Navegábamos rumbo norte en la zona de rescate libia, en el Mediterráneo Central, cuando el Open Arms ha recibido una alerta de embarcación en peligro. Aún no eran las cinco de la tarde. Rápidamente, nos hemos equipado con chalecos y cascos y hemos descendido en las lanchas rápidas.
Con un equipo de socorristas, mi compañero Joaquín Relaño, y yo, con la otra unidad. La primera lancha se ha aproximado para comprobar la situación y ha visto que había unas 50 personas en una barca de madera. El timón parecía bloqueado y se veían unas vías de agua en la proa, por lo que la embarcación se estaba escorando y no dejaba de dar vueltas.
Mauro, patrón de la primera lancha, ha identificado a 16 mujeres, entre ellas, una embarazada, y dos bebés. Uno de los dos pequeños no dejaba de llorar. Lo primero ha sido repartir chalecos salvavidas entre las personas migrantes, que llevaban sólo unos flotadores neumáticos negros; algunos de ellos pinchados.
Desde el Open Arms, el capitán, Marc Reig, ha dado aviso a las autoridades libias, a las maltesas, a las italianas y a las españolas, ya que el barco humanitario lleva bandera española.
Nos encontrábamos en la zona de búsqueda y rescate (zona SAR, por las siglas en inglés) de Libia, a 70 millas de sus costas; pero los responsables de Trípoli no han contestado.
Ante el riesgo de naufragio de la frágil embarcación en desgobierno, los socorristas han procedido a rescatar a las personas que se hacinaban en la barquichuela. Las primeras rescatadas han sido las mujeres y los bebés, en la primera lancha. Después han seguido con los hombres.
Poco a poco, hasta 19 hombres han subido en nuestra unidad de rescate. Suspiraban aliviados y aún con el susto en el cuerpo, conscientes de que en su situación hubiera sido casi imposible que llegaran a un puerto seguro con vida.
Un chico joven me ha contestado en árabe que venía de Egipto. La mayoría de las personas rescatadas proceden de Eritrea, aunque también hay de países como Nigeria, Ghana o Libia.
De momento, el buque humanitario Open Arms sigue a la espera de que las autoridades asignen un puerto seguro para el desembarque. Las historias de quienes están ahora a bordo con nosotros las iremos narrando. Lo primero que necesitan es descansar y sentirse a salvo, después de una travesía en la que podrían haber perdido la vida.