El coronavirus paró el corazón del arte presencial que ahora vuelve a latir con lentitud al filo de la celebración del Día Internacional de los Museos este 18 de mayo. La nueva Fase 0 de la desescalada permite desde este lunes la reapertura de los museos con un 33% del aforo, por lo que podrán abrir en todo el territorio nacional al aliviarse las medidas de confinamiento, aunque las comunidades que se encontraban en Fase 1 ya podían hacerlo.
Es el caso del Centro Botín de Santander que ha sido la primera gran institución cultural en lanzarse con todas las cautelas sanitarias y pequeños pero sutiles cambios: se han eliminado los folletos y prácticamente todo lo que se pueda tocar (y contagiar), se indica la entrada y la salida en un circuito único; marcas en el suelo alertan de las nuevas distancias para disfrutar de las obras.
Han transcurrido casi dos meses desde que los últimos visitantes recorrieron sus salas. Desde el 12 de mayo han regresado con timidez a las dos exposiciones que han resucitado: ASYOU GO (Châteaux en Espagne), del artista albanés Anri Sala; y Coleccionando Procesos. 25 años de Itinerarios, dedicada a jóvenes artistas internacionales. También está permitido el acceso a la sala permanente.
En el interior del centro de arte contemporáneo, que abrió sus puertas hace tres años con un impresionante diseño del arquitecto Renzo Piano frente al mar Cantábrico, la ilusión le vence el pulso al miedo: de momento solo podrán visitarlo los cántabros hasta que se autorice el desplazamiento entre provincias. Al público le recibe un cartel de "Estamos abiertos", casi un ensayo a pequeña escala del deshielo museístico que su director califica de experiencia “positiva y muy tranquila” (86 personas máximo de aforo).
“Teníamos claro que cuando pudieramos ibamos a abrir. La sonrisa se veía detrás de las mascarillas de los visitantes. Es como si fuera la primera vez, cuando inauguramos. En la pandemia nos hemos dado cuenta de que el arte no es un adorno. Recurrir a la música, la pintura, la danza o la literatura nos ha aliviado psicológicamente. Se puede vivir sin el arte, sí, pero no una vida plena”, explica con emoción Íñigo Saénz de Miera, director de la Fundación Botín.
La seguridad: entradas online y recorridos señalizados
El del Centro Botín es una excepción dentro de la excepción. La Comunidad de Madrid está pendiente del cambio de pantalla, de Fase 0 flexible a Fase 1, pero los museos no tienen previsto romper la clausura por seguridad hasta finales de mayo o principios de junio. Como han avanzado desde el triángulo de oro del arte formado por El Prado, el Reina Sofía y el Thyssen de Madrid (Los 16 museos dependientes de la red estatal abrirán el 25 de mayo).
La fecha en rojo que baraja el calendario de los centros de arte del País Vasco es el 1 de junio aunque oficialmente ya pueden abrir, pero tras las puertas los “gabinetes de crisis” están que arden: poco a poco el personal se reincorpora y se valoran con lupa los detalles de amenaza a la salud como señalan desde el Museo Guggenheim de Bilbao.
Entre las recomendaciones de seguridad e higiene del documento validado por el Ministerio de Sanidad y las comunidades para los planes de contingencia de los museos [mira los puntos en el siguiente enlace], está el fomento de las entradas online para evitar colas, el uso de audioguías con auriculares desechables, que los guardarropas no recojan ropa de los visitantes, recorridos señalizados o visitas con distancia social y uso de mascarillas.
Exposiciones hibernadas
El confinamiento ha legado salas vacías y exposiciones hibernadas, como la principal apuesta de El Prado tras la resaca del bicentenario y que perfilaba como una de las citas de año: Fragmentos sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España (1833-1931), que tendría que haberse inaugurado el 31 de marzo con más de cien obras y tras dos años de preparativos.
Otras exposiciones directamente han quedado interrumpidas: es el caso de la gran selección consagrada a Rembrandt y el retrato en Ámsterdam que apenas estuvo tres semanas en el Museo Thyssen Bornemisza de Madrid. En este escaso tiempo la visitaron 40.000 personas, en un ejemplo de buena acogida.
El coronavirus ha obligado al Thyssen a remover el calendario expositivo: Rembrandt, cuya fecha oficial de cierre es mayo, se prorrogará durante el verano, la muestra del artista pop norteamericano Alex Katz, prevista para junio, se trasladará a septiembre y encadenará con la del surrealista Magritte. Si todo sale bien, porque en tiempos del Covid-19 se impone el horizonte del reto diario.
