Asumir el nuevo escenario que ha instaurado la emergencia sanitaria ligada al coronavirus está siendo un ejercicio verdaderamente complejo para la mayor parte de la sociedad, que ha tenido que acostumbrarse de manera urgente e inesperada a un confinamiento sin fecha límite.
Esta realidad tan confusa como inestable puede ser más llevadera, explican los profesionales, si se entienden las razones que han llevado a ella y se acepta el perjuicio como un mal pasajero, un consuelo al que a veces no pueden llegar quienes sufren enfermedades neurodegenerativas y trastornos mentales graves.
“Mi madre toda esta información que nos llega no la procesa. No comprende lo que oye, pero sí percibe el nerviosismo y que está pasando algo negativo. Ella solo entiende palabras como enfermedad, virus o muerte, y dentro de su cabeza todo esto está siendo como un cóctel molotov”, explica a RTVE.es María, cuya madre fue diagnosticada de alzheimer hace cinco años.
Esa enfermedad neurodegenerativa ha avanzado en ella de manera muy rápida, y ha hecho que, a día de hoy, con 82 años, sea incapaz de entender la realidad que le rodea.
"Va a suponer un avance en la demencia irreparable"
Unos días antes de que se decretara en España el estado de alarma, tuvo que dejar de acudir a su centro de día y permanecer en casa bajo el cuidado de sus familiares. Y esa nueva situación, que conlleva romper por completo con la rutina sin que pueda entender cuáles son los motivos, le está afectando enormemente, asegura su hija.
“En una semana he notado un bajón de cinco meses. No acepta estar en casa y nuestra sensación es que es mejor no intentar explicarle nada porque se puede asustar más”, dice María, que teme que el confinamiento afecte más a su madre a nivel cognitivo.
Tanto ella como sus tres hermanos tratan de paliar la carencia de las actividades que habitualmente realizaba junto a los profesionales en el centro de día. Le ponen música en casa, tratan de estimularla con ejercicios y, en definitiva, hacen lo posible para establecer una nueva rutina dentro del domicilio. Sin embargo, su madre no admite el cambio y les sigue preguntando por qué la tienen “encerrada”.
En el caso de María, hay otro reto: compaginar el cuidado de una persona con un grado tan avanzado de alzhéimer y, por tanto, de dependencia, con el teletrabajo, algo que en ocasiones, explica, se traduce en un enorme estrés psicológico para ella.
“Mi sensación personal es que todo esto va a pasar y que cada uno sacaremos el aprendizaje y volveremos a nuestra rutina, pero para mi madre esto va a suponer un avance en la demencia que será irreparable”, lamenta.
Se pierde el factor "estabilizador" de la atención presencial
La situación que ha provocado la pandemia no afecta de la misma manera a todos los enfermos mentales, pero sí hay un perjuicio común, explica Ricardo Guinea, doctor, psicoterapeuta y expresidente de WAPR, la Asociación Mundial de Rehabilitación Psicosocial.
“Hay pacientes que están teniendo un seguimiento semanal o frecuente y, de repente, van a dejar de tener el factor estabilizador de la atención presencial”, señala Guinea, que actualmente trabaja en Hospital de Día Madrid, especializado en la salud mental de adolescentes. En este centro, como en muchos otros de toda España, los profesionales están haciendo uso de videollamadas para mantener el seguimiento.
Esto es crucial, explica, para otras enfermedades mentales de carácter grave en las que el paciente sí es consciente de lo que sucede a su alrededor. En estos casos, lo más importante es, apunta, que ellos sepan cómo hacer frente a la nueva realidad y que no dejen de lado sus tratamientos.
"Tengo consulta telefónica con el psiquiatra"
En Alba, una asociación de Pontevedra en la que asisten a personas con trastorno mental severo y persistente, han tenido que optar por el seguimiento a distancia para evitar que los enfermos empeoren.
Esta asociación cuenta con un centro de día, que ha tenido que cerrar, y con seis pisos tutelados en los que se sigue haciendo un mínimo seguimiento presencial para garantizar que los pacientes toman la medicación. Además, hacen llamadas continuas y les ayudan a gestionar los pedidos de compra por internet, explica Montse García, una de las psicólogas que trabajan con ellos.
En uno de esos pisos se encuentra Joaquín, un hombre de 61 años que padece trastorno bipolar desde los 17 y que lleva la cuarentena "de la mejor manera posible" junto a otros tres compañeros.
“Tengo consulta vía telefónica con el psiquiatra y me encuentro muy estable, no me preocupo mucho”, explica. Echa de menos salir a la calle, pero asegura que está haciendo lo que le recomiendan los especialistas con el deseo de que todo pase “lo antes posible”.
“Tenemos el piso niquelado. Intentamos no abusar de los informativos porque tener mucha información no nos viene bien”, explica Joaquín.
"Al principio me daba miedo tocar todo"
También con relativa calma está viviendo estos días Rocío, una madrileña diagnosticada con esquizofrenia paranoide que vive en una habitación concedida por la Comunidad de Madrid.
Explica que ella vive sin miedo, pero admite que las estrictas medidas que se han adoptado en los últimos días también le han obligado a hacer cambios importantes en su día a día. Como su vivienda no cuenta con cocina, ella solía comer en un centro de mayores ubicado en el centro de la capital y cuando se decretó el cierre del mismo tuvo que buscar alternativas.
Empezó a ir a casa de sus padres hasta que aumentaron las restricciones y actualmente es su hermana quien se desplaza hasta su pensión para llevarle comida caliente. Además, el centro de atención psicosocial al que acudía tuvo que echar el cierre, así que los médicos que la atienden también lo hacen de manera telefónica.
“Al principio cuando todavía salía me daba miedo tocar todo, una cosa muy psicótica. Y ahora te da miedo pero lo normal, es prevención”, dice Rocío, que explica que en los grupos de personas con problemas de salud mental a los que pertenece sí hay compañeros que están llevando peor la cuarentena.
Ella, por su diagnóstico y por ser “muy casera”, asegura que no lleva del todo mal el confinamiento, ya que en los malos momentos siempre ha tendido a querer "encerrarse".
No afecta del mismo modo a personas con mismo diagnóstico
Esto evidencia algo que señala Nel Anxelu González, presidente de la Confederación de Salud Mental en España, a la que pertenecen familiares de personas con enfermedad mental grave: “Hay enfermos con un mismo diagnóstico que lo llevan mal y otros que no. Es una situación colectiva forzada que afecta individualmente y no siempre del mismo modo”.
En las más de 300 asociaciones que esta confederación tiene en el país se atienden diariamente consultas de pacientes que llevan muy mal el aislamiento y que están “aterrorizados”, pero también hay otras personas en las que el impacto, revela, está siendo menor.
Rocío, además de entretenerse con la costura, ha descubierto en estos días que puede jugar al bingo con su familia mediante videollamada.
“Cuando podamos salir otra vez a la calle estaremos todos un poco tocados…”, bromea. Está convencida de que esta situación tan anodina puede afectar mentalmente “a cualquiera” y cree de que las relaciones humanas, aunque sean telemáticas, pueden ser la salvación.