A la altura de las actividades criminales más sangrientas, el tráfico ilegal de vida salvaje ha empujado a numerosas especies animales y vegetales al borde de la extinción. Se trata de un lucrativo mercado que mueve miles de millones de euros. Aunque su carácter clandestino hace imposible concretar cifras exactas, la organización WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza, en español) estima que se trata del cuarto mayor comercio ilegal del mundo, por detrás del narcotráfico, la trata de personas y la falsificación de productos.
La rentabilidad de este oscuro negocio es proporcional a su capacidad de devastación. Representa la segunda causa de pérdida de biodiversidad en el mundo, sólo superada por la destrucción de hábitat. La caza furtiva y el comercio ilegal se realizan de forma incontrolada en todo el planeta, pero son prácticas que se acentúan en África central como foco emisor y en el sudeste asiático como destino prioritario. En el continente africano, además, constituyen una importante fuente de financiación para organizaciones terroristas.
“En África, la caza furtiva y el comercio ilegal constituyen una importante fuente de financiación terrorista. “
El trastorno que produce es irreparable. Por ejemplo, las poblaciones de elefantes de Mozambique y Tanzania están al borde del colapso debido al valor comercial de sus colmillos. Los rinocerontes están siendo masacrados en países como Sudáfrica, simplemente porque existe la creencia equivocada de que su cuerno tiene propiedades terapéuticas milagrosas.
Y peor parte se llevan incluso los tigres: entre enero de 2000 y abril de 2010 se mataron 1.200 de estos grandes felinos para obtener su piel y sus huesos. Una cifra que produce escalofríos si se tiene en cuenta que la población mundial estimada de ejemplares en libertad es actualmente de unos 3.200.
Otro de los grandes perjudicados es el pangolín, que tiene el triste privilegio de ser el mamífero con el que más se trafica. Cerca de 100.000 ejemplares se comercializan cada año de forma ilegal en el mundo. China y Vietnam son los principales países consumidores; o bien por su carne -a la que consideran un refinado manjar-, o bien por sus escamas -a las que atribuyen propiedades medicinales, sobre todo para trastornos del aparato circulatorio-.
La persecución de este animal único ha llegado hasta tal extremo que sus ocho especies se encuentran al borde de la extinción en las zonas tropicales de Asia y África, los dos lugares del planeta en los que habita.
China, principal país receptor
El comercio ilegal de vida salvaje está destinado a cuatro grandes ámbitos de consumo: artesanía, medicina tradicional, comida y mascotas. Es un problema generalizado a nivel mundial, pero Asia es el destino más importante de este gigante mercado negro de múltiples tentáculos, con China como principal país receptor.
"Durante toda la historia china, los animales salvajes han sido vistos como una importante fuente de ingresos y de comida. Como un recurso para ser explotado, no como algo a lo que proteger debido a su valor intrínseco", explica a RTVE.es Li Zhang, profesor del Instituto de Ecología de Pekín, que trabaja en su departamento de Especies Protegidas.
“En China, utilizar animales salvajes como mascotas, medicina o comida se ha convertido en un símbolo de estatus social. “
Lejos de disminuir con el crecimiento económico del país, la demanda ha crecido en los últimos años, sobre todo en las grandes ciudades como Pekín, Shanghai, Cantón, Kunming o Chengdú. "Utilizar animales salvajes como mascotas, para medicina o como comida se ha convertido en un símbolo de estatus social y una moda", indica Li Zhang.
La lucha contra este tipo de prácticas se hace difícil en un país donde las políticas para controlar el tráfico ilegal son muy débiles, debido en parte a que muchas veces son las propias agencias gubernamentales las que tienen interés en explotar estos recursos. Además, la coexistencia de un mercado legal con uno ilegal convierte aún en más complicado el control.
Lucha a diferentes niveles
Frenar el comercio ilegal de especies salvajes no es solo una tarea de gran complejidad en China, sino también en el resto del mundo. En buena medida se explica por su dimensión internacional y por los fuertes intereses económicos que se han desarrollado a su alrededor. Por ello, la lucha debe planificarse desde diferentes ámbitos.
Luis Suárez, responsable del programa de Especies de WWF España, manifiesta que "para acabar con las muertes ilegales de fauna protegida es imprescindible que se refuercen las medidas de vigilancia para proteger a las especies más afectadas, adoptando incluso medidas como la intervención de los ejércitos en apoyo de guardas y vigilantes".
"Y para frenar el tráfico hay que mejorar la aplicación de las normativas (como la aplicación de la normativa de CITES) y que todos los países tomen conciencia de la importancia del problema (que no solo constituye una amenaza para la biodiversidad, sino también para la economía y la seguridad ciudadana)", continúa.
Por supuesto, otro de los focos más importantes es el de la concienciación, tanto a nivel individual como institucional. "Hay que sensibilizar a las poblaciones de los países de destino sobre el impacto que este comercio causa en la biodiversidad para que dejen de comprar estos animales o sus productos y disminuya la demanda", reclama Suárez.
