En Afganistán, el nuevo gobierno de los talibanes se enfrenta a una crisis humanitaria, con graves consecuencias económicas en el día a día y con una moneda que cada vez vale menos, las familias afganas hacen lo que pueden para salir adelante.
En un país donde todo parece ir hacia atrás, hay al menos dos cosas que aumentan: las colas interminables de afganos ante los bancos para retirar dinero, aunque sea poco, porque el límite sigue estando en 200 dólares a la semana y la de los mercados improvisados donde miles de familias están vendiendo todo tipo de artículos, vajillas, lavadoras, ropa de segunda mano. Todo por un mísero puñado de afganis, una moneda cada vez más depreciada en una economía que se va a pique.
"Estamos en modo de supervivencia", admite Mohammad Nasser, "sólo pretendemos ganar algo para alimentar a nuestros hijos día a día. Y mañana será otro día".
A la legión de afganos desesperados se suman cada vez más familias. El 30% de la población activa afgana pertenecía a un sector público ahora inexistente. El sector privado es muy débil y lo que prima es la economía informal.
Decenas de mercados están proliferando por toda la ciudad. La falta de trabajo, la imposibilidad de retirar efectivo de los bancos, hace que muchos afganos se vean obligados a vender cualquier artículo personal para conseguir algo de dinero.
Hay de todo, pero sobre todo alfombras y cojines. Algo fundamental en un hogar afgano, donde las familias se suelen sentar en el suelo.
Tras 40 años de guerra, Zulmay Baluch nos cuenta que "sólo aspira a vivir en paz". Conseguir algo de dinero no parece la mayor de sus prioridades.
El 72% de la población vive con menos de dos dólares al día. Todo lo que esté en un hogar, es susceptible de ser vendido: también estas maletas, tal vez de alguien que a estas alturas ya ve imposible salir de Afganistán.