“Para un museo es más rentable abrir una exposición montada que no hacerlo, se pierde menos. Sí creo que el tiempo de las grandes macroexposiciones ya ha acabado, era ya una tendencia que ocurría, las piezas eran difíciles de conseguir, los seguros se encarecían y eran complicadas económicamente. Creo que la exposición real seguirá existiendo pero se tendrá que completar con la tecnología”, analiza para RTVE.es Evelio Acevedo, director gerente del Thyssen-Bornemisza.
Otros dos gigantes: Rodin y Giacometti, quedaron en suspensión en la sede de la Fundación Mapfre en Madrid: 100 obras, algunas monumentales como Los burgueses de Calais del francés o muy frágiles como los caminantes filiformes del escultor suizo, que ahora plantean un reto para la circulación (las salas de exposiciones podrían abrir desde el 25 de mayo en la Fase 2 de desescalada).
“Estamos planificando cómo puede circular bien el público entre las obras e intentando que se prorrogue la exposición. Tuvimos que devolver el importe de muchas entradas los primeros quince días de confinamiento. Para nosotros es importante abrir porque aunque lo digital ha abierto una ventana que ha llegado para quedarse, el arte presencial es una experiencia y es importante que se sepa que la cultura está ahí, explica Nadia Arroyo, directora de Cultura de la Fundación Mapfre (A causa de la pandemia la Fundación ha aplazado a otoño la inauguración de un nuevo cento internacional de fotografía en Barcelona).
Recortes económicos
Durante más de 50 días de encierro, los museos han permanecido muy vivos en las redes: desde conferencias con expertos a visitas virtuales o actividades específicas por tramos de edad han explotado la creatividad consustancial al arte. El Museo Picasso de Málaga, que recibió más de 700.000 almas el pasado año y es el más visitado de Andalucía, ha dado un giro a este concepto.
A falta de apertura física ha inaugurado virtualmente la exposición Arlequín que le tocaba en mayo en fechas presenciales. Una selección para mirar y leer, primera muestra digital en la historia del museo sobre el dialogo entre el bufón Arlequín y el pintor Picasso.
“Trabajamos muchos meses y no queríamos renunciar a ofrecerlo. De esta forma hay obras que no pudiéramos haber conseguido y se pueden disfrutar sin caducidad en la web que ha multiplicado sus visitas. El futuro creo que irá por ahí por el asociacionismo entre instituciones que ha arrancado con la crisis, aunque estamos preocupados por la falta de visitantes. Nosotros nos autofinanciamos al 50% y va a haber un ajuste económico severo”, relata José Lebrero, director artístico del Museo Picasso de Málaga (MPM).
Y lanza una lúcida reflexión sobre la supervivencia del arte presencial: “Hay museos pequeños que no tienen grandes colecciones y que a lo mejor se gestionan entre dos personas y que podrían cerrar”, augura.
Museos como refugios
El tsunami económico amenaza a los museos que conectan sus cifras directamente con el turismo internacional, que sufre cerrojazo por la pandemia.
Un millón de personas acuden cada año al Museo-Teatro Dalí de Figueres en Girona. El 80% de sus visitantes son extranjeros: franceses, italianos y rusos encabezan el ránking y todos proceden de países azotados por el zarpazo del coronavirus, explican desde la Fundación Dalí, que también gestiona el Castillo Gala Dalí de Púbol y la Casa Salvador Dalí de Portlligat (Cadaqués) donde la entrada común cuesta 12 euros.
Con el recorte sobre la mesa, se impone el acercamiento al turismo nacional y la reinvención de la experiencia en grupos reducidos. Una óptica humanista como un reverso luminoso de la turbulencia.
“Habrá menos visitantes y pasarán más tiempo con las obras. Los ritmos serán más pausados y el acercamiento con más reflexión. Desde los museos asiáticos nos cuentan que les está pasando. Serán visitas seguras, de más calidad y creo que los espacios serán más valorados. Es la experiencia del arte como un refugio para el visitante como lo fue para Salvador Dalí Portlligat, que fue el único lugar donde tuvo taller. Ahora el público puede pasear tranquilo por el patio, disfrutar del entorno de la naturaleza, del mar y hasta del canto de los pájaros”, detalla Montse Aguer, directora de la Fundación Dalí, sobre la obligada metamorfosis de los museos ante el Covid-19.