Poco después de zarpar desde el puerto italiano de Siracusa, el Open Arms se encuentra con mala mar. Olas de más de dos metros nos acompañan en la travesía día y noche hacia la zona más mortífera del Mare Nostrum.
"Incluso este barco, pese a ser una embarcación segura, se mueve. Para las embarcaciones de las que parten de Libia los refugiados, precarias, de goma, barcazas de pesca pequeñas, la situación puede ser realmente crítica", asegura Ricardo Barriuso primer oficial del 'Open Arms'.
El Open Arms es un remolcador de 45 años convertido en buque de rescate. Lo donó una empresa vasca para que pudiera salvar vidas en el Mediterráneo. Esta es su misión 65. Y no ha sido fácil poder llevarla a cabo: primero fueron las dificultades de encontrar un puerto que les permitiera atracar en una Italia de puertos cerrados a los barco de rescate de migrantes; después, una avería en la culata de un motor auxiliar.
El pronóstico auguraba que la navegación sería difícil pero no había tiempo que perder. Durante los cuatro días que el Open Arms ha tenido que permanecer atracado más de 1.200 personas han intentado migrar desde Libia hacia Europa, y entre ellas al menos 116 han perdido la vida en el mayor naufragio de este año en el Mediterráneo. Hacia esa zona navegamos con un objetivo claro: hacer lo posible para evitar muertes de refugiados y migrantes en el Mediterráneo.
"Lo mejor sería que esto lo hicieran lo Estados que disponen de más recursos que una ONG que tiene un barco viejo y hace lo que puede", afirma Marc Reig, capitán del Open Arms.
Durante estos días las embarcaciones de migrantes han seguido saliendo desde Libia a pesar de que no había ningún barco de onegés en la zona, algo que contradice la hipótesis de que barcos como el Open Arms generan un efecto llamada.