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Los negocios que no han bajado la persiana: entre la valentía y la caída de ingresos

ENRIQUE PALLÁS
5 min.

En dos manzanas de un barrio cualquiera de Valencia comparten espacio negocios que no han bajado sus persianas ni un solo día desde el inicio del estado de alarma por el coronavirus. Son vidas que discurren en paralelo a las de millones de habitantes y empresas que se han visto obligadas a hacer un paréntesis.

Las farmacias, las carnicerías o las panaderías han seguido encendiendo la luz de sus tiendas y locales por la mañana. También quioscos, clínicas veterinarias o fruterías han vivido en primera persona el confinamiento más allá de los balcones.

La prensa como bien de primera necesidad

José Manuel Lamela heredó el quiosco de su madre hace más de 40 años. Regenta el negocio junto a su mujer y han conocido, entre otras, la mutación de la prensa escrita, el auge y caída de las revistas o la diversificación de las estanterías hacia coleccionables y productos infantiles. En cualquier caso, nada comparable a la pandemia.

Hay menos presencia de clientes e intento quedar bien con ellos, así que les doy mi teléfono y a algunos incluso les sirvo la prensa en casa, a otros les espero hasta el mediodía” afirma. No es extraño, por tanto, ver a José Manuel pedalear por las calles casi desiertas del barrio con un buen puñado de periódicos y revistas en la cesta de su bicicleta.

Desde el inicio del estado de alarma ha reducido su horario y abre el quiosco solo por las mañanas. “Se vende menos prensa, aunque el cliente fijo se mantiene. Diría que se ha reducido la venta un 60%. Nos va a costar muchos meses recuperarnos”.

José Manuel Lamela, en el interior de su local RTVE

Atiende con guantes y mascarilla, lo que en ocasiones dificulta su trabajo, abriendo y cerrando cajas o colocando los periódicos y revistas. “Hay que adaptarse, todo sea por la seguridad, tanto mía como de los demás”. A escasos metros, las puertas del único colegio de la zona permanecen cerradas. Una de sus principales fuentes de ingresos es el público infantil, que ahora podrá recuperar en parte gracias al levantamiento de las medidas más restrictivas con los niños.

“Veo casi todo el comercio cerrado y me satisface ser una persona responsable y poder dar información. Pero a la vez, cuando me voy a casa, pienso en si me he infectado y si tengo que cerrar. La procesión va por dentro y es algo que me quita el sueño, lo reconozco”.

Soluciones médicas a la vuelta de la esquina

En la misma calle, Remedios Durá levanta la persiana de su farmacia y saluda con la mano a José Manuel, que pasa con la bicicleta por delante de la puerta. La botica abre ininterrumpidamente de lunes a sábado desde 1995. Es uno de los negocios fundamentales durante la pandemia y ha vivido ciclos de todo tipo en apenas 40 días. “Al principio subió el número de clientes, al cabo de un par de semanas la cosa se estabilizó y ahora tenemos un goteo constante”. Según la farmacéutica, los primeros días registraron una venta mayor a personas que hacían acopio de medicamentos por miedo a desabastecimiento o a no poder salir de casa. Una tendencia que ya se ha relajado.

El perfil de las personas que visitan la farmacia es diferente. “Los clientes se desahogan, más que por el virus, por sus enfermedades. Al no acudir al médico con tanta facilidad nos hemos convertido en su fuente más directa para saber qué tienen que hacer o qué tienen que tomarse”.

El inicio del estado de alarma coincidió con la carencia de mascarillas, guantes o geles hidroalcohólicos, que siguen siendo los productos más vendidos. Elementos de seguridad de los que, lamentan, no siempre han dispuesto. “El único desamparo que he visto es que desde el primer momento tendrían que habernos abastecido con unos kits sanitarios adecuados para nuestro personal, por lo menos. A veces nos ha molestado más el tono de las administraciones sanitarias, amenazando con confiscar productos”.

Farmacias: un bien de primera necesidad

Aplauso sanitario (también) para los médicos de mascotas

En la calle paralela, una joven pasea con su perro. Se dirige hacia la clínica veterinaria, que tampoco ha cerrado durante el confinamiento. En el interior, pocos clientes en la sala de espera. Un hombre, arrastrando un carrito de la compra, entra y carga un saco de pienso para perros. Todo muy deprisa

Vienen mucho a consultar sobre las dietas o temas de comportamiento”, señala María Ángeles Frontera, una de las propietarias de la clínica veterinaria. “Todo lo que no sea urgente se ha ralentizado mucho en este momento y únicamente están viniendo intervenciones de emergencia o cosas más graves. Hemos reducido el trabajo prácticamente a la mitad”.

Los síntomas de las mascotas tienen algo en común estos días. “Estamos todos en casa, confinados en un espacio menor durante más horas y a veces los perros muestran ansiedad”, comenta Gabriela Bernabéu, copropietaria de la clínica y que trabaja con María Ángeles desde hace 25 años.

Veterinarios que siguen trabajando durante el confinamiento

No son las únicas patologías de perros y gatos: problemas de estrés, urinarios o diarreas también se tratan con más asiduidad desde el inicio del estado de alarma. Las veterinarias aseguran que los animales muerden elementos o el mobiliario de la casa cuando antes no lo hacían.

Hay vecinos que acuden a la clínica asustados, creyendo que su perro puede tener el virus porque el animal sufre ataques de tos. “No puede ser”, sentencia la doctora Frontera. “Hay muchas patologías que producen tos en los perros, pero no tienen nada que ver con el COVID”.

A pesar de la excepcionalidad de la situación, Gabriela intenta relativizar. “Podría decir que tenemos incertidumbre de cómo será nuestro futuro, pero hay gente que ya estaba viviendo mal y con problemas antes de la pandemia, y entonces nos tenemos que acordar de la suerte que tenemos al levantarnos y poder decir que seguimos respirando, que tenemos salud y que habrá que hacer frente a este nuevo futuro desde otra perspectiva que no es la que teníamos antes”.

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