Con un cuchillo en una mano y un teléfono móvil en la otra, la joven palestina Israa Abed, escucha los disparos de la policía israelí antes de desplomarse alcanzada por las balas. Ocurrió en una estación de autobuses en Jerusalén hace una semana. Viandantes que pasaban por el lugar inmortalizaron la escena con sus smartphones.
En poco tiempo las redes sociales multiplicaron por miles las copias del vídeo en internet. Son imágenes como las que sirvieron de inspiración a Subhe Abu Khalifa, de 19 años, cuya historia menciona el New York Times.
Aprendiz de electricista, Khalifa pasaba las noches afilando su rabia en los fotogramas que mostraban a otra mujer palestina tiroteada por la policía, acusada de apuñalar a un judío en Jerusalén. Luego compró un cuchillo e hirió a un israelí con el arma.
Empuñar un cuchillo e irrumpir sorpresivamente para apuñalar a un israelí se ha convertido en el sello distintivo del brote de violencia que desde primeros de octubre sacude Jerusalén Este y Cisjordania. Siete muertos israelíes, más de 30 palestinos y decenas de heridos son el balance de una cronología de agresiones caóticas e improvisadas, castigadas en contundentes acciones policiales.
“La joven palestina Israa Abed armada con un cuchillo es tiroteada por la policía israelí en Jerusalén“
El fuego se inició tras un encontronazo religioso en la sagrada Explanada de las Mezquitas. Esa fue la chispa, pero el combustible de fondo está en "la desesperación de la población palestina en Jerusalén", explica a RTVE.es Ignacio Álvarez-Ossorio Alvariño, profesor titular de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Alicante.
Pero hay algo más. Lo que la prensa esta tentada en calificar de "Intifada de los cuchillos", según el profesor "obedece a un patrón completamente diferente al de las Intifadas primera -diciembre de 1987- y segunda -septiembre de 2000- (...) Se trata de un fenómeno novedoso: ataques improvisados a la desesperada que no cuentan con ninguna organización detrás, puesto que ninguna fuerza palestina tiene presencia como tal en Jerusalén Este, ya que las fuerzas de ocupación lo impiden".
Las redes sociales, arma y campo de batalla
"Hoy en día, el 75% de los palestinos de Jerusalén Este viven bajo el umbral de la pobreza, al haber sido desconectada la ciudad de su entorno palestino y de Cisjordania por el muro de separación. Entre las medidas adoptadas por Israel están la expropiación de tierras, la construcción de asentamientos o la demolición de viviendas", es el panorama que dibuja Ossorio.
Sin embargo hay un territorio difícil de expropiar, un lugar en el que la relación de fuerzas no es definitiva y depende de la creatividad de los contendientes. "Las redes sociales se han convertido en un terreno más del conflicto palestino-israelí. La guerra por el control de la información es esencial para difundir una narrativa pro-palestina o pro-israelí de los acontecimientos", explica Ossorio.
Y la narrativa se torna en inspiración bajo la forma de videoclips incitando a atacar a israelíes, sazonados con la pertinente parafernalia de emoticonos y hashtags alusivos a la Intifada o a los cuchillos.
Para una generación de nativos digitales, los acuerdos de Oslo -firmados en 1993- son una falacia de un pasado lejano y ajeno. Y cuando la tierra real no existe o ha sido arrebatada, las redes sociales ofrecen una opción virtual en la que la calma o la rabia son muy reales. La ventana a este territorio puede ser tan pequeña como un teléfono móvil con conexión a internet.
"Hoy vivimos en otra era, en la cual un gran número de personas es incitada por los contenidos consumidos desde sus smartphones y acaban decidiendo individualmente salir ahí fuera y apuñalar, salir ahí fuera y reventarse", expresó el ministro de Seguridad israelí Gilad Erdan en un programa de radio militar.
El discurso del miedo frente a la ausencia de futuro
El 4 de octubre, un policía mata de un disparo a un palestino sospechoso de un apuñalamiento en Jerusalén. La escena es captada en un vídeo que la organización Adalh de apoyo a minorías esgrime como prueba de que la policía simplemente fue azuzada por peatones que perseguían al fallecido.
