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La resignificación pendiente del Valle de los Caídos o cómo transformar un monumento para explicar el pasado

  • Expertos proponen actuar con consenso para borrar la jerarquía funeraria, explicar su historia y dignificar a las víctimas

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JAIME GUTIÉRREZ
9 min.

Desde crear un museo de la memoria histórica hasta demoler su cruz, muchas han sido las propuestas, con infinidad de matices, que se han hecho en los últimos años para resignificar el Valle de los Caídos desde que una comisión de expertos recomendara en 2011 la exhumación de Franco como condición necesaria para abordar el futuro del monumento.

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Otras voces, en cambio, abogan por dejarlo como está e incluso abandonar su mantenimiento para que decaiga por sí solo y, en medio de todas estas cuestiones, se encuentra la decisión de qué hacer con las 33.833 víctimas de ambos bandos de la Guerra Civil que hay allí enterradas.

Si en algo todo el mundo está de acuerdo, es en que contentar todos los puntos de vista no será fácil, y en que, inevitablemente, el proceso requerirá tiempo y un debate sosegado que logre un consenso amplio que aúne el mayor número de sensibilidades posible.

La salida de Franco, primer paso hacia la resignificación

Ramón Jáuregui, ministro de la Presidencia en 2011, junto al grupo de expertos la Comisión para el futuro del Valle de los Caídos. EFE/Fernando Alvarado

“La retirada de los restos de Franco es la condición necesaria que los expertos recomendaron en el proyecto de resignificación del Valle, pero no es la resignificación en sí”, explica a RTVE.es el exministro de la Presidencia Ramón Jáuregui, responsable de reunir al grupo de expertos que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero convocó en 2011 para abordar el futuro del monumento a raíz de la publicación de la ley de memoria histórica en 2007. “Lo más importante no es quitar a Franco, sino que el Valle deje de ser un monumento del franquismo y un símbolo del nacionalcatolicismo para que pueda ser visto como un espacio de memoria reconciliada”, aclara.

“Con su salida se despeja una gran ambivalencia, porque el monumento estaba dedicado a la memoria de las víctimas y al mismo tiempo es un mausoleo”, coincide el politólogo y teólogo, Carlos García de Andoin, que también formó parte de la comisión. Para él, “el Valle es lo que es y, por mucho que lo remoces, va a estar ahí”, por eso asegura que “es importante explicarlo”.

Consumada la salida de Franco del Valle, recuerda Jáuregui, la idea era transformar la plaza delante de la basílica en un espacio de memoria “semejante a la gran pared que recuerda a los muertos de la Guerra de Vietnam en Washington” y construir un centro de interpretación que funcionase como “un pequeño museo en las dependencias de la hospedería de los benedictinos” que ayudase a “saber quiénes están allí y cómo vivieron”.

“Es importante explicar cómo fue construído o el significado de su arquitectura”, explica García de Andoin.

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Museo y memorial inspirados en Auschwitz o Hiroshima

Un escudo preconstitucional en una de las fachadas del complejo del Valle de los Caídos. EFE / Archivo

El Valle debe servir para “reflexionar sobre nuestro pasado de una manera sensata”, explica el antropólogo social del CSIC Francisco Ferrándiz, para quien "las intervenciones se deben realizar a tres niveles: primero Franco, luego la resignificación y, por último, la dignificación de las víctimas”.

Aboga por convertir el lugar en “una lección pétrea de historia". Esa fue la conclusión a la que los expertos llegaron en 2011, cuando recomendaron “una actuación integral” que proporcionara “la relectura completa del conjunto monumental”. Sin embargo, para el antropólogo, el tiempo ha superado las propuestas de 2011. Defiende que hay que actualizarlas y “cambiar de estrategia” y propone no modificar el monumento, aplicando lo que él llama “el píxel sobre la piedra”.

El proyecto, que Ferrándiz mantiene que debería nacer de un “debate social” y un “concurso internacional de ideas” que mire a modelos como Auschwitz o Hiroshima, pasa por combinar “la memoria pétrea” del Valle, que está “impregnada de nacionalcatolicismo”, con “la memoria democrática”, para explicar su historia política, de la que, ahora mismo, el visitante "no sabe nada". Esto, asegura, “se podría llevar a la práctica de una manera barata con ideas de realidad aumentada” para acabar “con luz y taquígrafos” con el grado de “sobrecogimiento, tenebrosidad y oscurantismo” que hoy envuelve al Valle.

El presidente filipino, Diosdado Macapagal y su esposa visitan el Valle de los Caídos en 1962. EFE/Hermes Pato

Contra la idea de la comisión de no modificar el monumento -la basílica sigue siendo un espacio de culto, según quedó estipulado en la ley de memoria histórica-, el presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), Emilio Silva, apuesta por que la exposición ocupe la nave central del templo. “Hay que cambiar la utilidad y contar los usos que se le han dado al Valle”, explica, al tiempo que recuerda las visitas que Franco realizaba al monumento junto a los jefes de Estado de otros países.

