía 13 años con 'Los zombies' y Alaska 14 con 'Kaka de luxe'. No tenían fantasmas franquistas. Yo, con 25 años, sí había corrido delante de los grises porque me había pillado de paso: iba al comedor de la universidad y cuando había alguna manifestación tenía que salir corriendo. Ese miedo estaba en la atmósfera, aunque nunca me detuvieron ni tuve problemas, pero era palpable. ‘La movida’ no era un movimiento generacional. Se trataba de hacer lo que querías hacer del modo más inmediato con el menor dinero posible. No había conciencia política porque no había fantasmas del pasado. Los que éramos mayores y teníamos alguno nos habíamos decantado por la diversión porque teníamos 25 años. Siento que era un privilegiado por sentirme joven en un momento en el que se abrían todo tipo de libertades delante de tus narices. Aunque hubo muchos muertos en el camino, estoy contento de haberla vivido así.

P.: En la película hay una vuelta de tuerca a algo que has tratado mucho: los modelos de familia

R.: En Todo sobre mi madre ya hay un modelo de familia formado por muchas madres y un ser pequeñito al que cuidan todas. Esa es la clave: hay un ser que necesita todo tipo de cuidados y hay alguien dispuesto a proveérselo que se convierte en padre o madre de un modo natural. Naturalmente son las familias que no reconoce el Vaticano ni la Iglesia Católica. Las familias unipersonales, ya sean mujeres u hombres, creo que son la gran esperanza de la familia porque creo que son más deseadas que las biológicas. Una vez leí sobre ‘el primer hombre que da a luz’. No era un hombre, era un transexual hombre que no se había operado los órganos de reproducción, se inseminó y tuvo una hija con la chica con la que vivía. Me parecía que era darle una vuelta a nuestra naturaleza y los tópicos que tenemos sobre los géneros.

Desde siempre he creído en las familias plurales, basadas en los afectos, el amor y que no tienen que ver con lo biológico. Las familias de homosexuales que conozco, que por un medio u otro se han hecho con descendencia, creo que tienen vocación de ello. En Madres paralelas la familia que propongo consta de dos mujeres y un hombre. Sería otra película ver cómo llevan esa relación.

Siempre he creído en las familias plurales, basadas en los afectos, el amor y que no tienen que ver con lo biológico

P.: Respecto a esos años 80, ¿crees que vivimos una escalada de los delitos de odio?

R.: Cuando pienso el modo que vivíamos en los años 80, y en la lucha de los años 70, ni en mi peor pesadilla hubiera pensado que en 2021 íbamos a estar socialmente como estamos ahora y que hubiera un partido de ultraderecha. Aquella sociedad no estaba luchando para que 40 años después ocurriera esto. Más que una decepción es una realidad muy preocupante. Veo ahora más ataques homófobos en la calle que nunca. No sé si antes no se hablaban de ellos y ahora si los muestran los medios. Son el reflejo de la política que se hace y los políticos que tenemos en este país. La gente no se atrevería tamaña barbaridad si no existieran estos partidos de ultraderecha. Lo de ‘puto maricón corresponde a otros períodos. Me horroriza y por eso creo que la lucha por los derechos de la LGTBIQ debe de ser constante. Se han conseguido muchas cosas, pero hay que denunciar, no callar y pedir justicia. El asesinato de Samuel tiene que ser lo que para los americanos fue el #metoo: el despertar de una lucha.

El asesinato de Samuel tiene que ser lo que para los americanos fue el #metoo, el despertar de una lucha

P.: Es curioso que precisamente en la pandemia hayas dejado de hablar de la soledad, como en La piel que habito, Julieta o Dolor y Gloria

