Desde el lunes, respiran algo más tranquilos, algo más aliviados. Pero no bajan la guardia porque saben que, aún, el camino es largo. Sí, desde el lunes. El día en el que conocieron los resultados de los test realizados, el día anterior, a todos los residentes de la residencia de ancianos Ariñez, en Vitoria. Todos dieron negativo. Su directora, María Ezquerra, apenas podía creérselo. “Yo estaba convencida de que iba a salir algún positivo”, nos cuenta en conversación telefónica.
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Desde que comenzó la crisis por el COVID-19, son cerca de 400 los ancianos que han fallecido en residencias de Euskadi. Ninguno en Ariñez. Quizás haya sido un milagro; quizás, la suerte se ha aliado con ellos o, quizás, el destino. O quizás, las medidas de prevención y protección que la dirección del centro tomó, mucho antes de la orden oficial de confinamiento.
“Cerré las puertas de la residencia antes que nadie“
Encerró a sus residentes en sus habitaciones mucho antes de que los casos empezaran a multiplicarse. “Fui muy dura muy pronto”, nos cuenta. “Cerré las puertas de la residencia antes que nadie. A cal y canto. Prohibí las visitas de los familiares. Me tuve que enfrentar a ellos, pero no quedaba otro remedio”. “Quería salvar a los míos”, relata la directora Ezquerra.
María asegura que tomó drásticas medidas de seguridad gracias a una experiencia anterior en otra residencia en la que trabajó hace años. Allí, un virus atacó a todos. A residentes, trabajadores, familiares… Un virus que atacaba a los ojos. Aquello, asegura, le dio una gran lección. Una lección de vida. Rigurosas medidas de seguridad que también decidió tomar porque ella, y algún trabajador más, viven en Haro, donde al principio de la crisis, se localizó uno de los focos más graves del coronavirus. “Tenía que tomar más medidas que el resto”, nos cuenta con la voz entrecortada.
El acierto de aislar al "caso cero"
Lo cierto es que sí hubo un caso, “el caso cero”. A una de las residentes tuvieron que trasladarle al hospital de Txagorritxu por otra dolencia. Recibió el alta enseguida. Al llegar a la residencia, tuvo contacto con muchas personas. Por haber estado en el hospital, la directora decidió aislarla. Pidió a Sanidad que le hicieran el test, y eso, a pesar de que apenas tenía síntomas. Dio positivo.
Pero “el caso cero” no contagió a nadie. Quizás, señala María Ezquerra, “al resto nos pilló con las defensas más fuertes”. A su confinamiento, se unió también el de otros compañeros, con los que más contacto había tenido días atrás. En total, nueve residentes aislados en una zona que tuvieron que habilitar para casos sospechosos. “Hemos tratado a gente como si hubiera sido positivo”, señala. “El caso cero”, ha estado más de un mes aislada. Sus familiares, reticentes al principio… agradecidos después. Entre los negativos conocidos el pasado lunes, se incluye el suyo.
Han sido, y siguen siendo, días de mucho estrés en Ariñez, de cansancio físico y mental, de puro agotamiento. María Ezquerra nos cuenta que ha tenido que contratar a mucha gente; desde personal de limpieza hasta auxiliares. Toda ayuda es y seguirá siendo poca, dice. De momento, ningún trabajador ha tenido síntomas. Pero todos siguen protegiéndose con esos uniformes que tuvieron que fabricar con materiales caseros. Los guantes, las mascarillas, las pantallas… empiezan a llegar ahora.
Los responsables no bajan la guardia
Desde el lunes, la vida en Ariñez va cambiando poco a poco. Sus vidas van recuperando la normalidad que el COVID-19 les ha robado durante tanto tiempo. A los residentes ya les empiezan a sacar a pasear, con guantes, con mascarillas. Protegidos. Y los trabajadores, cubiertos de arriba a abajo. Pasean por zonas comunes, de uno en uno, sin tener contacto con ningún compañero.
A pesar de los negativos del lunes, “hay que seguir con las medidas de prevención”, señala la directora. Algún residente se anima a pasear por el jardín. Pero no les gusta hacerlo solos. Como a Carmen, que echa de menos a sus amigas y la partida diaria que, por ahora, tendrá que esperar.
La directora Ezquerra cuenta emocionada que los residentes están más preocupados por sus familiares que por ellos mismos. “Nosotros ya hemos vivido mucho”, le dicen. Y añade, que la preocupación de sus ancianos se extiende a quienes ahora les están cuidando. “Quién lo va a hacer sino”, asegura que le cuentan. Agradecida Ezquerra, y mucho, a sus trabajadores porque se están portando “como unos campeones”. En este momento de la conversación, a María se le vuelve a entrecortar la voz. Porque también nos cuenta, que compañeras y amigas de otros centros de ancianos están devastadas. Porque la situación en otras residencias es dramática.
No han podido celebrar la llegada de la primavera como sí lo hicieron primaveras anteriores. Los dibujos que los residentes han hecho durante todos estos días, siguen guardados en un cajón, con la esperanza de que, más pronto que tarde, adornen e iluminen la residencia Ariñez.