Es uno de los monumentos que más debate y controversia ha generado en la historia de España y, quizás por eso, su sombra se ha extendido también por el mundo de la cultura. Artistas, escritores, cineastas y músicos han dedicado obras a Cuelgamuros desde su inauguración en 1959 hasta hoy. Esta es sólo una pequeña selección de la producción artística ambientada o protagonizada por el Valle de los Caídos.
Documentales y ensayos
El monumento se construyó, bajo la dirección de los arquitectos Pedro Muguruza y Diego Méndez, entre 1940 y 1958. Siendo inaugurado un 1 de abril de 1959. Para esa fecha, y por deseo del dictador Francisco Franco, el NO-DO preparó un documental que se convertiría en la primera manifestación audiovisual sobre el Valle de los Caídos.
La segunda llegaría en 1963 desde Estados Unidos. Un documental producido por el norteamericano Samuel Bronston que quiso agradecer así el buen trato recibido por su equipo mientras rodaba El Cid, con Charlton Heston en el papel de protagonista, por los campos de Castilla. Lo llamó El Valle de la paz y fue uno de los primeros documentos públicos que se refirieron al edificio como "lugar para la reconciliación", una idea que también esgrimió después el régimen franquista, aunque en su decreto de construcción hablaban de "templo grandioso de nuestros muertos en el que por los siglos se ruegue por los que cayeron en el camino de Dios y de la Patria”.
En 1976 vería la luz la primera investigación sobre Cuelgamuros. Una que, aún hoy, es un referente para todos los que quieren averiguar el montante de la obra, cuántas personas trabajaron en la construcción o en qué condiciones lo hicieron. Es La verdadera historia del Valle de los Caídos. La cripta franquista (Tébar Flores), un ensayo del periodista y escritor Daniel Sueiro, que recogió directamente testimonios de personas implicadas en la creación de la megalómana obra de Franco. Por sus páginas pasan desde el primer abad del monasterio benedictino a algunos de los presos republicanos que redujeron pena trabajando en su construcción, pasando por la familia del cineasta Paco Rabal, que vivió durante años en Cuelgamuros, el escultor Juan de Ávalos o el arquitecto Daniel Méndez.
Ya en democracia aumentaría la producción de este tipo de obras. Destacando las de Rafael Torres (Esclavos de Franco. Ed. Oberón, 2000) o Paul Preston (Franco, caudillo de España. RBA Coleccionables, 2005), que apuntaron a la presencia de casi 20.000 presos políticos en la excavación y construcción del Valle. También la de Alberto Bárcena, que en Los Presos del Valle de los Caídos (San Román, 2015) sostiene que nadie fue forzado a trabajar en el complejo, sino que fueron presos voluntarios y en un número inferior al señalado por otros autores, un enfoque desmentido por los historiadores.
En el terreno cinematográfico, brillan obras como A la sombra de la cruz, de Alessandro Pugno, premio a Mejor Documental en el Festival de Málaga.
El Valle, escenario de ficción
La ficción tardaría más en llegar a Cuelgamuros. Hubo que esperar a bien entrada la democracia, a 1980, para que una película norteamericana, El Felino, de Ernest Pintoff, utilizase el recinto como escenario; aunque este filme de espías imaginó un final prematuro para la cruz de 150 metros de altura que corona la Basílica.
Ese mismo año, en España, Rafael Gil dirigió Y al tercer año resucitó, basada en la novela homónima de Fernando Vizcaíno Casas, que imaginó la resurrección del dictador y cómo un camionero recogía al muerto viviente en la carretera al Valle.
También con un libro como origen, en 1998, estrenó Fernando Colomo Los años Bárbaros. Una historia escrita por Manuel Lamana y basada a su vez en hechos reales, donde narra cómo escapó, junto a su amigo el historiador Nicolás Sánchez Albornoz, del batallón de presos que participaba en la construcción del recinto.
Además, Álex de la Iglesia ambientó el trágico y terrorífico final de su Balada triste de trompeta con dos payasos, Antonio de la Torre y Carlos Areces, y una bailarina, Carolina Bang, subidos a la cima de la cruz.
Si hablamos de novela, hay que destacar también a un autor tristemente desconocido en España pero de gran éxito en Francia, donde se exilió tras la Guerra Civil. Agustín Gómez Arcos, premio Goncourt, Livre Inter y Roland-Dorgelès, retrató con profundo dolor y originalidad el Valle de los Caídos en la obra Ana no (Cabaret Voltaire).
Y en el mundo de la lírica existe un poemario completo dedicado a Cuelgamuros, el Valle de todos de Julio Alfredo Egea. Una creación de 1963 de la que dijo arrepentirse años después cuando se enteró de que el monumento se había construido usando presos como mano de obra. Un texto que retrata muy bien al escritor almeriense, a la vez alcalde franquista y responsable del primer homenaje en España a García Lorca. Su Valle de todos no convenció ni a vencedores ni a vencidos.
En cuanto al teatro hay dos obras que recientemente han estado en cartel en Madrid. Una de ellas, El mal de la piedra, de Blanca Domenech, tuvo que estrenarse en Argentina y Estados Unidos antes de llegar a los teatros españoles. Cuenta la historia de una restauradora contratada para salvar la Basílica que, una vez en la cripta y dialogando con un empleado de seguridad, comenzará a preguntarse sobre la pervivencia del monumento y su papel en la reconciliación y, sobre todo, sobre si el perdón es compatible con la memoria y no significa impunidad.
Con un tono más desenfadado y humorístico escribió Melania Sebastián Oídos sordos. Una obra a la que la realidad ha alcanzado porque imagina la exhumación de Francisco Franco. Aunque, en este caso, el que ocupa la tumba resulta ser un tal Blas Revuelta.