R.: Los personajes solitarios son más masculinos. Cuando aparecen femeninos, aparece en mí la sororidad. Las mujeres se ayudan, son madres de otras mujeres aunque no sean biológicamente las madres. Surge en la pandemia, que fueron tres meses de soledad absoluta menos un día que me dije que merecía saber cómo son las calles de Madrid sin nadie y me fui con una bolsa para hacer la compra. La historia de las dos madres que interpretan Penélope y Milena ya la tenía escrita. Y había una tercera, que es el personaje de Aitana, que no me gustaba, y por eso decliné la historia. En Los abrazos rotos (2009) hay un plano en el que se ve el despacho del personaje de Lluis Homar un cartelito desenfocado que pone ‘Madres paralelas’. Lo hago mucho: dejo guiones en hibernación y cuando impongo cierta distancia doy con las claves para solucionarlo. Cambié la mitad del guion. A pesar de estar solo no hablo de la soledad porque, en primer lugar, estoy acostumbrado a estar solo por el oficio de escribir y tengo músculo, pero, sobre todo, lo escribí más rápido porque no tenía llamadas, no salía, no tenía compromisos, y pude estar absolutamente concentrado. De hecho, me salvo de todo lo malo que tiene el confinamiento.

P.: En la película celebras a Daniela Santiago y Penélope Cruz lleva una camiseta que reza ‘todos deberíamos ser feministas’. ¿Qué opinas del rechazo de cierto feminismo a la Ley Trans

R.: Desgraciadamente está siendo así y me preocupa mucho. Me parece horrible, aunque haya clásicas del feminismo defendiendo esa postura de no aceptación de la mujer trans. Podemos llamarla mujer trans, pero es una mujer. Está reasignada, es su género. Existe además la posibilidad de género no binario, no identificado: tiene que existir el derecho de decirlo, aunque con el tiempo acaben identificándose. Lo que decía la ministra Carmen Calvo de ‘cómo vamos a darle a una criatura de 16 años la libertad de que elija el género’... Con todos mis respetos: el chico de 16 años que decide hacer la transición, hace años que viene madurándolo. El género lo sabe desde que tiene dos años. Las madres y los padres saben mucho de eso. Afortunadamente ahora existe una conciencia mucho mayor, sobre todo por parte de los padres, porque era un verdadero problema. Ahora se conocen las herramientas para identificar la realidad de su hijo o hija aunque no corresponda con la genitalidad. Excluirla o marginarlas me parece muy injusto por parte de mujeres que son, además, de izquierdas. Vemos niñas de 10 años transexuales que tienen una madurez superior porque están acostumbradas a hablar con sus padres, con sus educadores. Eso no es nunca un capricho y nadie piensa que sea reversible. Y, por supuesto, estoy de acuerdo en que no es necesario consultárselo a los padres porque se puede tener otro círculo de amistades y relaciones. Y los padres a lo mejor tienen más miedo, aunque cada vez tienen menos, porque cada vez hay más modelos de chicas y chicos en proceso de transición. Comprendo que es polémico, pero creo que debían incluirlas.

P.: ¿Cómo crees que la pandemia va a afectar al futuro de las salas?

R.: En España, el espectador ha decidido no moverse de su casa. Y si sale es para irse a la terraza o a un botellón, pero no para ir al cine. Era algo que se veía venir pero que la pandemia ha multiplicado. La gente ha entendido más que nunca que necesita de la cultura, sobre todo para no aburrirse y desesperarse, pero en su casa. Está por ver si es reversible.

En España, el espectador ha decidido no moverse de su casa

No concibo una película si no la veo en la gran pantalla. La naturaleza de ser del cine es el hecho de que tú seas minúsculo frente a un universo que te absorbe y arrebata, sin luz y rodeado de desconocidos. Lo decía ya Susan Sontag cuando hablaba de los cines domésticos. Se minimiza mucho el efecto de las películas en pantallas pequeñas. Pero en España nunca ha habido industria audiovisual y, ahora, la hay gracias a las plataformas: si buscas a un equipo hay que hacerlo con seis meses de antelación porque todo el mundo está trabajando y eso es muy bueno. Pero me da la impresión de que al pensar en tu película para la televisión se adopta, sin darse cuenta, otra forma de narración. Y, al contrario, el autor que sabe que su película se va a ver en el cine, la hace de otro modo.

Estamos condenados a que las películas se vean a través de las plataformas y solo quedaran algunos autores como en plan museístico. Desparecerán muchos cines y los que quedarán serán sitios de culto donde iremos a ver a los autores de ese momento y a los de toda la vida. Es lo que indican las circunstancias. No es fácil. Me ha animado mucho este último Cannes, porque veía ganas de cine de autor, pero pensando en cómo se distribuye, estamos en ese camino.

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