Matteo Renzi (Florencia, 1975) regresa a la contienda electoral con un discurso renovado y más cauto, lejos de las políticas reformistas que le costaron el cargo en diciembre de 2016. El que fuera primer ministro italiano entre 2014 y 2016 irrumpió en la política italiana sin ser electo en las urnas y sin haber ocupado nunca un escaño parlamentario y, cuatro años después, busca el apoyo del electorado para revertir la debacle electoral que pronostican los sondeos.
El hombre demolición según la prensa italiana, a Renzi le precede su mano despiadada con la que se deshace cualquiera que deje de resultarle útil, como el exministro de Exteriores, Angelino Alfano. Fruto de la ambición, Renzi alcanzó la cima a la edad de 39 años, cuando se convirtió en el primer ministro italiano más joven de la historia después de forzar a su rival en el Partido Democrático (centroizquierda), Enrico Letta, a dimitir por las continuas críticas al Gobierno por el estancamiento del progreso económico.
La opinión pública italiana retrata a Renzi como el joven líder carismático, pretencioso, ambicioso y un gran comunicador. Sus críticos dicen del exalcalde de Florencia (2009-2014) que es descarado, arrogante y mentiroso: pocos han olvidado que, con su candidatura, Renzi rompe con su promesa de retirarse por el fracaso de la reforma de la Constitución.
La ambición reformista que culminó en el "no"
Renzi alcanzó la cima y el borde del precipicio con la misma intensidad. Su política reformista, con la que prometía rescatar a la economía de las décadas de estancamiento tras la crisis, no comulgó con su sueño de una Italia "más eficaz y simple". Bien situado en política internacional, disfruta de una buena relación con Angela Merkel, François Hollande y Emmanuel Macron y, ante las políticas de sus rivales, su europeísmo lo convierte, sin duda,en el preferido de Bruselas.
Ironías del destino, el futuro de Renzi pende ahora de la reforma de la ley electoral que él mismo pactó con Silvio Berlusconi. Con ella, los partidos necesitan al menos el 40% de los votos para liderar un Gobierno y las últimas encuestas sitúan al Partido Democrático de Renzi por debajo del 23%.
El florentino, licenciado en derecho, se jugó su mandato a una carta: o conseguía reformar la Constitución o abandonaba la política. Fue el 4 de diciembre de 2016 cuando el 59,1% de los italianos se opusieron a sus planes, que fue forzado a dimitir días después de la consulta.
El retorno "creíble, sostenible y realizable"
Dos meses después, claudicó a la pugna interna del Partido Democrático tras la huida de varios pesos pesados, y renunció a la secretaría general para desaparecer del mapa. La sorpresa llegó en mayo, cuando volvió con energía renovada a liderar la formación y dispuesto a retomar las riendas del país en las elecciones legislativas del próximo 4 de marzo con un programa bajo el lema "creíble, sostenible y realizable".
Cuestionado por la opinión pública por desdecirse de su decisión, el político desoye a los críticos que consideran que su confianza no concuerda con el sentimiento nacional y se muestra dispuesto a dar la batalla en una cita en la que, de cumplirse los pronósticos de los sondeos, Italia podría verse abocada a la ingobernabilidad o a una coalición liderada por el inmortal Berlusconi.
Expectativa electoral
Aunque Renzi es el político más popular en el PD, tanto la formación como su atractivo electoral se han debilitado de cara a los comicios. El índice de aprobación del ex primer ministro se ha desplomado más de la mitad del 50% comparado con datos de 2015, según el Instituto Ixe.
Según los últimos sondeos publicados por la prensa italiana el 16 de febrero, el Partido Demócrata quedaría tercero, con entre apenas un 21% y 23% de los votos, y con la imposibilidad de liderar un Gobierno en mayoría. Si bien todos los partidos han descartado pactar durante la campaña, muchos ven en el regreso de Renzi una continuidad del romance Renzusconi que podría culminar con la gran coalición a la alemana entre el Partido Democrático y Forza Italia.