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La "agridulce" vuelta a los grandes museos en el marco de una pandemia

  • El Museo del Prado ha reabierto sus puertas este sábado con un aforo reducido al 30% y una selección de obras

  • La mascarilla obligatoria, los controles y la distancia de seguridad hacen que la atmósfera sea menos placentera

JESSICA MARTÍN
7 min.

La contemplación es el acto en torno al que gira cualquier visita a un museo, pero hay una serie de elementos y circunstancias que pueden hacer más o menos placentera la experiencia de detenerse frente a un cuadro. Este sábado, tras la esperada reapertura de las grandes pinacotecas nacionales, muchos amantes del arte han tenido que hacer un mayor ejercicio de abstracción para obviar el 'marco' pandémico y los incómodos protocolos que ha impuesto.

La atmósfera es menos agradable y resulta algo “triste” ver tantas salas cerradas o no encontrar turistas durante el recorrido. Sin embargo, las normas de seguridad para evitar contagios por COVID-19 permiten que la ruta sea más intensa por la mayor concentración de piezas en un menor espacio y, sobre todo, porque regalan al visitante una mayor intimidad para disfrutar de las grandes obras.

Esas dos caras de la moneda hacen que la vuelta a los templos del arte haya sido “agridulce”, según algunos de los visitantes que han acudido a primera hora a un renovado Museo del Prado.

Un ritual menos placentero por las medidas "antiCovid"

Poco antes de las 10:00 horas, la mayor pinacoteca de España ha bajado el telón negro que cubría en la fachada un enorme cartel con el título de su nueva exposición: Reencuentro. Lo ha hecho con todas las entradas (gratuitas) agotadas para un aforo reducido al 30% que solo ha permitido el acceso a 1.800 personas, frente a los 9.000 visitantes diarios que se registraban antes del cierre.

“Las entradas las sacamos 'online' el jueves por la mañana. Las cogimos corriendo para que no se agotaran", explica a RTVE.es Elena desde la cola exterior para entrar al museo, que nada tiene que ver con la larga fila que se formaba hace casi tres meses, cuando los museos cerraron sus puertas.

Ahora, por cierto, solo dos de ellas están abiertas: la de Goya para la entrada y la de Murillo para la salida.

Momento en el que ha sido descubierto el nuevo cartel de la fachada principal del Museo del Prado. EFE

“Hay mucho protocolo y mucha tensión, pero todo bien”, señala Raúl, el primer visitante que ha podido acceder a ese museo que ha tenido que alterar el ritual que forma parte de la visita para adaptarse a las medidas de seguridad e higiene.

Controles de temperatura corporal en los accesos, felpudos antibacterianos, mascarilla obligatoria, dispensadores de gel hidroalcohólico, distancias de seguridad… Todas son medidas necesarias en este periodo de desescalada, pero enrarecen el placentero ambiente de la 'vieja normalidad' museística.

Que te midan la temperatura hace que entres con otra disposición distinta

"Da mucho respeto. Llegar y que te midan la temperatura hace que entres con otra disposición distinta y luego dentro la sensación es extraña, muy extraña", asegura Carmen, otra visitante que, no obstante, recalca que estar de nuevo en el Prado es "un enorme regalo".

La novedad que más incomoda es la mascarilla, algo que, dice María, "se lleva regular". "Como ahora hay menos agobio no se está tan mal, pero cuando haya más gente y vuelva el turismo no sé cómo lo vamos a soportar”, señala esta misma mujer desde la luminosa Galería Central, el eje que vertebra la nueva exposición y el único espacio que permanece abierto junto con las salas adyacentes.

Más cuadros que visitantes tras la reducción de aforo

Ahora solo se puede recorrer una cuarta parte de la superficie y así localizar las piezas insignes de la pinacoteca es mucho más fácil que antes.

Velázquez, Goya, El Greco, Rubens, Tiziano, Fra Angélico, Zurbarán, Tiziano o Caravaggio están más cerca que nunca en una muestra que con mayor probabilidad podría elevar el ritmo cardiaco de quienes padezcan el síndrome de Stendhal.

