Pedro Sánchez, el primer presidente de la Democracia española que llega a La Moncloa tras una moción de censura, representa como nadie el triunfo de la constancia. La de un político que ha tenido que enfrentarse al aparato de su propio partido para regresar a la Secretaría General del PSOE y que, cuando parecía acabado, ha sido capaz de renacer y cumplir su vieja aspiración de encabezar el Ejecutivo gracias a la moción de censura que ha terminado con el Gobierno de Rajoy.
Sin embargo, el nuevo presidente del Gobierno se sustenta en un extraño equilibrio de fuerzas: a sus 85 diputados, la cifra más baja de un partido al frente del Ejecutivo, suma los de un conglomerado de formaciones con diferentes intereses: Podemos, ERC, CDC, PNV y EH Bildu, lo que condiciona tanto su período de permanencia en el poder como su capacidad de maniobra.
Hace poco más de un año, pocos apostaban por la carrera política de Pedro Sánchez. Incapaz de sumar los votos suficientes para ser investido en marzo de 2016, en octubre de ese mismo año se vio forzado a dimitir como secretario general del PSOE tras la presión del aparato de su propio partido.
Semanas después renunció entre lágrimas a su acta de diputado para no tener que seguir la disciplina de su partido que, con su abstención, propició la investidura de Rajoy.
Carrera política fulgurante
Pedro Sánchez Pérez-Castejón (Madrid, 1972) era prácticamente un desconocido en política hasta que, hace cuatro años, optó a la Secretaría General del PSOE que dejaba vacante Alfredo Pérez Rubalcaba.
Casado y con dos hijas, este Licenciado en Económicas por la Universidad Complutense de Madrid ocupó su primer cargo público como concejal del Ayuntamiento de Madrid con Trinidad Jiménez entre 2004 y 2009. Figuró en las candidaturas socialistas al Congreso de los Diputados en 2008 y 2011, aunque en ninguno de los dos casos consiguió escaño.
Pero las salidas de Pedro Solbes en 2009 y de Cristina Narbona en 2013 le dieron la posibilidad de entrar en la Cámara Baja.
En 2014 se postuló como candidato a la Secretaría General del PSOE en unas primarias en las que se enfrentó a Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias y en las que logró una contundente victoria con casi el 49% de los votos emitidos y el apoyo de un aparato que más tarde le daría la espalda.
Retroceso en las urnas y división interna
Decidido a llegar a La Moncloa y relevar a Rajoy, los malos resultados de las generales de 2015 -90 diputados, en aquel momento el peor de su historia- no impidieron a Pedro Sánchez aspirar a una investidura de la mano de Ciudadanos que resultó fallida.
Una situación que condujo a unas nuevas elecciones generales en junio de 2016 en las que el PSOE volvió a retroceder, aunque mantuvo las distancias con Podemos cuando la mayoría de las encuestas vaticinaban el 'sorpasso' de los de Pablo Iglesias.
Los socialistas se dividieron entre los que, con Sánchez a la cabeza, se enrocaron en la negativa a facilitar la investidura de Rajoy y los que argumentaron que mantener al líder del PP en La Moncloa era un mal menor frente a la inestabilidad que podía generar un Gobierno de la mano de los independentistas o una tercera cita electoral.
Esta situación, unida a los malos resultados electorales en Galicia y el País Vasco, desembocó en una fractura total en octubre de ese año: los 'barones' regionales le retiraron su apoyo y Sánchez terminó dimitiendo en un convulso comité federal que sumió al PSOE en una grave crisis interna.
El candidato de la militancia
Ya fuera del Parlamento por voluntad propia, y cuando muchos daban por amortizada su carrera política, el madrileño se presentó por segunda vez a las primarias del PSOE y en mayo de 2017 se impuso con más del 50% de los votos al que fuera uno de sus hombres de confianza, Patxi López, y a Susana Díaz, que pasó de apoyo a principal némesis del, otra vez, secretario general socialista.
El suyo fue considerado como el triunfo de la militancia frente a los aparatos territoriales y los líderes históricos, que habían 'bendecido' la candidatura de Susana Díaz.
Desde entonces, Pedro Sánchez se ha empeñado en cerrar heridas internas, renovando los órganos internos de su partido y dejando a los 'barones' sin cuotas de poder, pero logrando poco a poco acallar las voces discordantes durante estos doce meses.
En este sentido, ha contado con el apoyo de los suyos a la hora de afrontar decisiones importantes, como el voto negativo a la moción de censura de Podemos a Rajoy hace un año, el respaldo al Gobierno de España a la aplicación del artículo 155 frente al desafío independentista en Cataluña y ahora en esta moción con la que por fin cumple su aspiración de descabalgar a Rajoy y llegar a La Moncloa.
Pero Sánchez no tiene por delante un camino fácil. La debilidad de su grupo, que no llega ni al 25% de los diputados del Congreso, deja muy abierta la gobernabilidad, sobre todo teniendo en cuenta la postura que ha mantenido frente a los independentistas catalanes, que con su voto han permitido su llegada a la Presidencia. Un reto más dentro de una carrera política marcada por los obstáculos.