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El complicado censo del lobo, asignatura pendiente previa a su protección

  • Voluntarios elaboran un censo independiente de este animal especialmente esquivo

  • El Gobierno prohibirá la caza del lobo al norte del Duero en septiembre, medida que no contenta a ganaderos ni ecologistas

JAVIER GARCÍA MARTÍN
7 min.

Difícil pensar un sitio mejor que una fraga. Estos bosques vírgenes y espesos que flotan como islas sobre las laderas atlánticas de Galicia son refugio de lobos. Primitivas y oscuras, las del Eume, en A Coruña, alojan una población a la que un grupo de voluntarios le sigue la pista desde hace media década.

Jorge García es uno de esos voluntarios. En todo este tiempo a pie de terreno, nos cuenta, recuerda haber visto un único ejemplar. Fue una vez, desde otra montaña, mareando un potro. "Primero lo tentaba, jugaba con él. Hacía arranques una y otra vez, hasta que se ganó su confianza”. Después, lo depredó.

A nuestro paso, los lobos son invisibles. "Se han escondido en cuanto hemos puesto un pie aquí", explica García. Para verificar su presencia, los voluntarios -entre los que hay profesores, biólogos, militares o forestales- buscan indicios: huesos, heces o pelo a veces enganchado en alambradas. Todo queda registrado en un sistema de geolocalización que ayuda a dibujar su zona de influencia, de varias hectáreas.

Sin una cifra exacta

Nadie sabe a ciencia cierta la cifra exacta de lobos que hay en España. Ni se puede saber. El furtivismo y el carácter esquivo de este superdepredador provocan, primero, oscilaciones en el número, y, segundo, dificultades en su conteo. Algunas estimaciones hablan de entre 2.000 y 3.000. No dejan de ser aproximaciones y el margen es demasiado grande. Por eso, los especialistas cuentan manadas, grupos estables. Según el último censo, elaborado entre 2012 y 2014 por el entonces Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, hay 297 familias en España. Una cierta sorpresa, porque son casi las mismas que las reflejadas en el censo anterior, realizado treinta años atrás.

El Gobierno central pretende actualizar las cifras próximamente con una tercera edición de este estudio. Mientras, Jorge y el resto de compañeros, miembros del Voluntariado Nacional para el Censo del Lobo Ibérico, una red de ciencia ciudadana, han iniciado ya su propio proyecto, su propio recuento independiente. Planeaban dar datos este año, pero la pandemia ha demorado sus conclusiones, fundamentales para hacerse una idea real del comportamiento de este carnívoro de cara al futuro.

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Además de los marcajes, estos expertos cuentan con las imágenes que registran las cámaras de fototrampeo que esconden entre los árboles y que revisan cada poco tiempo. En una de ellas, han vuelto a ver a 'Jirafilla', esta vez, cruzando rápido uno de los caminos de la fraga. 'Jirafilla' es una hembra de patas más largas de lo habitual que pertenece a un grupo de cinco miembros. Nació hace un año. Saber que sigue viva es una noticia importante porque es la única superviviente de su camada. Justo ahora, recuerda García, vuelve a ser época de cría.

Poca variabilidad genética

“Buscamos no solo saber el total de lobos que hay en un territorio, sino su estado de conservación”, o sea, “los problemas que tienen para una viabilidad a largo plazo y no a corto”, matiza Jesús Criado, coordinador de este grupo de voluntarios. La poca variabilidad genética de los ejemplares que nacen en la Península, relata, es un problema, y cita un estudio que calcula que la población “efectiva” en España es del orden de unos cincuenta lobos, teniendo en cuenta esta premisa.

Para Criado, abatir ejemplares de forma indiscriminada, sin saber cuál es el valor de un individuo, puede ser letal e, incluso, contraproducente: “Lo vimos con un grupo. Se alimentaba de jabalí y, después de la eliminación del macho reproductor, las crías empezaron a tener un consumo alto de ganado”. Tras haber visto cómo durante el siglo pasado su presencia territorial se reducía, hoy, la supervivencia de esta especie reguladora de la cadena trófica, sugieren, no está garantizada.