Y la guerra es compartida: activistas palestinos y militantes de Hamás denuncian que sus cuentas de Facebook y Youtube han sido cerradas por el gobierno israelí. Un clima en el que la guerra de la propaganda es vital: "Israel destina importantes recursos a la 'hasbara' o propaganda que pretende imponer su versión de los acontecimientos incidiendo en la securitización del problema palestino y su vinculación con la seguridad y el terrorismo", explica el profesor Ossorio.
Estos días, el gobierno de Netanyahu ha recomendado a aquellos que posean licencia, que porten sus armas y que hagan uso de ellas en caso necesario como medida de protección. Lo que políticamente parece complicado, a pie de tierra va convirtiéndose en un claro callejón sin salida en el que chocan y se alían, paradójicamente, la desesperanza con el miedo al otro.
Conmigo o contra mí
Jesús Núñez, codirector del ICAH, (Instituto de estudios sobre conflictos y acción humanitaria) es tajante al respecto: "La sociedad israelí se encuentra en general secuestrada por el discurso securitario que les hace ver que sus vidas están en peligro por estar rodeados de terroristas", afirma a RTVE.es. Para Núñez "quienes se desmarcan de ese guión, grupos e individuos en Israel que apuestan por un cambio estructural de la postura israelí, son vistos con recelo por parte del resto de la sociedad".
"Hoy en día, ser disidente con respecto a esa idea en Israel tiene un coste considerable para cualquier individuo o cualquier grupo. Y basta con mirar los resultados de las elecciones para comprobar que en cada convocatoria electoral, el voto se va corriendo hacia la extrema derecha. Por lo tanto esos grupos moderados, esos grupos con ideas alternativas, son absolutamente minoritarios y actualmente no tienen la capacidad para cambiar el rumbo adoptado por sus propios gobiernos", argumenta.
Y concluye diciendo: "Esto lo que hace pensar también es que el gobierno de Israel no solo no está atendiendo a los intereses de los palestinos, no solo no está cumpliendo con el mandato de la comunidad internacional como potencia ocupante, sino que tampoco está defendiendo los intereses de la propia sociedad israelí en la medida en la que la fuerza no va a lograr nunca el resultado de imponerse a sus vecinos de manera definitiva sino que los va a mantener siempre rodeados de inestabilidad".
Pero el panorama de culpabilidades que traza el analista apunta a todas las direcciones: "El presidente palestino Mahmud Abás es un líder amortizado a estas alturas. En términos incluso formales, su mandato terminó hace ya años, pero no ha habido condiciones para celebrar unas nuevas elecciones y evidentemente son corresponsables de la mala situación en la que viven los palestinos".
Desesperanza
"Aunque nos empeñemos en querer ser optimistas para ver la salida al final del túnel, desgraciadamente, lo que nos muestra la realidad hoy es que no hay ningún interés por parte de Israel para sentarse a negociar una paz global, duradera y justa, para lo que se vive en Palestina. A partir de ahí podemos ver medidas cosméticas que tratan de disimular esa realidad, enfrentando por otro lado a unos gobernantes palestinos que no representan ya en buena medida a su propio pueblo", describe Núñez con pesimismo.
El panorama es desalentador: "Gaza está absolutamente fragmentada con respecto a Cisjordania y recordemos que hay millones de refugiados palestinos en los países de la región sin que se sientan representados por la Autoridad Palestina, por lo tanto, no hay capacidad por parte de los dirigentes palestinos para modificar la agenda internacional con respecto a su propio problema, y no hay voluntad por parte de Israel para poder salir del rumbo que ya ha adoptado de medidas de fuerza crecientes".
Y como colofón, la desesperanza: "Si a esto añadimos que la comunidad internacional está mostrando una pasividad que permite que la situación no cambie, si añadimos que Estados Unidos sigue asumiendo el coste político de avalar a Israel haga lo que haga, podemos entender que lo que se augura hacia el futuro es más violencia, más frustración y más desesperación".