Además, del total de 249 obras, 190 han sido trasladadas para concebir un itinerario diferente que plantea nuevos diálogos entre piezas.

Ver el Saturno de Rubens junto al Saturno devorando a un hijo de Goya, o La Anunciación de Fra Angelico frente al Descendimiento de la cruz de Van der Weyden es algo insólito que se ha ganado la fascinación de muchos visitantes.

Al haber cierto límite de aforo también creía que íbamos a estar en un entorno más agradable

En lo que hay división es en lo que supone una reducción simultánea de aforo y de espacio.

"Que no hubiera turistas, desde un punto de vista egoísta, lo veía como algo bueno. Y al haber cierto límite de aforo también creía que íbamos a estar en un entorno más agradable, pero claro, el aforo se reduce pero el espacio también, con lo cual el aforo es el mismo en proporción", señala Aitor, un fiel admirador de la colección permanente del Prado.

No todos lo ven igual. Hay quienes sí creen que hay mayor intimidad, como Raúl, Elena o José María. Este último opina que "se puede disfrutar muchísimo mejor de las obras porque se aprecia menos gente y porque las entradas y los horarios están perfectamente determinados y pautados".

El "privilegio": contemplar las grandes obras en la "intimidad"

El reencuentro del público con Las meninas era uno de los más esperados en este día y a primera hora ha tenido como fondo musical el Himno de la Alegría, interpretado por un quinteto de cuerda de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid que se ha situado justo delante de la obra.

Ese cuadro de Velázquez es, a juicio de muchos historiadores, la obra pictórica más enigmática y la que desconcierta a generaciones de profesionales del arte desde hace siglos. Incluso ha dado nombre a un desorden psiquiátrico --el Síndrome de la Fatiga de las meninas-- que han llegado a padecer quienes tratan de encontrar su verdadero sentido.

Contemplar ese cuadro de manera tan íntima por primera vez y tras un amargo periodo de confinamiento ha hecho que Alejandro, un joven historiador del arte, se conmueva hasta la lágrima.

Yo venía cuatro o cinco veces por semana y emociona volver a casa

“Según he entrado he venido directo a ver 'Las meninas' a la sala 12. Y me he emocionado mucho porque es volver a la vida que tenía hace tres o cuatro meses, cuando venía cuatro o cinco veces por semana. Emociona volver a casa”, asegura Alejandro, quien cree que la ‘nueva normalidad’ hace más interesante e “inquietante” el ambiente que siempre se ha respirado en esa sala.

La "nueva normalidad" de ‘Las meninas’

Algunos de los personajes plasmados en esa pintura parecen observar lo que hay al otro lado del lienzo, como si existiera una cuarta dimensión que atrapa al visitante y lo convierte en un elemento más del propio trampantojo.

Pero lo que nunca antes habían visto los ojos de las meninas ni los del propio Velázquez desde que fueron pintados en 1656 – fecha oficial que tampoco estuvo exenta de debate— es a tantas personas con mascarilla observando la escena en primera fila y sin tener que ‘pelear’ para hacerse un hueco.

"Esta sala siempre acostumbra a estar muy llena y poder estar casi con ellas a solas por decirlo de alguna manera es muy extraño. Sobre todo creo que ellas van a echar mucho de menos tanto público, tantos ojos mirándolas", bromea Alejandro.

Estando tan cerca de la obra magna de Velázquez es inevitable pensar en aquella famosa frase que pronunció el pintor Salvador Dalí cuando le preguntaron qué es lo que salvaría del Museo del Prado, si hubiera un incendio.

El catalán aseguró que se llevaría “nada menos que el aire, y específicamente, el aire contenido en 'Las meninas'", que es "el aire de mejor calidad que existe”.

Ni siquiera lo supera el aire del propio museo, que también como medida de seguridad para evitar la propagación del coronavirus ha incrementado su calidad hasta obtener el certificado ‘IDA 1’, el mismo con el que cuentan hospitales, laboratorios o guarderías.

No hay virus que pueda infectar el excelso aire de Velázquez y esa es una muestra más de la superioridad del arte respecto al universo que lo acoge.

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