“El lugar donde se explique la historia debe ser la propia roca, lo que está horadado y construído, que uno avance y represente ese viaje hacia la cúpula, donde se escenifica la comunión de la iglesia católica con el franquismo al aparecer un tanque en el mosaico del juicio final, como si fuera un libro de texto para aprovechar su potencial pedagógico”, defiende Silva.

24 horas - "El Valle de los Caídos debería ser una herramienta de pedagogía democrática" - Escuchar ahora

Sin embargo, lo que unos ven como un paso hacia delante, para otros como el historiador Alberto Bárcena es un “intento de reescribir la historia” y de “condenar a Franco de manera definitiva”. Critica, además, que se trata de “un proyecto político” que “ha creado un problema donde no lo había”. Para Bárcena, “la resignificación es crear un museo de los horrores del franquismo para que la gente salga convencida de allí de que eso fue un campo de concentración” e insiste en que la idea que hay ahora mismo es la de “atizar el odio” con una “intención perturbadora”. “La reconciliación era un hecho y se ha creado crispación y división”, sentencia el historiador, que cree que “el Gobierno y un amplio sector del PSOE entienden que es fundamental cambiar la historia".

Por su parte, la Fundación Nacional Francisco Franco, contraria a la exhumación de Franco y a cualquier modificación del monumento, defiende la "inviolabilidad" del Valle como "lugar de culto" y "monasterio autónomo" y recuerda que “cualquier actuación en el interior de la basílica requiere la preceptiva autorización de la Iglesia”.

La historia del Valle de los Caídos

Un nuevo estatus para el Valle

Por último, “en la base de todas las actuaciones”, el politólogo y teólogo Carlos García de Andoin identifica que “hay un trabajo de rehacer un régimen jurídico para el Valle”, porque “es extraño” que el monumento, considerado en la parte de las criptas cementerio público, esté “vinculado a Patrimonio Nacional, el organismo que gestiona los bienes de la Corona”.

Un grupo de personas hacen cola para entrar en la basílica del Valle de los Caídos. EFE/Mariscal

“Hay que darle una autonomía a través de una fundación pública, que existe a día de hoy, pero que es un fantasma”, sostiene García de Andoin, que cree que “una resignificación que dé lugar a un régimen jurídico propio incluye que los benedictinos vayan saliendo” del Valle, sobre todo “después de la actitud que han tenido frente al poder democrático, cuando lo único que están haciendo es custodiar un bien que se lo ha concedido el Estado”.

En este sentido, también han surgido voces que proponen la desacralización de la basílica de la Santa Cruz; algo que, como recuerda el antropólogo del CSIC Francisco Ferrándiz, “en este momento no se puede plantear porque sería ilegal” de acuerdo con la ley de 2007.

Mientras familiares de muertos en ambos bandos se consideran incapaces “de reconciliarse con aquel constructo”, Ferrándiz insiste en que “lo importante es construir un relato abierto que fomente la historia crítica” para que, con su resignificación, el Valle pueda atraer a un público distinto al que recibe hasta ahora.

El experto del CSIC recuerda también que el proyecto puede tardar en fraguarse “hasta una década”, como pasó entre el surgimiento de la idea del memorial a las víctimas del holocausto en Berlín y su inauguración. Sin embargo, como insiste García de Andoin, el tiempo no tiene que ser algo negativo, porque “es importante que el proceso sea de diálogo” y que “el acuerdo sea amplio y plural”, recuperando “el espíritu de la Transición”, para que lo que suceda con el Valle sirva “como símbolo o como sello del final que aún queda pendiente” para ese proceso.

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La tarea de identificar a las víctimas

Traslado de los restos de José Antonio Primo de Rivera un día antes de la inauguración del Valle de los Caídos en 1959. EFE / Archivo

Se resuelva como se resuelva la resignificación del monumento -el historiador Santos Juliá apuesta por abandonarlo para que se caiga por sí solo como símbolo de superación histórica del franquismo- otro asunto por resolver es el de las 33.833 víctimas que hay allí enterradas.

Para los expertos, lo primero es desmantelar la jerarquía funeraria del edificio. Esto pasa por resolver qué hacer con los restos José Antonio Primo de Rivera, trasladados al Valle por Franco un día antes de su inauguración, ofreciendo a la familia la posibilidad de que se los lleve de allí o la de desplazarlos al mismo sitio donde están el resto de víctimas, ya que, a diferencia del dictador, el fundador de Falange sí es un muerto de la Guerra Civil: fue fusilado en los primeros meses de la contienda, requisito que establece la ley para los enterrados en el Valle desde su reforma en 2018.

Después, “hay que atender las reclamaciones de las familias que quieren llevarse a sus seres queridos de allí” y “ver con forenses si puede hacerse”, sostiene el presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH)Emilio Silva, a lo que el politólogo Carlos García de Andoin añade la “dignificación” de los que queden allí investigando el procedimiento de los traslados de los restos.

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