“Yo quería ir y mis padres querían que estuviera, pero ¿qué hago? ¿Me gasto 300 euros para que luego me cancelen el vuelo? ¿Me quedo atrapado? ¿Y si no puedo volver?” Santiago vive desde agosto en Suecia, donde estudia un máster en astrofísica. Su idea, como la de miles de españoles que viven fuera de nuestro país, era volver a casa por Navidad . Sin embargo, las pocas opciones para volar, la exigencia de una prueba PCR, y el miedo a expandir el coronavirus, han provocado que decida no viajar a Mallorca.
La deseada vuelta, que para muchos supone ver de nuevo a sus familiares después de un año, se ha convertido en una verdadera carrera de obstáculos, especialmente para aquellos que viven lejos. Mónica, que reside en México, ya decidió hace meses que no le compensaba venir, mientras que Laura define su accidentada vuelta desde California como una “odisea” que incluye varias cancelaciones, retrasos y negociaciones con compañías aéreas.
Muchos de ellos toman la decisión de no volver para evitar contagiar a sus familiares, especialmente si son de riesgo, mientras que otros quieren regresar, pero no pueden por el coste de la prueba y la complicación que supone tener que hacérsela 72 horas antes de llegar a España, como le ha ocurrido a Elena, que sigue sin saber si podrá viajar desde Passau, en Alemania.
"Nadie me pidió los resultados de la prueba"
Después de que le cancelaran tres vuelos, Laura consiguió por fin encontrar una conexión aérea entre San Francisco (Estados Unidos) y Madrid. Emprendió el periplo con un niño de dos años, al que además la compañía aérea no envió correctamente el carrito.
Se hizo la prueba PCR obligatoria para entrar en España, pero a la hora de coger el avión a Los Ángeles, donde hizo escala, no tenía los resultados, que seguían sin llegar en Ámsterdam (su segunda escala). “No me dejaron subir al avión para ir a Madrid, me lo cancelaron, y me dieron el siguiente vuelo para nueve horas más tarde. Pagué 100 euros por pasar esas horas en un hotel del aeropuerto”.
Finalmente, cuando llegó al aeropuerto en Madrid, nadie le pidió los resultados de la prueba. Tampoco lo hicieron al embarcar en su anterior escala. “En el avión mucha gente no tenía el test, decían que no sabían que era obligatorio”, recuerda.
Cree que la norma de que la prueba -que desde el 10 de diciembre puede ser también un test TMA, similar a la PCR- se haga 72 horas antes de la llegada “no está pensada para gente que vive fuera de la Unión Europea”. En su opinión, la prueba tendría que realizarse 72 horas antes de salir. “Si me planto en Ámsterdam con un positivo no puedo llegar a España. ¿Me vuelvo a EE.UU. en un avión de 11 horas?”, lamenta.
“No tiene sentido volver teniendo en cuenta cómo serán estas Navidades"
De entre la gente que conoce en Estados Unidos, Laura es una de las pocas personas que ha vuelto a España. Tampoco lo ha hecho Mónica, que lleva en México desde octubre. “Mis padres me dijeron que no tenía sentido gastar el dinero en un vuelo teniendo en cuenta cómo serán estas Navidades. Solo comeríamos mi hermano, ellos y yo”, explica. Tomó la decisión antes de llegar al país, en octubre, y aunque reconoce que le da lástima, se consuela pensando que al menos estará con su pareja durante las fiestas.
Desde Australia, Bea y Andrés tienen una visión similar: “Queríamos volver a casa porque tenemos abuelos mayores a los que no vemos desde hace tiempo y les echamos de menos”. Sin embargo, esta pareja de españoles que lleva en las antípodas desde hace año y medio, vio que la situación sanitaria se iba complicando.
“Para qué vamos a volver a casa por Navidad si no va a haber Navidad como la conocemos”, se preguntó Bea. Decidieron permanecer en el país unos meses más, no solo por la cuestión sanitaria, sino también por la situación económica que se encontrarían al regresar. “Veo a muchos amigos en Madrid en el paro, aquí en cambio hay trabajo por todas partes”, señala. Cree que volver “sería como una trampa”.