La polémica sobre su protección

“Es posible que, aunque no se matara ninguno, la población no prosperara por la escasez de material genético. El lobo es un animal escaso por definición. Está en el vértice y nunca puede haber superpoblación”. Lo dice Ignacio Martínez, presidente de ASCEL, la asociación conservacionista que ha sido la piedra de toque del cambio normativo que está a unos meses de promulgar el Gobierno. “Era el momento de resolver un error histórico”, afirma.

Esta organización inició en 2019 el procedimiento para instar al Ministerio de Transición Ecológica a proteger el lobo en todo el país. O, dicho de otro modo, para instarle a equiparar a las comunidades con territorio al norte del Duero (donde este mamífero puede considerarse especie cinegética y gestionarse a través de batidas) con las comunidades al sur (donde es intocable). Eso, y algo más. Porque su intención era que el lobo obtuviese el mayor grado de protección, equiparable al que disfruta el lince ibérico. Sin embargo, no han visto satisfechas sus expectativas.

No puede decir en el artículo principal que lo protegemos y en el siguiente que lo matamos

El Ministerio, recuerda, ha optado por “dejar” al lobo ibérico en el listado de especies protegidas e incluir una disposición adicional en su proyecto que abre la posibilidad a mantener las “medidas vigentes”, es decir, a mantener un cierto tipo de control poblacional. “El Gobierno no puede decir en el artículo principal que lo protegemos y en el siguiente que lo matamos”, rechaza Martínez. El presidente de ASCEL avanza que acudirán a la vía judicial para conseguir una protección completa y evitar así “la rotura del sistema”. Martínez también rechaza el modelo actual: “Si la excusa para matar lobos son los daños a la ganadería, ahora se mata y sigue habiendo daños; si la excusa es aplacar ciertos ánimos, eso tiene menos sentido”.

Tres comunidades permiten la caza

WWF calcula que en España se capturan 150 individuos al año. Otras organizaciones elevan la cifra al millar, incluyendo los efectos de la caza ilegal. Tras la reciente salida de La Rioja de este grupo, solo Castilla y León, Galicia y Cantabria permiten las batidas privadas sujetas a determinados cupos. En Asturias, no es especie cinegética y la población se controla a través de sus propios medios. Estas cuatro comunidades concentran la mayor proporción de lobos, nueve de cada diez. Las cuatro, gobernadas por distintos partidos, se oponen a los planes del Ejecutivo central y, también, amagan con acudir a la Justicia.

Hugo Morán es el secretario de Estado de Medio Ambiente. Es asturiano y su modelo es, precisamente, el del Principado. La disposición adicional, reconoce, va en esa línea. “El lobo ya no va a poder ser una especie cinegética en España”, explica desde la sede del Ministerio, pero sí “una especie sometida a control cuando se cumplan determinados requisitos”. Cree que en “meses” las comunidades se habrán adaptado al nuevo marco nacional. “Vamos a intentar hasta el último minuto que este sea un tránsito acordado”.

Su mensaje se dirige a los ganaderos, organizados con el apoyo de cazadores y agricultores en la Plataforma en Defensa de la Gestión del Lobo. Ofrece homogeneizar los sistemas de indemnización ante los ataques y poner sobre la mesa ayudas directas salidas del bolsillo del Ministerio. “Entendiendo que en la actualidad no se están tratando con justicia sus reivindicaciones, tenemos que ir a un nuevo escenario en el que se vea adecuadamente recompensada su mayor dificultad”, señala.

Ataques “muy desagradables”

Su mensaje, sin embargo, no llega a sus destinatarios. “Yo no quiero que me indemnicen. Lo que quiero es que el lobo no destruya mi ganadería, mis costumbres, mis raíces”, afirma Mercedes Fernández, portavoz de la plataforma. Rechaza cualquier cambio en la norma y, de paso, la falta de aplicación de la actual. “Si dejaran llevar a cabo los planes tal y como están publicados, sí darían resultado”, desliza.

Martínez tampoco descarta ir a la Justicia. Aboga por una gestión en manos de los cazadores como fórmula para abordar un censo que, en contra de lo que opinan los científicos, aprecia elevado. Estima en diez mil los partes anuales por ataques al ganado y enumera decenas de casos recientes, todos “muy desagradables y de mucho impacto emocional”. Este miércoles, decenas de personas se concentraron en Madrid en nombre, dicen, el mundo rural. “Es el lobo o nosotros”, contrapone. “Y creo que, al final, es a nosotros a quienes van a tener que meter en el listado de especies protegidas”.

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