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Elecciones en EE.UU. 2016

Los obreros del 'Cinturón del Óxido' y los jubilados de Florida aúpan a Trump a la Casa Blanca

DANIEL FLORES
5 min.

Los obreros del gran cinturón industrial en torno a los Grandes Lagos, el llamado Rust Belt (Cinturón del Óxido), y los jubilados de Florida han aupado hasta la Casa Blanca a Donald Trump, que ha sabido transformar en un inesperado vuelco electoral el descontento de los trabajadores blancos que se extiende por todo Estados Unidos para convertirse en el nuevo presidente del país.

Trump, al que los sondeos previos apenas le concedían un 15% de probabilidades de conseguir la victoria sobre Hillary Clinton, se ha revelado durante la noche electoral como un candidato sólido, que ha defendido con solvencia los feudos republicanos y, además, ha conseguido imponerse en los estados decisivos.

Así, ha vencido con autoridad en Ohio, el estado que desde 1964 siempre elige al presidente estadounidense; en Florida, otro estado cambiante (swing state) que concede el tercer mayor contingente de delegados en el Colegio Electoral; y varios estados industriales que en las últimas décadas solían votar demócrata, como son Pensilvania, Michigan y Wisconsin.

Para apuntillar a Clinton y redondear su victoria, también ha vencido en Iowa, el estado que en las últimas elecciones medía las aspiraciones demócratas: ningún candidato de ese partido ha logrado llegar a la Casa Blanca sin ganar en Iowa desde Jimmy Carter, en 1976.

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El descontento fragua en el Rust Belt

La victoria de Donald Trump, como podía vaticinar cualquiera que se hubiera asomado a uno de sus mítines, se ha basado en los trabajadores blancos que se sienten desplazados por la globalización económica y las transformaciones que en las últimas décadas sacuden al país.

Un análisis de The New York Times muestra cómo ha conseguido atraerse sus votos en mucha mayor medida que cualquiera de los anteriores candidatos republicanos, especialmente entre aquellos que no tienen formación universitaria (aunque también ha ganado entre los trabajadores blancos con título universitario).

La traducción electoral de ese respaldo ha sido su victoria en los estados del Rust Belt: salvo en Illinois, donde Chicago sigue sosteniendo la hegemonía demócrata, Trump ha ganado en Pensilvania, Michigan y Wisconsin, estados en los que ningún republicano ganaba desde Ronald Reagan.

También le ha arrebatado a los demócratas Ohio, un estado peculiar porque, aunque forma parte del Rust Belt, se comporta como un estado pendular y, desde 1964, siempre ha votado por el candidato que finalmente se convertía en el presidente, hasta el punto que fue esencial para que Barack Obama ganara las elecciones en 2008 y 2012. Su victoria, por si fuera poco, ha sido incontestable: casi nueve puntos de ventaja y 460.000 votos más que Hillary Clinton.

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Los jubilados de Florida

El otro estado clave para ganar estas elecciones era Florida, otro swing state que fue decisivo en los comicios del años 2000, los que otorgaron la victoria a George W. Bush frante a Al Gore, y al que los sondeos no acababan de pronosticarle un ganador claro. Ambos candidatos lo sabían y volcaron allí gran parte de sus últimos esfuerzos de campaña; al final, Trump ha vencido por poco, apenas 130.000 votos en un estado con 13 millones de votantes registrados.

Si en el caso del Rust Belt parece evidente la existencia de una bolsa de voto oculto que provocó que se infravaloraran las posibilidades de Trump en estados como Wisconsin, en Florida las encuestas si reflejaban la tremenda igualdad que ha existido entre ambos candidatos.

En última instancia, los análisis revelan que el aspirante republicano ha hecho valer el respaldo de los jubilados asentados en el suroeste del estado, tradicional lugar de retiro para muchos trabajadores blancos, y de los conservadores del interior, una zona de raigambre sureña.

Clinton ha logrado buenos resultados en feudos demócratas como el Dade County, el condado de Miami, pero ha sido insuficiente, sobre todo porque la movilización de los votantes latinos ha sido menor de la esperada, pese a lo que parecía indicar el voto anticipado.

Las minorías no han seguido a Clinton

En general, este ha sido uno de los grandes problemas de la candidata demócrata: el análisis de The New York Times muestra que Hillary Clinton no ha sido capaz de movilizar a las minorías como lo hizo Barack Obama en 2008 y 2012. No solo los afroamericanos, sino que los latinos y los asiáticos también han apoyado en menor medida a los demócratas.

Y eso ha ocurrido en unas elecciones en las que, según un sondeo de Latino Decisions, han ido a votar dos millones más de latinos que hace cuatro años; la mayoría han votado por Clinton, pero los resultados revelan que su voto ha sido mucho más diverso de los que pronosticaban las encuestas. Podría haber sido peor, en cualquier caso: el voto latino ha permitido a Clinton mantener estados que no tienen una larga tradición demócrata pese a haber respaldado a Obama, como Colorado y Nevada.

Lo que no parece haber tenido apenas influencia en los resultados de estas presidenciales es la perspectiva de género: tal como se esperaba, las mujeres han votado a Clinton, mientras que los hombres han respaldado a Trump, con una diferencia de más de diez puntos en ambos casos.

Los resultados, en definitiva, muestran que Trump ha sabido exprimir su nicho de votos, esto es, aprovechar la enorme brecha que se ha abierto entre las élites estadounidenses y la clase blanca trabajadora que siente que ha perdido su estatus, que ha sido desplazada del escenario central del país por la desindustrialización y la llegada de inmigrantes. Eso le ha llevado, nada más y nada menos, hasta la Casa Blanca.

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