La irrupción de Egipto en el conflicto de Libia ha despertado todas las alarmas. El Cairo ha asegurado que está listo para intervenir militarmente si fuera necesario ante el avance de las fuerzas apoyadas por Turquía. "No somos invasores” ha señalado el Mariscal Abdel Fatah Al Sisi. “Solo queremos una Libia estable, segura y desarrollada”. Y es que, para Egipto, el peligro de que las localidades de Sirte y Al Jufra, situadas al este y cerca de las fronteras, caigan en manos del Gobierno de Trípoli es una línea roja que no parece dispuesto a cruzar. Una amenaza que, según algunos analistas, no siempre será fácil de cumplir.
“Egipto es un país mucho más débil de lo que era hace dos décadas”, señala a TVE el Profesor de la Universidad de Saint Louis, Barah Mikhail. "Es difícil determinar si Egipto va a desarrollar una estrategia militar, una guerra, una confrontación con los turcos en Libia... Y, honestamente, creo que si lo hace, se está arriesgando mucho”, añade.
Sea como fuere, Libia se ha convertido en un nuevo escenario para los juegos de poder entre potencias. En el tablero intervienen potencias internacionales como Turquía, Rusia, Francia y otras regionales como Egipto, o Emiratos Árabes Unidos, que tratan incrementar su influencia en un escenario propicio para los conflictos interpuestos. Un país con grandes reservas de petróleo, sobre el que nadie parece mandar.
“Los recursos naturales son fundamentales en el caso de Libia. Tiene cuatro veces más reservas de petróleo que la Argelia vecina, en un país con muy poca población. Eso explica en buena parte porqué hay actores extranjeros que están apoyando a uno u otro bando”, indica el profesor Mikail.
Un país, dos gobiernos
El caos ha reinado en el país desde la caída de Gadafi y las milicias tribales, grupos yihadistas y mercenarios se disputan un territorio con dos Gobiernos: Por un lado, el de la Unión Nacional, con sede en Trípoli y reconocido por la ONU. Por otro, el del mariscal Jalifa Haftar, el hombre fuerte de la región oriental del país.
Hace un año, Haftar lanzó una ofensiva para tomar Trípoli, con el apoyo -hasta ahora fundamentalmente diplomático- de potencias como Egipto o Rusia, y ante la preocupación de países vecinos como Argelia. Durante meses, la superioridad militar de Haftar hacía creer que Trípoli iba a caer en sus manos.
Pero la intervención de Turquía prestando tecnología militar al Gobierno de Trípoli ha cambiado la balanza. "Nadie lo tenía previsto y eso ha permitido al gobierno de Trípoli ganar las batallas que se han ido jugando en los últimos meses", señala el profesor Mikhail, que este martes analizó la compleja situación de Libia en una mesa redonda organizada por la Casa Árabe.
El poder de las tribus y las milicias
El conflicto libio es un puzzle en el que intervienen muchos factores, algunos de ellos históricos y determinantes. Desde su independencia, el poder en Libia ha estado condicionado por las alianzas de milicias y tribus. Todo gobernante tuvo que contar con ello. “Ni Gadafi lo pudo superar, ni el Rey Idrís, que estaba antes de Gadafi, y hoy, no sólo nadie ha podido superarlo, sino que cada bando ha jugado con esta situación”, advierte el profesor Mikhail.
Hoy, con el país partido por la mitad, el poder de las milicias, grupos yihadista y tribus es clave para el futuro. “Al oeste de Libia son milicias las que ejercen el control que no tiene que ver con un ejército fuerte, que se han agrupado ahora bajo la amenaza de Haftar, pero que el día que se acabe la guerra no tenemos ninguna garantía de que estas milicias se van a unir bajo un ejército fuerte… Y por otro lado, el ejército de Haftar, parece más fuerte y unido, tiene más pinta de ser un ejército tradicional, pero al mismo tiempo, depende de Haftar y de su figura. Así que el día en que Haftar no esté, no sabemos qué va a pasar porque también hay milicias que forman parte de este ejército”, advierte el profesor de la Universidad de Saint Louis.
A esta lucha de poderes interno se añade ahora la internacionalización del conflicto. Los vecinos, como Argelia, se inquietan y todos los intentos de mediación de la ONU han fracasado. Todos sus delegados han terminado siendo acusados de favorecer a uno u otro bando. Tampoco faltan las acusaciones de crímenes de guerra, como el hallazgo de estas fosas comunes en Tarhuna, que fue uno de los principales centros de operaciones del ejército Hafter en su ofensiva. La Corte Penal Internacional está investigando el hallazgo, pero también hay acusaciones contra el Gobierno de Trípoli. Desde fuera, tanto la ONU como la Liga Árabe han mostrado su alarma y recordado que ningún acuerdo tendrá éxito sin la salida de los mercenarios extranjeros del país.