España, punto caliente
Quizá puede parecer que se trata de un problema lejano, pero ni mucho menos es así. España es uno de los focos más activos en el tráfico de flora y fauna mundial, sobre todo en cuanto a mascotas. Su situación geográfica, como puente entre África, Hispanoamérica y Europa; además de su biodiversidad, explican este protagonismo. En el control de este comercio ilícito desempeñan un papel fundamental el Servicio de Vigilancia Aduanera y el Seprona (Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil).
"España es un punto caliente de tráfico de mascotas, por su cercanía con África y Latinoamérica", explica el capitán Salvador Ortega, de la jefatura del Seprona. "Nuestro país es zona de tránsito pero también punto de origen hacia otros países de Europa. Normalmente, este tráfico se lleva a cabo por tierra y en pequeñas cantidades".
“Su situación geográfica y su biodiversidad convierten a España en uno de los focos más activos en el tráfico mundial de especies salvajes. “
"Aunque no disponemos de datos concretos, según las informaciones que maneja Interpol, las redes que comercian con especies salvajes utilizan los mismos canales que se emplean para el narcotráfico", prosigue Salvador Ortega. "La tendencia criminal apunta a que se comercia más con reptiles y con anfibios, además de insectos".
"Este mercado se mueve por modas. El camaleón africano ha sido durante muchos años un producto estrella. También pitones, boas, incluso cobras de la India... Actualmente, estamos teniendo muchos problemas con la tortuga mora y el mono de Berbería, procedentes del norte de África", detalla.
"Además, España es un importante centro exportador de aves rapaces, sobre todo a países del Golfo Pérsico. Es el caso del halcón peregrino, que es una de las aves de cetrería más apreciadas", sigue contando. "En nuestro país hay muchos criaderos legales que exportan estas aves rapaces; y siempre que hay un mercado legal, se genera un mercado ilegal paralelo".
Y en cuanto a las modalidades de transporte, comenta que "muchas veces, los animales o las plantas se introducen en España ocultos en vehículos, aprovechando el paso del Estrecho de Gibraltar; aunque también pequeños reptiles, como serpientes o lagartos, se envían en paquetes por vía aérea, mediante compañías convencionales de mensajería. A veces los detectan estas empresas, o en los controles de las terminales de carga de los aeropuertos. Pero el problema se agrava porque el volumen de mercancías es enorme. En los contenedores de los puertos sucede algo muy parecido. Hay que tener en cuenta que se calcula que un millón de contenedores llega a los puertos españoles cada año".
La muerte en el transporte, "una constante"
"La muerte de los animales es una constante en el tráfico ilícito", explica el capitán Ortega. Las pésimas condiciones en las que los animales son transportados hacen que sólo entre un 10% y un 20% sobreviva. Para aumentar sus probabilidades de éxito, los contrabandistas elevan las capturas, lo que incrementa aún más el número de muertes.
“Las pésimas condiciones de transporte hacen que sólo sobreviva entre un 10% y un 20% de los animales. “
Una de las imágenes más estremecedoras relativas a este hecho se produjo en mayo de este año. Ocurrió muy lejos de España, en Indonesia, pero representa con toda su crudeza el grado de abyección y falta de escrúpulos que envuelve a este tipo de comercio. Un hombre fue detenido con 21 cacatúas aprisionadas de la manera más angustiosa posible dentro de botellas de plástico. Eran ejemplares de cacatúa de cresta amarilla o sulfúrea (Cacatua sulphurea), una especie en peligro de extinción.
Las fotografías facilitadas por la policía del país asiático mostraban a diversas aves al borde de la asfixia, embutidas en las botellas. El detenido había perforado los recipientes por la base para introducir a las cacatúas en su interior, con el objetivo de trasladarlas por vía marítima y vender estos ejemplares clandestinamente.
Centros de acogida
Volviendo a la realidad española, cuando los miembros del Servicio de Vigilancia Aduanera o del Seprona se incautan de ejemplares animales vivos, la normativa estipula que hay que devolverlos a su hábitat, pero lo normal es que se queden en alguno de los numerosos centros de acogida que hay repartidos por el país.
El coste de devolverlos a su medio natural, que suele estar a miles de kilómetros, es inasumible. Por lo que estos animales, aunque totalmente protegidos, estarán condenados a pasar el resto de sus días fuera de su entorno.
CITES
La principal herramienta de protección con la que las especies amenazadas cuentan es una normativa internacional llamada CITES. Representantes de 80 países firmaron en 1973 la Convención de Comercio Internacional sobre Especies de Fauna Salvaje y Flora en Peligro de Extinción (CITES). Actualmente, 160 países la han suscrito (España lo hizo en 1986). Este convenio se encarga de prohibir y vigilar el comercio internacional de estas especies.
La regulación se lleva a cabo mediante "apéndices" o listados de las plantas y animales, siguiendo criterios científicos. Estos "apéndices" incluyen en la actualidad alrededor de 5.000 especies de animales y 30.000 de plantas.