Las orillas del Mar Menor han amanecido este lunes cubiertas con cientos de peces muertos. Ha sido la cuenta de Twitter de S.O.S. Mar Menor la que ha dado la voz de alarma junto con decenas de usuarios de la red social que se han unido a la denuncia a través de vídeos e imágenes que muestran el nuevo episodio de ecocidio. El origen de la mortandad todavía no está esclarecido, aunque diversos estudios anteriores y la experiencia previa de la anoxia (falta de oxígeno) en 2019 pueden aportar pistas al respecto.
La eutrofización (enriquecimiento excesivo en nutrientes de un ecosistema acuático) que la laguna viene sufriendo desde la crisis de 2016 ha convertido al Mar Menor en un ecosistema extremadamente vulnerable a múltiples factores, como en su día sucedió con la gota fría de la DANA. Según alertó el Instituto de Oceanografía, estos factores pueden ir variando y “en cualquier momento se pueden volver a desencadenar episodios agudos de mortandad”.
Asimismo, el último de informe de seguimiento del estado ecológico del Mar Menor alertó también el pasado julio sobre una posible nueva catástrofe medioambiental como la de hace dos años: “El ecosistema sigue bajo una presión extrema por la entrada continua de aguas hiposalinas con altas concentraciones de nutrientes”. De acuerdo con las observaciones de este estudio periódico, el Mar Menor mantiene niveles de salinidad bajos, lo que hace que los riesgos de sufrir una crisis distrófica sean elevados si se dan condiciones “de alta temperatura, periodo de calmas y o entrada masiva de aguas dulces”.
El nitrato, el enemigo del Mar Menor
Según el Informe del Instituto Español de Oceanografía, el Mar Menor recibe desde la década de 1980 grandes cantidades de materia orgánica y nutrientes procedentes de vertidos de diversa naturaleza, aunque son los más comunes los procedentes de la actividad agraria y agropecuaria del Campo de Cartagena. El principal compuesto procedente de la actividad agrícola es el nitrato, puesto que es la fuente de nitrógeno más utilizada para los cultivos.
A mediados de enero se produjo una entrada de aguas cargadas en nitrato con valores de hasta 128,4 µmol NO3/l en las proximidades de la rambla y una subida en la concentración media de nitrato en la columna de agua de la laguna superando 12,67 µmol NO3/l. Estos valores superan los máximos históricos y fueron señalados por el Instituto de Oceanografía como "una amenaza para el estado de la laguna esta primavera y el próximo verano".
Según el informe de seguimiento del estado ecológico del Mar Menor, la situación de la albufera se mantuvo “con la presión por la entrada de agua y nutrientes elevada”. Asimismo, la salinidad se mostraba todavía baja, aunque empezó a recuperarse a principios de junio, con un valor medio de 42,1, una cifra 3 puntos por debajo de la habitual (>45) en estas fechas. En estas condiciones, las altas temperaturas pueden ser un factor de riesgo importante de cara a que se produzcan proliferaciones algales y bajadas de oxígeno. Concretamente, se registraron dos bajadas puntuales de oxígeno, una a principios de junio y otra en las primeras semanas de julio.
La gota fría de la DANA que colmó el vaso
Como recogió un especial de Informe Semanal sobre la catástrofe en el Mar Menor, la riada que provocó la DANA . La calma que siguió a la tempestad impidió que las capas que se habían quedado se mezclaran y el fondo se quedó sin oxígeno. El 12 de octubre el viento hizo aflorar esa capa anóxica en el norte de la laguna y playas como la de San Pedro del Pinatar se convirtieron en gigantescos cementerios.
El problema no fue, en sí misma, la entrada de agua dulce que favoreció la formación de las dos capas de agua de diferente salinidad y densidad, sino de los nutrientes arrastrados por el agua, que son el “combustible” del proceso eutrófico y que se sumaron a los nutrientes que ya contenía la laguna, perjudicada desde la década de los 80 por la actividad humana. Según el Instituto de Oceanografía, unos días después de la DANA se analizaron muestras de agua de la laguna encontrándose concentraciones de nitratos en torno a 13 mg/L, cien veces por encima de las que se pueden considerar normales.
“En 2016 el mar menor recibió el nombre de 'sopa verde'“
La contaminación por la actividad agrícola en el Mar Menor se remonta a 1994, cuando la Confederación Hidrográfica del Segura, organismo autónomo del gobierno central, autorizó el uso de acuíferos salubres para paliar la peor sequía del siglo. Las desaladoras se multiplicaron y, una vez superada la sequía, siguieron trabajando y sus vertidos continuaron acabando en el Mar Menor. Más tarde, en 2016, el Mar Menor recibió el nombre de "sopa verde", cuando el exceso nutrientes procedentes de la agricultura disparó el fitoplancton.
En abril de 2019 la Guardia Civil clausuró 31 pozos y desaladoras ilegales en fincas agrícolas y en el Caso Topillo por presunto delito medioambiental se pasaron a investigar a medio centenar de sospechosos. Ese mismo año se calcularon también 9.500 hectáreas de regadíos ilegales, un 20% de la superficie cultivada. El Mar Menor era entonces un enfermo muy grave que, con la llegada de la DANA, tocó finalmente fondo. Algo que podría haber vuelto a ocurrir este lunes.