Pocos vuelos y a precios "desorbitados"
Están los que pueden, pero no quieren, y los que quieren pero no pueden. Es el caso de Santiago, que llegó a Estocolmo a estudiar hace pocos meses. Para él, el precio de una PCR en Suecia –alrededor de 200 euros-, la obligación de que esté en inglés para poder viajar y los pocos (y caros) vuelos para ir a Mallorca, le han hecho desistir de su intención inicial de volver. También influye que tiene tres familiares de riesgo en la comida de Navidad.
“No merece la pena todo esto para dos semanas de vacaciones. La situación en casa no es la mejor para gastarme 300 euros por ir en Navidad”, asegura. De momento ha pospuesto su vuelta hasta dentro de unos meses, pero no quiere retrasarlo mucho para poder ver pronto a una familiar cercana, enferma de cáncer.
A pesar de la cercanía, no es fácil volver desde algunos lugares de Europa. Covadonga, una estudiante de un máster conjunto de varias universidades europeas, ya sabía que tendría complicaciones cuando se mudó a Praga a principios de este curso. “Sabía dónde me estaba metiendo, pero no me imaginaba que esta segunda ola iba a ser tan fuerte”, apunta.
“No había vuelos directos de Praga a Madrid, me planteé coger un vuelo desde Viena”. Al final encontró uno a precio “desorbitado”, pero sigue con miedo de no poder volver si da positivo en la PCR. “Eso supone que se acabaron las vacaciones y ver a mi familia. Tendría que pasar la cuarentena aquí sola”, expone.
"Me parte el corazón no abrazar a mis abuelos cuando vuelva"
Además de la obligación de una PCR en España, ahora muchos emigrados se enfrentan a las nuevas restricciones aplicadas por las comunidades para hacer frente al repunte de contagios. La Comunidad Valenciana se ha confinado totalmente y no permite la entrada ni siquiera de familiares ni allegados, mientras que Madrid ha reducido a seis personas el máximo en reuniones familiares.
“La Navidad siempre ha sido un motivo de alegría. Ahora es la primera vez en mi vida que me planteo preguntarles a mis padres si puedo volver a casa o me tengo que quedar aquí”, se lamenta Covadonga, aunque prefiere fijarse en lo positivo: poder ver a sus familiares. “Me parte el corazón no abrazar a mis abuelos cuando vuelva. Los veré a dos metros y con mascarilla”, prevé.
Laura tiene la misma idea para evitar situaciones de riesgo. “Tengo una abuela de 97 años y la he visto en la calle. No estoy viendo a gente en lugares cerrados y solo me reúno con familiares y amigos cercanos”, asegura.
El privilegio de poder pagar una PCR
Otros residentes en el extranjero no toman hasta el último momento la decisión de volver o no debido a la incertidumbre de la situación. Elena, que trabaja y estudia en el sur de Alemania, volverá a España este domingo “si todo sale bien”. Se había comprado los billetes hacía tiempo, pero la dificultad de hacerse la prueba y recibir los resultados a tiempo provocaron que pusiera en cuarentena la idea de volver.
Al viajar en domingo, teme no recibir los resultados y que le multen al llegar a España. A ello se añade el precio de la prueba en un centro privado, algo más de 100 euros. “Yo tengo la suerte de que podría permitírmelo porque soy trabajadora, pero me parece un precio muy alto”. En cambio, son muchos los que no pueden pagarlo.
La última dificultad añadida para los que sí puedan viajar es la obligación de hacer cuarentena a la vuelta, vigente en muchos países. Elena tendrá que encerrarse dos semanas en Alemania, Covadonga deberá hacer lo mismo en la República Checa y así ocurre en alrededor de cuarenta otros estados, que consideran España un país de riesgo.
A pesar de la complicación que supone esto, los que sí que han vuelto a España prefieren destacar lo positivo. Laura, que lleva sin venir un año, está contenta de haber podido traer a su hijo para que lo vean sus abuelos. Para Covadonga, es muy importante poder ver de nuevo a su familia. "Se hace duro cuando vives fuera de casa", admite.